Opinión

El difamador. ¡Muera la inteligencia! Y que ¡Viva la muerte!

El difamador. ¡Muera la inteligencia! Y que ¡Viva la muerte!

Por Kike Arbeláez - Abogado


En la narrativa de desprestigio se relataban todo tipo de horrores en un procedimiento médico, y simultáneamente se estaba llamando a la denunciada para que pagara cierta suma de dinero, so pena de enlodar y acabar su buen nombre.  Lo lograron parcialmente.

Entre lagrimas y sollozos de los afectados me enteré de la propagación de la información, manipulada sin escrúpulos, que se había difundido por diversos medios entre otros, algún pasquín digital de esos que abundan hoy día, de parte del abogado Ramiro Suárez Peña, quien arropado detrás del supuesto derecho a informar u opinar, y ocultando su verdadero interés en este asunto, obtener réditos profesionales, se lanzó a arrastrar el nombre de Diana Lorena Giraldo, sin piedad, más que con la prosa poco afortunada, acudiendo a imágenes impactantes y amarillistas y manteniendo simultáneamente abierta la puerta de la negociación millonaria, pactemos y callemos era la consigna, como en el Pacto de Ralito.

Y esta peculiar batalla se desarrolló para desgracia de la víctima, en este evento la profesional médica, en el más trivial y ligero de todos los escenarios, las redes sociales, erigidas en verdadera cloaca de la información.

La mentira y tergiversación de los hechos, el insulto y la calumnia, convocan a significativos grupos de personas que reproducen, sin parar, una realidad paralela, destructiva, que da cabida a la insidia, y alienta a los partícipes que saltan de emoción cuando identifican con morbo el veneno que daña, y destruye vidas, para gozo de profesionales difamadores, en esta ocasión vestidos de nobles samaritanos.

Por eso, poco importa que ya tres sentencias judiciales, una de ellas de un alto tribunal, hubieran ordenado al insólito opinador Ramiro Suárez Peña, suspender la difusión de información, apócrifa y mentirosa, que rectifique lo dicho por carecer de veracidad, a lo que el condenado se resiste, seguro que el poder destructor de la red hará trizas los efectos de tales decisiones, que no dijeron nada diferente (los fallos), que nadie puede erigirse en juez de los actos de terceros, y menos si se tratare de un juez venal, para ser más precisos un juez que espera unas dádivas o migajas de esta situación, como seria el caso del columnista Ramiro Suárez Peña.

No existen demandas contra la especialista, que busquen indemnización por la mala praxis médica y al final poco importa esto, o lo que se diga u ordene la justicia, acerca de la tergiversación e infamia de lo dicho, las imágenes necrósicas que venera la red, y el veneno inoculado por el difamador son un arma mortal que resulta infinitamente más destructiva que la idea que ordene enmendar o corregir, la degradación de la imagen en manos del difamador Ramiro Suárez Peña es más efectiva que la decisión judicial, como quien dice el ¡Muera la inteligencia! que ¡Viva la muerte!, que viva la degradación del individuo en pos del cochino dinero logró casi cien años después su mejor escenario. 

Lamentable la forma de ejercer la profesión de quien pretendiendo fungir de gran samaritano usa la tribuna pública para atacar y enlodar, supuestamente protegiendo personas desvalidas, lobos disfrazados de ovejas. No aparecen las demandas todo era un tema pecuniario buscado de la forma más ruin.

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