Opinión

La necesidad del amor

La necesidad del amor

Por: Edgardo Ramírez Polanía 
Doctor en Derecho


El amor ha sido definido por literatos y poetas desde la antigüedad, sin que haya una precisión exacta que permita establecer la causa de ese sentimiento positivo que estimula a las personas a la satisfacción, más allá de la atracción, el sexo, la vida en común, o el deseo de expresar las emociones de la vida.

No es ilusoria ni vana la suposición, de que el orden del sentimiento amoroso haya podido ser auxiliado por la civilización y la cultura, a un cierto margen de novedad y refinamiento. Observado a través de los siglos el amor, resultan diversas manifestaciones del comportamiento que según V.J. Wukmir en su obra Emoción y sufrimiento, hacen surgir problemas emocionales fundados en la incomprensión, el orgullo y el miedo que son también causa de “complicaciones sicológicas y físicas del individuo tomado como un todo, que garantiza ventajas para la angustia y el dolor que a muchos acompaña y que traducen en la enfermedad”. Sea porque la literatura transparenta y traduce la vida, o como dicen otros, que la vida se deja preformar por la literatura.

Los amantes contemporáneos creen poco en la vasta complejidad sicológica a donde han sido llevados los héroes de Proust, Kafka o Joyce. Quienes saben de éstos autores, se escandalizan del tenebroso mundo interior que les ofrecen como espejo de sus propias almas. Se resisten al parecido que les garantizan los autores y críticos. Se consideran libre de complejos freudianos, de la perfidia moral como medida del ser humano. Todo eso, parece monstruoso y absurdo. Pero es evidente.

El paisaje literario de amor romántico resulta fundamentalmente engañoso porque de él se supone un equilibrio o desequilibrio  sentimental, de cuya clave se cree que está ausente toda noción oculta de la verdad. Pero moral y sicológicamente casi todos los seres humanos han sido siempre iguales.  Si no se sabía ahora se sabe,  que bajo la espuma literaria del Romanticismo proliferaban los complejos de Freud, las obsesiones sexuales descritas por Proust, o Martín Lucenay en Las aberraciones. La lujuria, la pureza, la ternura, la lealtad y el engaño, representan dentro del amor el aporte de elementos contradictorios que forman su precaria unidad.

 El defecto del Romanticismo en la literatura amorosa, en la sobreestimación que de los elementos positivos, se hacía en perjuicio de lo negativo, creando una aparente realidad. La eminente tarea del Naturalismo fue esa, restaurar los fueros de la sensualidad, del cuerpo, y de la conciencia que fueron postergados por el arte romántico. Stendhal y Flaubert son, pues, las dos referencias de antecedentes que han podido reclamar los novelistas actuales del amor.  Claro que antes, habían clásicos, que llevaban el análisis del amor a un grado exasperante de precisión y agudeza.

El análisis sicológico pone al desnudo en flagrante evidencia, cuanto hay en materia de azar y de inseguridad en la pasión que se presentaba antes con carácter inapelable de estabilidad. La gente se pregunta si ha servido para tornar más seguro el amor el descubrimiento de algunas leyes como la del matrimonio civil. Tal vez, convendría responder que el conocimiento del mecanismo del amor no mejora sus las leyes naturales, pero sí amplía el conocimiento de las gentes hacia la posibilidad que existan otros medios distintos al religioso para casarse de manera más rápida y legal, para efectos contractuales, pues, si fallece uno de los cónyuges, sin que civilmente se haya registrado el matrimonio católico, tendrá que realizar incómodos trámites. Y más aún, si no son casados y conviven durante muchos años, no tienen sociedad conyugal, sino unión marital de hecho que puede no tener una sociedad patrimonial. Es decir, surge un problema a ese amor directo, elemental, cándido, un poco accidental, ajeno a los asuntos de la inteligencia, de la civilización y la cultura de nuestro tiempo como es la legalización de los actos y su cumplimiento.

Las diferencias formales en la expresión literaria del sentimiento amoroso son más notorias entre románticos que entre contempéranos   y  clásicos. La explicación se halla en la vida misma. El amor en la vida contemporánea, se asimila a la de Estados Unidos. Existe allí un culto al cuerpo y el amor es más libre y es una cuestión de forma que pone en peligro a la sociedad por su simplicidad sentimental. De allí que el amor en la literatura es alucinante y de un realismo brutal.

El amor lo necesitamos y no ese odio irracional de los enemigos del vecino, del empresario, del gobierno, del profesional, por creerse falsamente mejor.

Como contraposición al amor, existe el odio a través de la historia que ha sido la causa de las peores acciones y las más perversas actitudes e incomprensiones que terminan con la amistad, la familia   fomentan la violencia, los golpes blandos, las guerras y la muerte, que causan un retroceso en las sociedades y en un permanente desafío y terror entre las distintas facciones económicas, políticas y religiosas en que se divide la humanidad.

Convendría tener presente lo que dijo Jesucristo: “ Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.”. Es una frase, que el egoísmo y el odio dejaron “envuelta en sábanas de olvido”. Parece un imposible que impere el amor en la sociedad y dejar de matarse, pero se podría intentar tratar de rescatarlo, como una necesidad inaplazable para buscar la solidaridad y el progreso.

 

 

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