Manuela Ospina Varón

El 27 de octubre ejerceremos el derecho al voto, una oportunidad clave para activar y definir la política que nos guiará por lo siguientes cuatro años. El voto, si bien es un mecanismo de participación, se convirtió en un negocio de pocos que se respalda desde el sufragio o la abstención.  

Existen distintos enfoques teóricos que intentan analizar cómo se comportan sus ciudadanos a la hora de participar democráticamente en elecciones. En mi opinión, la teoría de elección, donde el votante es capaz de identificar, qué candidato se acerca más a sus deseos, es el deber ser de la participación política. Allí el político ofrece bienes y servicios por medio de sus planes de gobierno y los electores deciden racionalmente que demandan por medio de sus votos.  

Sin embargo, cuando las personas no realizan un previo estudio acerca de las posibilidades que tiene un candidato de ejecutar sus propuestas, están siendo desleales con su futuro. Se vende el futuro por un tamal y chocolate frío. Esta herramienta debe ser usada con la convicción suficiente que quién logre alcanzar el título de Gobernador o Alcalde, sea la persona ideal para velar por el bienestar común. Hoy, existen distintos problemas al interior de nuestra ciudad, pero no existe ningún lugar en el mundo que no tenga algo que resolver, y son los mismos problemas: agua potable, desempleo, electricidad, movilidad, delincuencia, gestión de recursos, por nombrar algunos.  

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Autores como Easton, definen los sistemas políticos como procesos que combinan tres componentes: autoridad, régimen y comunidad. Esta definición se puede aplicar ante cualquier tipo de organización social, y así como el autor lo plantea en distintos textos, estos tres se relacionan de manera interdependiente y de causa y efecto. Siendo el elector quien define al candidato que se convertirá en la próxima autoridad. Esto lo puede desarrollar desde dos perspectivas: El Voto Estratégico (votar por el candidato que le resulte menos perjudicial)  o por medio del Voto Sincero (candidato o partido preferido). 

Por eso, los invito a ejercer su derecho y no dejar que otros elijan por usted, por que así como una mamá solo quiere el bienestar de sus hijos, nosotros los ibaguereños y tolimenses solo queremos ver a nuestra tierra progresando. La política debería ser una expresión de amor propio. No me refiero únicamente a la persona que se considera con las capacidades y actitudes necesarias para tomar esta gran responsabilidad, sino también de las personas que deciden respaldar a alguien para que sea su líder.

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Antes de definir el futuro de todos, yo los invito a pensar: 

¿Sus propuestas son contundentes y viables? ¿Es una persona que le interesa ayudar a todos o a unos pocos? ¿Usted ha sido comunicado o informado de las propuestas? ¿Sus ideas se adaptan al contexto, tiempo y lugar? ¿El candidato está identificando problemas o dando soluciones? ¿Está lo suficientemente preparado para asumir tal responsabilidad? ¿Existe una coherencia económica en sus propuestas? ¿Va dar continuidad a las viejas políticas públicas y cómo lo va hacer? y si es el caso de dar inicio a unas nuevas, ¿Cuanto tiempo plantea que le tomará? y lo más importante, reevalúe si lo que le están proponiendo es en realidad algo nuevo, o si solo le están recordando algo a lo que usted tiene derecho desde la constitución de 1991. Las estadísticas en el contexto nacional indican que menos del 30% de los ciudadanos leen las propuestas de los candidatos a las alcaldías.

Su compromiso para no botar su voto es ahora. Y si, existen distintos tipos de voto, ya sea por lo que comúnmente llamamos “descarte”, vendido, por compromiso o razonado, en sus manos está el valor que le da al suyo. 

Manuela Ospina Varón.  Estudiante de Relaciones Internacionales.