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Opinión

Ibagué en la inmunda

Ibagué en la inmunda

Por Samuel Antonio Gómez Ramírez


Ibagué aparece como la segunda ciudad con más desempleo en Colombia, después de Quibdó, según las estadísticas del DANE, con 18.4% de desocupación, o sea que, si contamos en la ciudad con una PEA (población económicamente activa) de 275.000 personas, el número de desempleados sería de 50.600.

Un escandaloso número que daría pie a la posibilidad de manifestaciones permanentes o de levantamientos ciudadanos, para visibilizar sus inconformidades; pero no es así, en lugar de mantener la ética y cultura de la sana convivencia, los valores de la honestidad y el amor por la ciudad, se acogen atajos que nos conducen al abismo, ya que son el caldo de cultivo perfecto para que la corrupción pase inadvertida y la sociedad se degrade, aceptando las reglas  de juego de un proceso que compromete la sostenibilidad de la ciudad y la viabilidad de una comunidad, que cada día se sumerge más en la abulia, el afecto por el dinero fácil y la procrastinación.

La sociedad ibaguereña ha mutado con el pasar de los años, para superar las falencias en las políticas de Estado y de los gobiernos regionales en materia de empleo, mediante la implantación de prácticas lícitas, pero inconvenientes para el futuro de la ciudad, como las remesas provenientes de los que emigran, y otras ilícitas, como permitir la corrupción política que paga a líderes sociales generadores de cientos de redes para ejercer la compra-venta de votos, permitiendo la perpetuación de funcionarios corruptos y de una dirigencia política y gremial sin horizonte diferente al aprovechamiento personal.

Lo mismo que participar en las redes de macro y microtráfico, bien sea transportando o expendiendo; hacer parte del ejército que apoya el gota a gota; conformar grupos para atracar personas, robar apartamentos, motos y carros; apoyar la extorsión que se lidera desde las cárceles; formar redes para la trata de personas, inclusive, desde establecimientos comerciales y, dedicarse al lavado de activos, etc.

Las mesadas que llegan del exterior, valoradas en 650.000 millones al año, darían un promedio de 50.000 millones de pesos al mes, que divididos por $1.500.000, que corresponden a un salario mínimo, nos indica que 33.000 familias ibaguereñas pueden vivir de esos giros, que se convierten en una especie de subsidio, como el de Familias en  Acción del gobierno nacional, que bienvenido sea, pero tiene hondas repercusiones para la ciudad, pues desincentiva a las personas a ser productivas y las lleva a despreocuparse por los problemas locales, haciéndolas de paso vulnerables, ante cualquier inconveniente político, social o económico que afecte el ambiente internacional y restrinja la posibilidad de los ibaguereños residentes en el exterior, para enviar sus recursos, especialmente de países como, Estados Unidos, España y Chile.

Hoy en día, a esas 33.000 familias ibaguereñas, no les interesa los aconteceres de la ciudad, sino las noticias internacionales, para saber la cotización del dólar y del euro. Ibagué con su gobierno local, que se sepa, no está haciendo nada para afrontar contingencias de esta naturaleza.

Según las estadísticas SIEDCO de la Policía Nacional, los delitos de impacto registrados en Ibagué en 2022, fueron: extorsión 168, hurto de automotores 39, hurto de motocicletas 322, hurto a personas 5.330, hurto a residencias 512 y hurto a comercio 537, que corresponden solo a los denunciados, que es una cifra muy inferior a los ocurridos en la realidad.

El gota a gota utiliza un ejército, de al menos 250 personas, que solo requieren poseer una moto. En la distribución de estupefacientes, se emplean los NINIS (jóvenes que ni estudian ni trabajan) y ejercen su actividad en jornadas cortas y lugares determinados; esto ocurre, por la alta desocupación de los jóvenes entre los 15 y 28 años, que registra un indicador de 28.5%.

En los últimos años, se ha implementado otro sistema irregular, a través de establecimientos comerciales, por ejemplo, algunas peluquerías y centros de diversión, desde donde se ejerce la trata de personas y el expendio de productos alucinógenos. Además, toma fuerza en la ciudad el lavado de activos y la venta de autopartes robadas.

Bajo este panorama, si restamos a los 50.600 desempleados, 33.000 ibaguereños que viven de las remesas y otras 2.000, de las actividades ilícitas anteriormente citadas, llegaríamos a una cifra real de desempleo de 15.600 personas, (que nos arrojaría una desocupación neta del 6%), solo que, solucionar un drama como el gran desempleo nuestro, con emigrantes y economías ilícitas, es algo preocupante, por decir lo menos.

Comienzan entonces a aparecer posibles respuestas a las preguntas que todos los días nos hacemos en Ibagué: ¿Como es que la gente fiestea todo junio? ¿Cómo así que con tanto desempleo y se venden todos los apartamentos que se construyen? Y ¿Cómo es que, los viernes, sábados y domingos, se ven restaurantes, discotecas y centros comerciales llenos?.

Tal vez por estas razones es que los ibaguereños somos tan pasivos y permisivos con la corrupción, y tan despreocupados con el desarrollo de la ciudad. Se completan 33 años sin una gran obra, y no ha existido la primera manifestación ciudadana, que reclame el tiempo perdido, porque el cáncer hizo metástasis y la sociedad se resignó al camino equivocado, el de poco esfuerzo y compromiso, el de dejar las cosas para otra oportunidad, el del dinero fácil, el de no aceptar hacer el ejercicio de traer al presente el futuro que queremos y merecemos; y más bien, permitió dejar que el tiempo pase, que Dios proveerá.

A este panorama se suma la falta de liderazgos a nivel local y nacional, que cuando aparecen son eclipsados por las castas políticas que dominan el territorio, pero la renovación es escasa, por la falta de interés de los jóvenes en participar, o por el miedo a comprometerse, de las personas que ostentan alguna prestancia o reconocimiento.

Hoy el Tolima añora tener como sus representantes, esos apellidos que tanto se criticaron en el pasado, pero que bien o mal, nos representaban en el concierto nacional y traían al Tolima recursos y expectativas de desarrollo; a los líderes actuales, no sabemos cómo les quede la camiseta del Vinotinto y Oro, porque todavía no se la han colocado y el Tolima e Ibagué, siguen esperando que se la pongan y la suden.

Pd. Para la construcción de este artículo se hicieron algunos talleres de percepción de la realidad local actual y se sostuvo una larga conversación sobre temas de seguridad local, con el sicólogo Rubén Darío Ramírez Arbeláez, Consultor

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