Opinión

Un clamor nacional

Un clamor nacional

Por Alberto Santofimio Botero. - Exministro de Estado, Exsenador de la República.


Como defensor de la libertad, ante la inaudita polarización dogmática que invade el espacio actual de la sociedad y la política, he vuelto la mirada a la obra, siempre actual del admirado Premio Nobel, Albert Camus. En un texto escrito en 1948, afirma, con sangre de la libertad: "Nuestra desgracia es que estamos en la época de las ideologías, y de las ideologías totalitarias, es decir, tan seguras de ellas mismas, que no admiten, otra salvación para el mundo que su propia dominación".

Tantos años después, Colombia, lejos de la moderación, del debate racional y tranquilo, se mueve entre los dogmatismos que ahogan el derecho a opinar con libertad, con espíritu genuinamente liberal y patriótico.

Pensar que todo lo que propone el otro hay que rechazarlo, sin analizarlo objetivamente, es una manera irracional de eludir del debate inteligente, de graduar estérilmente de enemigo a quien afirma o propone algo distinto a nuestro propio pensamiento. Y, este imperio fatal del odio extremista, trasladado al seno de la familia, al círculo callejero, a la habitual charla de café, genera la violencia verbal, el grito colérico, el preludio fatal de la violencia física.

Todo trata de dañarlo el lenguaraz y perverso irrespeto por la honra ajena. No hay debate de ideas sino grosero cruce de insultos. A la ya deplorable decadencia de la política que afecta gravemente el proceso democrático y el suceso electoral, este clima malsano que se vive en el país, y particularmente en Ibagué y el Tolima, y que afecta la convivencia, la tolerancia, el respeto por la dignidad y la opinión del ciudadano contradictor, está envenenando y envileciendo todo.

Es un demonio destructor repudiable, aupado por el irresponsable manejo de la red digital y del celular. La cobardía anónima serpentea con falsas noticias, calumnias, verdades a medias, desinformación absoluta. La verdad es ajena a ese diario terror de la mentira perversa, difundida en el cuerpo social como la metástasis de células mortales.

Que el gobierno pueda gobernar, que la oposición pueda hacer su tarea alternativa, que los medios de comunicación tengan pleno derecho a informar y opinar, sin ser estorbados. Que todos los candidatos en las elecciones regionales propongan libremente, y el pueblo escoja sin el fantasma de la corrupción que todo lo daña y lo envilece.

Porque consideramos indispensable el reino de la libertad, de los derechos humanos y de la dignidad colectiva, porque defendemos el sistema democrático, y abominamos cualquier tentación totalitaria y de fuerza, porque creemos con devoción en los valores históricos trascendentales del Tolima heroico, porque queremos su progreso social y su desarrollo económico equitativo, igualitario, justo y sin vetos ni exclusiones. Hacemos desde la experiencia este llamado.

Ganémosle la batalla a la pobreza extrema, al atraso, a la miseria, a la injusta distribución de la riqueza.  Salvemos la democracia de sus enemigos emboscados. Porque aquí vimos la primera luz, y aspiramos a morir un día. Hacemos un llamado ferviente a la sensatez, la cordura, la convivencia, el entendimiento. Proclamemos con convencido orgullo, la civilización contra la barbarie y el odio.

Unámonos, elijamos a las mejores mujeres y a los mejores hombres el 29 de octubre, pero hagámoslo como un limpio e independiente acto de fe, como un propósito esencial   y colectivo, de paz real, cuyos cimientos deben centrarse desde lo más profundo del espíritu generoso del corazón humano, levantando este empeño de todos, firme y alto, como una patriótica bandera victoriosa.                          

 

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