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El día de la independencia liberal

El día de la independencia liberal

Por José Baruth Tafur G.

*Abogado

Especialista en Marketing Político y Estrategias de Campaña

Maestrante Comunicación Política


En Melgar se dio la declaración de independencia del Partido Liberal con Olga B y Gentil Gómez, así como todos esos nuevos liderazgos en el partido. Y vaya que se sintió como un grito de libertad: “nosotros no nos arrodillamos ni a los clanes ni a los caprichos de quienes creen que con avales se compra la dignidad de un pueblo”.

Claro, la historia oficial dice que ganó Bermúdez, que la democracia habló, que el pueblo decidió. ¡Qué consuelo tan aburrido! Lo verdaderamente interesante está en el otro lado: en cómo el liberalismo se permitió algo que hacía rato no se veía: caminar con voz propia, sin pedir permiso a nadie. Eso, en Tolima, ya es una victoria.

Mientras algunos con falta de visión sonreirán porque “ganaron la alcaldía por 200 Votos”, los liberales de Melgar celebran otra cosa: haber demostrado que no están condenados a ser el vagón de cola de ningún tren electoral. Y lo hicieron con un gesto casi insolente: pararse con Gentil y Olga B, soportar la campaña, los ataques, el atentado, y aun así, quedar en el tablero como una fuerza con músculo.

Sarcasmo aparte: ¿no es curioso que los mismos que llaman a Olga B y Gentil “perdedores” sean los que tiemblan porque con ellos el liberalismo dejó de ser el eterno convidado de piedra? Eso duele más que perder una elección.

El Tolima ganó otra cosa: un partido Liberal que ya no es eco de nadie, que se probó en las urnas y que salió con la frente en alto. Porque al final, ¿qué vale más, una victoria coyuntural o un movimiento político que resurge de entre los escombros?

La ironía es que, mientras algunos gritan “¡en Melgar ganó la corrupción!”, lo que realmente quedó demostrado es que el liberalismo en Melgar está vivo, terco y dispuesto a incomodar. Y eso, créanme, pesa mucho más a futuro que un resultado inmediato.

El liberalismo en unión por un candidato no solo representa una candidatura: representa esa terquedad liberal que se niega a ser absorbida. Es el síntoma de un partido que, por más que quieran enterrarlo, sigue encontrando electores dispuestos a jugársela. Y ahí está lo picante del asunto: el liberalismo en Melgar no fue comparsa, fue protagonista.

Así que sí, celebremos con sarcasmo: el Partido Liberal no “ganó la alcaldía”, pero ganó algo mucho más incómodo para sus rivales: la independencia política. La libertad liberal y alejada de Jaramillo, el partido ganó la independencia, esa que no se negocia en pasillos ni se firma en acuerdos de medianoche. Esa que se grita con votos, con resistencia y con la terquedad de un pueblo que aún cree en el rojo liberal.

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