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Dar de leer ¿Cómo y para qué?
Expertos comparten la idea de que nunca se había leído tanto como ahora, pero, no porque se lea más, se lee mejor. Por lo que cuentan los maestros de sus prácticas de lectura y escritura en el aula, me surge la duda de si estamos formando verdaderos lectores o solo nos acercamos a formar leedores.
Las palabras las acuño del libro ¿Lectores o Leedores? publicado por la Universidad Nacional de Colombia (2013) y en cuya presentación uno de sus autores (retomando el texto de P. Salinas “Lectores y Leedores”) explica quiénes pueden ser leedores y quiénes verdaderos lectores. Entre la lista de los primeros ubica a los sujetos que quieren informarse a través de los diarios, a estudiantes que solo leen para entregar tareas e informes o prepararse para un examen, y a maestros que planean clases para dictarlas, sin provocar el cuestionamiento de sus estudiantes.
Por contraste, al verdadero lector lo invade la curiosidad, el deseo de indagar, de conjeturar, de estar siempre en la búsqueda de algo más que le dé la posibilidad de entender el mundo y abrir el diálogo o el debate con otros. El libro citado aquí, de hecho, no se queda en el cuestionamiento, sino que invita a la transformación de las prácticas pedagógicas para suscitar cambios en ellas y en la conciencia de los maestros.
Otra voz como la de Bernardo Peña, en su conferencia Dar de Leer (2003), cuestiona a promotores y mediadores de lectura. Advierte que los talleres, actividades y dinámicas de lectura promovidos en la escuela y en otros espacios, en ocasiones, pueden llegar a convertirse en “ejercicios puramente técnicos y carentes de sentido” que desvían el propósito fundamental de la lectura que es el encuentro personal del lector con el libro. Por tanto, ningún “artificio pedagógico” puede reemplazar esta experiencia personal y única.
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En este sentido, no hay que irse por las ramas cuando de leer se trata, no hay que envolver el libro en otra piel que no sea la del libro mismo, hay que adentrarse en el libro, sufrirlo si se quiere, profundizar en su comprensión para que quede algo de ese libro en quien lee. Los lectores iniciados agradecerán esos ejercicios donde ellos mismos descubren, reflexionan y asumen posiciones críticas frente a esos mundos hallados.
Los más grandecitos tendrán la posibilidad de escoger sus propias lecturas, oponer resistencia frente a las imposiciones de sus maestros, pero los más pequeños necesitan del mediador. En contextos de estratos bajos donde la familia no tiene posibilidades de comprar libros de calidad literaria, le corresponde al maestro ser el mediador entre el niño-joven y el texto. El mediador será un maestro a quien le guste leer, que tenga una experiencia de lectura con la que pueda contagiar a sus estudiantes y que dé los espacios para los análisis auténticos de los niños y jóvenes. Que tenga en cuenta contextos, edades y gustos a la hora de dar de leer; que lleve libros a la clase que se puedan tocar, oler. Que lea en voz alta con ellos, cuentos, novelas, poesías, biografías, crónicas, etc.
El mediador leerá los libros antes de darlos para leer, podrá hacer lecturas gratuitas, es decir, permitirá leer sin preguntar, a no ser que alguno quiera comentar. Estos ejercicios evitan la rigidez de ciertas jornadas de lectura en la escuela acompañadas con cuestionarios interminables que inhiben el deseo de leer. A propósito de estas prácticas, muchos escritores cuentan que aprendieron el ejercicio de leer y escribir de espaldas a la escuela.
Dar de leer implica ponerse a la altura del otro, de sus intereses y necesidades particulares. Esos potenciales lectores autónomos (no leedores) debemos orientarlos en el dominio de la comprensión lectora para el desarrollo del pensamiento crítico y en el dominio de la escritura que dé cuenta de lo que se lee. Se puede lograr con buenas prácticas en la escuela, planeadas, pensadas con conciencia del poder emancipador que tienen la lectura y la escritura para la vida.
- Por: Yolanda López
* Maestra Ilustre del Premio Compartir al Maestro
* Miembro de la Red Colombiana para la Transformación de la Formación Docente en Lenguaje.
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