Opinión
Vida en abundancia. Parte 2
Por Juan Bautista Pasten G. - Docencia e investigación. Universidad de Chile.
El pensamiento filosófico, durante siglos, consideró al ser humano, a la especie humana, como una conjunción de lo material y lo anímico, es decir, como un ser compuesto de aspectos físicos y metafísicos (alma y/o espíritu). Esta concepción, matizada y sublimada por una diversidad de ideas y hechos a través de la historia, ha generado situaciones problemáticas que, de una u otra manera, han obstaculizado la evolución de la humanidad hacia niveles superiores de interacción y socialización.
En efecto, la dicotomía indicada ha provocado el surgimiento de teorías sociales y políticas que tienden a priorizar un elemento en desmedro del otro, lo cual ha obviado, limitado e impedido el fortalecimiento de la humanidad en su plenitud, en cuanto seres plenos y unitarios.
Por lo pronto, el crecimiento efectivo se construye con personas altamente conocedoras de sí mismas, lo que se consigue mediante un proceso continuo y creciente. Para ello, resulta necesario ir develando nuestro auténtico ser y quehacer en el mundo, a partir de lo cual estaremos en condiciones de formar existencias – personales y colectivas – de calidad. Ciertamente, el habitar del hombre en el mundo será cada vez mejor, de real Bienestar (“Bien-estar”), en la medida que la vida sea la proyección y expansión cuantitativa de verdaderas riquezas cualitativas, es decir, el Amor, la Justicia, el Gozo y la Paz.
En efecto, prueba palmaria de lo anterior, es que si pudiésemos preguntar a las personas del mundo entero acerca de los objetivos y propósitos más valorados, la mayoría, muy seguramente, responda que los anhelos más apetecidos son: la Salud, la Sabiduría y la Felicidad.
En consecuencia, la Abundancia de Vida se halla sustentada en avanzar hacia crecientes y amplios niveles de enriquecimiento valórico, donde lo material constituye un aspecto importante, pero añadido, una prolongación o materialización de lo cualitativo.
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Ahora bien, es menester denotar algunas instancias que permitan o faciliten el crecimiento integral del que venimos escribiendo. Por cierto, no se trata de un recetario colectivo, sino más bien de propuestas que consideramos pertinentes de develar y realizar, como modo de ir elaborando existencias bellas, equilibradas y armoniosas.
Entonces, la abundancia de Vida está intrínsecamente ligada al conocimiento y aplicación de valores tanto estéticos como éticos.
Pasamos, a continuación, a manifestar nuestra propuesta vital. Espero que sea acogida, compartida y perfeccionada por cada uno de nuestros sapientes lectores.
Por otra parte, es preciso adelantar que el presente tema encontrará su corolario en una tercera y última parte que saldrá a la luz prontamente.
Examinemos ahora la tesis indicada:
1.- Autocuestionamiento. Una importante cantidad de seres humanos carece de comprensión interior, es decir, no se indaga en la intimidad de sí mismos, lo que conlleva a desconocer la riqueza anímica y, por tanto, a estar desconectados del Ser.
El excelso filósofo francés René Descartes (siglo 16-17), proponía acerca de esto que, para una amplia y profunda compresión de uno mismo, es necesario realizar, lo que él denominaba, tres “viajes”: a) al mundo exterior, a la percepción de cuanto nos rodea, a la sociedad humana y a la naturaleza. b) al mundo de los libros, que posibilita, en su decir, “la conversación con los pensadores de la antigüedad”. c) la inspección al interior de cada uno, que permita descubrir nuestra interioridad, este tercer “viaje”, constituye el más trascendente, ya que nos unifica con el Ser eterno y personal.
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El ignorar quienes somos realmente, puede redundar en un vacío existencial que suele derivar en soledad dañina, en ansiedad, angustia, neurosis, estrés y depresión e, incluso, buscar superarlas – de modo negativo – en comportamientos enajenantes como la drogadicción, alcoholismo, ludopatías, morbosidades, sectarismos políticos, religiosos, deportivos y otras actitudes afines.
Efectivamente, esa pobreza interior y sus penosos efectos, afectan a ingente número de individuos, de hecho, es una constante que podemos observar a diario en los rostros de las personas que nos circundan.
2. La protección y cuidado de la corporalidad. Sin duda, es fundamental proteger nuestro cuerpo, lo cual se logra dando un adecuado descanso, con una alimentación sana y regeneradora, además de ejercicios físicos regulares. En síntesis, significa tomar consciencia de la importancia de nuestro cuerpo, pues es el vehículo con que contamos para trasladarnos e interactuar con los congéneres y con la naturaleza.
Por cierto, cuidar del cuerpo es velar por el tabernáculo terrenal que permite habitar, de buena manera, en este planeta. Basta contemplar la diversidad de malestares y enfermedades humanas para cuidar y exaltar la salud física, que permite vivir y movilizarnos libremente.
Para culminar esta segunda parte y, asimismo, invitar a la lectura y análisis del artículo final, nos quedaremos con la cita del filósofo suizo Henri-Fréderic Amiel (siglo 19): “Tu cuerpo es templo de la naturaleza y del espíritu divino. Consérvalo sano, respétalo, estúdialo y concédele sus derechos”.
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