Opinión
Los caídos del zarzo con Cien Años de Soledad
Por Germán Gómez Carvajal - Periodista-docente Unibagué
La arrogancia de los supuestos intelectuales en su mayoría colombianos, sabedores de todo y en últimas de nada, alardean que la serie Cien Años de Soledad dista mucho de la novela escrita por Gabriel García Márquez, en un afán de parecer expertos, y gritarle al mundo, que alguna vez leyeron la obra.
La serie es buena y solo un caído del zarzo puede comparar dos lenguajes completamente diferentes como la literatura y el cine. Los dos se hermanan, son hasta mellizos, pero nunca gemelos, jamás cabe una comparación, porque son estos formatos como sal y dulce, como Rebeca y Amaranta.
Yo me he gozado la serie como un niño, como si estuviera volviendo a descubrir Macondo desde otra rendija, desde otro lugar desde el que atisbo, donde sé, de entrada, que no me voy a encontrar con la prosa envolvente y bruja de Gabriel García Márquez, si no con la historia, condensada en imágenes, apretada al ritmo de lo rápido, representada en rostros, en locaciones y acciones. No estoy esperando musicalidad ni cadencia literaria, ni el resguardo sacro del libro porque para eso mejor lo leo, uno más uno son dos.
Aquí vale la pena mencionar la palabra adaptación, y explicarle a gente pilosísima como a Iván Gallo, que el verbo adaptar es imprescindible a la hora de examinar la migración de una historia pensada como libro a la pantalla.
Y sé que un tipo como Iván Gallo entiende muy bien lo que es la adaptación, porque al no recibir buenos comentarios a sus críticas frente a la serie, la empezó a ver con otros ojos y a reconocerle lo bueno a su mejor estilo. Porque Iván Gallo es un tipo que tiene un talento natural para la escritura, especialmente cuando de describir y desdeñar el trabajo de los demás se trata, un rol que también es importante pero que, a la hora de la verdad, y jugando a recetarle de su propia medicina, es claro señalar que Iván como creativo y hacedor de productos artísticos o periodísticos se quedó corto hace mucho rato y que su obra magna es una tirada de mierda a Ricardo Arjona.
Aquí me parece oportuno destacar el trabajo de José Rivera, el tipo que se encargó en primera instancia de construir los guiones de la serie basado en lo que escribió Gabo, háganme el inmenso favor, qué reto, qué zapatos los que le tocó ponerse a ese tipo, mis respetos.
Y en la otra fila a Alex García López y Laura Mora, los directores de la serie, de quienes destaco su capacidad de estar en todo a la vez, hay mucho cuidado en los detalles, en la utilería, en el vestuario, en la locación e incluso en el casting.
Y aquí quiero enviarle un guiño especial a Laura Rangel, una estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Ibagué, quien se puso la 10 para ayudar a la producción en los procesos de casting en la Ciudad Musical, para recrear Macondo en Alvarado y quien también actuó como una de las hijas del corregidor Moscote, la celestina de amores mediados por cartas.
La serie ha acercado a nuevos públicos a la pluma de nuestro Nobel, dinamizó la economía del Tolima considerablemente, abrió espacios para talentos locales, y anda rodando por el mundo sin noción de techo porque sus números de recepción en la plataforma Netflix son impresionantes.
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