Columnistas
El nuevo yugo
Por Alba Lucía García
*Abogada de la Universidad Externado de Colombia.
Doctora en Estudios Avanzados en Derechos Humanos y líder en desarrollo regional.
Amo ver cómo cada 20 de julio alzamos la bandera, entonamos el himno y repetimos con orgullo que somos libres, que rompimos las cadenas que nos ataban al dominio español. Sin embargo, me surge una pregunta incomoda: ¿esa libertad de la que tanto hablamos es una realidad o es apenas una ilusión, una fachada bonita para tapar una realidad dolorosa? ¿Cambiamos los grilletes de hierro por otro tipo de cadenas?
No exagero. Hoy no nos gobierna un virrey, pero sí una corrupción que carcome desde adentro. No tenemos encomenderos, pero sí un modelo económico que castiga la iniciativa privada y deja a más de la mitad del país sobreviviendo con lo justo.
Estamos atados al miedo, lo que nos hace callar cuando deberíamos hablar y nos empuja a aceptar lo inaceptable. Hoy esas nuevas cadenas nos convencen de que “así ha sido siempre” y que no hay nada que podamos hacer, a lo cual me opongo rotundamente.
La verdadera independencia hoy no se pelea con armas, sino con ideas claras y acciones colectivas. No se trata de esperar a un héroe solitario, sino de construir entre muchos. De recuperar lo público, exigir transparencia, dignificar la política. De entender que un voto informado es más poderoso que un fusil, que un emprendimiento bien apoyado vale más que mil discursos, que una comunidad organizada puede cambiar su destino.
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En el departamento hemos olvidado que fuimos tierra de historia, de Presidentes, de defensores de la libertad. Hoy son menos las figuras para admirar, parece ser que nuestros políticos, las estructuras tradicionales, nos sumergieron en el abandono.
Nos han prometido desarrollo y nos han dejado con promesas; nos han prometido hacer historia con sus victorias y solo hemos estado en el radar nacional por sus escándalos.
El Tolima merece más, merece reclamar el presente, y sobre todo comprometerse con el futuro. La independencia no es un evento histórico, es una responsabilidad cotidiana. Romper las nuevas cadenas no será fácil, pero tampoco imposible.
No podemos seguir normalizando lo injusto. No podemos seguir resignados al clientelismo que ha hecho carrera en nuestro departamento. No podemos seguir teniendo miedo de elegir diferente por temor a no obtener trabajo o quedar etiquetados bajo un apellido político y ser vetados.
Debemos ser libres de escoger a quien esté mejor capacitado y no al que toca por un contrato. La libertad no se mendiga ni se espera, se conquista cada día, con dignidad, con coraje y con memoria.
El Tolima y Colombia necesitan un cambio, necesitan apostarle a la libertad real, y eso empieza por dejar a un lado el miedo, por exigirle más que un puesto a nuestros elegidos. Reitero mi llamado a dejar de ser espectadores de la novela que están protagonizando unos pocos y nos convirtamos en actores del cambio.
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