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Opinión

El propósito de la filosofía (segunda parte)

El propósito de la filosofía  (segunda parte)
Por Juan Bautista Pasten G.
Vivimos, ciertamente, en un mundo donde predomina el individualismo, el consumo exacerbado, la competencia y el logro de bienes materiales. ¡Para nadie es un misterio! Un mundo que tiende a desechar y desvalorizar el pensamiento reflexivo, analítico y cuestionador. Más bien, prevalece el intento de adaptarse, acomodarse y/o resignarse al “status quo”, a la realidad inmediata, así como el anhelo de destacar por sobre otras personas, mostrarse como alguien exitoso.
 
En este contexto, el pensamiento, la meditación, el conocimiento de sí mismo, constituyen situaciones secundarias, ajenas e insuficientes, ya que se las considera distantes de los deseos de crecimiento cuantitativo predominante. 
 
Sin embargo, en la percepción señalada se manifiesta una de tantas falencias cognitivas que han caracterizado al ser humano desde su origen. Estas falencias – acrecentadas con el materialismo obsesivo actual – pueden sintetizarse en el disvalor de la “ignorancia”, del cual nos han hablado los filósofos desde la antigua Grecia, en especial Sócrates, Platón y Aristóteles.
 
 Esto puede evidenciarse en el siguiente principio platónico: “El origen de la maldad es la ignorancia”, queriendo señalar que está es la causa de la diversidad de disvalores que caracterizan la existencia humana.
 
Ahora bien, la ignorancia tiene diversas expresiones. En efecto, a veces surge como desconocimiento existencial, que consiste en vagar por el mundo sin encontrar ni buscar jamás sentido ni dirección a la vida.
 
 Además, tenemos la falsa sabiduría – más peligrosa que la anterior – pues caracteriza a las personas, instituciones u organizaciones que se arrogan el título de verdaderas, por tanto, la humanidad debería acatarlas, adherir y subordinarse a ellas.
 
También existe la “docta ignorancia” - ¡enhorabuena es preciso decir! -, es aquella que define, propiamente, el quehacer filosófico. Consiste en reconocer que todo cuanto sabemos y conocemos los humanos, es ínfimo y limitado respecto de todo cuando ignoramos, pero al mismo tiempo, es emprender el camino del saber que permita ir dilucidando lo desconocido y avanzar hacia la Verdad. ¡Una tarea ardua y fascinante que ha perdurado por más de 27 siglos!
 
No obstante, la ignorancia que encontramos en la mayor parte de la humanidad, es aquella que ha generado la multiplicidad de problemáticas y conflictos que la han aquejado casi desde el origen del ser humano hasta nuestros días. En efecto, es esta ignorancia la que debe ser expuesta y resuelta con prontitud, antes que la vorágine disvalórica termine por aplastarnos y exterminarnos como especie.
 
En este punto, pensamos que resulta no solo pertinente, sino primordial, darnos cuenta de la importancia de la reflexión filosófica para nuestra vida, tanto para su cuidado y protección, como para el crecimiento cualitativo de la misma. Es preciso, entonces, recuperar o crear instancias de meditación integral que vengan a mejorar nuestro habitar y ser en el mundo. 
Cuando escribimos de enriquecimiento de la vida, lo hacemos pensando en su totalidad, vale decir, en las manifestaciones humanas, animales y vegetales, lo cual redundará – más temprano que tarde – en el mejoramiento del planeta en su conjunto.
 
Ahora bien, el propósito de la Filosofía apunta en la dirección mencionada al propiciar los siguientes objetivos medulares:
 
a) Permitir un creciente conocimiento de sí mismo. Esta autocomprensión allana el camino para el fortalecimiento de las personas, al develar y desarrollar cualidades internas y proyectarlas positivamente hacia quienes nos rodean.
 
b) Entregar herramientas emocionales y mentales que permiten enfrentar y vencer las siempre complicadas relaciones interpersonales; esto es posible al generar y fomentar valores y sentimientos como la Autoestima, la Resiliencia, la Perseverancia y la Empatía.
 
c) Otorgar un adecuado sentido a la Vida, que direccione positivamente nuestro ser en el mundo, que provoque la transformación esencial de meros actores secundarios en auténticos protagonistas de la realidad. 
Como señaló el gran poeta hispano Antonio Machado, “Nunca es tarde para comenzar algo grande”, en consecuencia, aún es tiempo de convertirnos en los dueños de nuestro destino, en los sujetos de la historia, en los seres grandes llamados a construir las sociedades y el bello mundo que vivenciamos durante nuestra niñez y que, posteriormente, soñamos y avizoramos a distancia.
 
La existencia banal, rutinaria y repetitiva será superada y vencida cuando nos atrevamos a ser quienes verdaderamente somos: hombres y mujeres únicos e irrepetibles, pero además buenos, justos y bellos. Es el momento de recuperar y recordar nuestra esencia real, como lo anunciaron los filósofos desde la antigüedad, es decir, seres universales y divinos.
 
¡Amigos y amigas, que nuestro breve paso por este pequeño planeta no sea en vano! 
 
“Los que luchan un día son buenos,
 Los que luchan muchos días son muy buenos,
 Los que luchan muchos años son aún mejores;
 Pero los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”. Bertold Brecht, escritor, poeta y dramaturgo austríaco alemán.
 
*Docencia e investigación en filosofía
 
Universidad de Chile
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