Opinión
La Amistad
Por Juan Bautista Pasten G.
Para nadie es un misterio el conflicto permanente que ha caracterizado a los seres humanos desde su origen hasta el presente. Las discusiones, los problemas, las separaciones, las peleas, las guerras han sido prácticamente pan de cada día.
¿Por qué nunca los humanos hemos vivido unidos y, por tanto, tampoco hemos sido personas solidarias ni hermanadas? En efecto, tal acercamiento se ha producido solo en contadas circunstancias, por lo general, en situaciones límites y críticas de miseria, pobreza, hambre, pandemias y/o catástrofes naturales.
Por lo pronto, según mi parecer, lo anterior, se debe, principalmente, a que no se ha reconocido ni fomentado el valor esencial de la Amistad, el cual se halla intrínsecamente enlazado con Valores afines, como la fraternidad, el compañerismo, la camaradería y la solidaridad.
Examinemos un poco la historia respecto al valor o virtud que nos convoca en este artículo.
En la antigua Grecia, cuya rica cultura ha sido fundamento, en gran medida, de la llamada civilización occidental, concebían al Amor como cualidad y quehacer prioritario del ser humano.
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Efectivamente, la sociedad griega ya en los albores del pensamiento filosófico y, por tanto, racional y científico, asoció el amor – con su diversidad de manifestaciones - a tres divinidades de la mitología. Es así, que se simboliza y desarrolla este valor de la siguiente forma:
- Filia: representa el Amor como amistad, fraternidad y solidaridad
- Eros: expresa el amor de pareja, corporal, carnal.
- Ágape: indica el amor como generosidad y caridad, que no espera retribución y recompensa.
Ciertamente, cada una de estas concepciones y proyecciones del Amor, ameritan un más que profundo análisis y reflexión. Sin embargo, lo que nos ocupa ahora es el denominado “amor filial”.
La Amistad constituye una de las buenas y mejores acciones humanas. La amistad propicia y favorece muchas actividades que enriquecen la condición de las personas. Mencionemos algunas de ellas: Los amigos están cercanos en momentos de dolor y aflicción, pues otorgan ayuda material, emocional, mental y valórica; además, suelen colaborar en tareas difíciles de concretar.
La Amistad, por otra parte, entrega instancias de alegría y apoyo moral. En fin, ser amigos (as) es ser solidarios, nos permite enfrentar unidos las adversidades, así como construir espacios de bienestar físico, emocional y espiritual.
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En consecuencia, la Amistad fortalece, empodera y allana el camino para el crecimiento personal y social. La amistad permite darnos cuenta que avanzamos mucho mas estando unidos que en permanentes estados de competitividad, individualismo y egoísmo.
Ahora sí estamos en condiciones de responder al interrogante inicial. Si el mundo, las personas y las sociedades humanas, incluso las mas “civilizadas “y “culturales”, no han privilegiado ni han puesto como fundamento primero a la Amistad ni la solidaridad, se debe, simplemente, a que se han desviado del sendero que conduce hacia la justicia y el bienestar colectivo.
Los seres humanos - en especial quienes tienen o han tenido sitiales temporales de poder - conscientemente han insertado valores extrínsecos, ajenos y distantes al desarrollo y crecimiento del conjunto de la humanidad, favoreciendo, por lo general, intereses y afanes de grupos minoritarios en sus ambiciones económicas y/o políticas.
Para nosotros, el pensamiento valórico real y las acciones que le son inherentes, no pueden ser excluidos de ninguna expresión ni actividad humana. Por el contrario, es imprescindible educar y fomentar estos valores en todo momento y lugar, desde la temprana edad hasta el término de nuestro paso por este planeta.
Es menester hacer uso de todos los elementos disponibles para consolidar tan loable objetivo. La educación humanista, en especial la solidaridad, debe constituirse en sustrato, medio y fin del quehacer del hombre en el mundo.
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Ahora bien, en un mundo plagado de negatividad, pesimismo y desesperanza, el Amor se levanta como bastión de lucha, el cual es necesario que permanezca hasta alcanzar el pináculo de la vida humana. La dinámica vital debe moverse en y desde el Amor. Allí será posible el encuentro real y verdadero de las personas.
Por consiguiente, en tiempos de crisis sanitarias, económicas y políticas que afectan al mundo entero, la solidaridad surge con ingente fuerza para permitir, finalmente, la unidad del hombre consigo mismo, con el prójimo, con la naturaleza, con el universo y con Dios.
“La esencia de la vida es servir a quienes nos rodean y hacer el bien “. Aristóteles, filósofo griego.
“El primer paso en la evolución de la ética es un sentido de solidaridad con otros seres humanos”. Albert Schweitzer, médico y filósofo franco-alemán.
“Nadie que haya aliviado el peso de sus semejantes, habrá fracasado en este mundo”. Charles Dickens, escritor británico.
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