Opinión
El macho: Cosificación, mercancía y penes.
Por Carlos Eduardo Martínez Cano
Es ya una constante en el discurso machista para afrontar una discusión frente a una mujer, el uso de la siguiente frase: “eso lo que le hace falta es un macho”. Expresiónexplotada sistemáticamente contra mujeres que colocan en disputa sus argumentos, que confrontan y fijan una posición crítica sobre algo; obviamente para el macho la mujer no deja de ser más que un objeto que no debe permitirse reflexión o posición; como lo afirma Mackinnon en Feminismo, marxismo, método y Estado: una agenda para la teoría:Para las mujeres, no hay distinción entre objetivación y alienación, porque no hemos sido las autoras de la objetivación, hemos sido la objetivación.
Las mujeres han sido la naturaleza, la materia, aquello sobre lo cual se actúa, sometidas por el sujeto actuante que busca encarnarse en el mundo social. La reificación no es sólo una ilusión para el reificado; es también su realidad. El alienado que sólo puede comprenderse a sí mismo como otro no es diferente del objeto que sólo puede comprenderse como cosa. Ser el otro del hombre es ser su cosa.
La mujer vista desde los ojos del machito, debe limitarse a los papeles preestablecidos por la sociedad; en el apartado de las relaciones sexuales, la mujer es expropiada de su sexualidad y por ende se transforma en un objeto fetichizado ante el deseo de los hombres. En consecuencia, aplica para el objeto-mujer dos maneras de explotación, desde el valor de uso como función reproductora -hijos legados del macho- y el otro como valor de cambio en su función de sustancia sexual, objeto para la eyaculación.
El macho no soporta la confrontación igual a igual por parte de una mujer, no imagina a la mujer como un ser pensante y reflexivo, le ve y la hace cosificada y la necesita así; por ello su única alternativa al enfrentarse a los argumentos de una mujer, es minimizarla a su función sexual: “le falta verga” dicen los machos que en su pobre concepción de sexualidad reducen el coito a la penetración, y no solo eso, limitan la felicidad o no de una mujer a una verga; asimismo, en el fondo tienen poca convicción y autoestima de su virilidad que reducen su papel al recurso del falo.
Un mundo vedado para las mujeres, un mundo en que usted no es Carolina, Andrea, María o Mercedes; usted es “niña” o “niñita”; un ambiente laboral o académico donde usted no es valorada por su construcción intelectual y personal; sino que es evaluada como pieza sexual; una sociedad que le señala, le intimida, le cohíbe y les escribe el libreto; que le vende y le hace suya a su antojo.
Desde el privilegio que le da a uno ser hombre; en muchos episodios normalicé estas conductas. Hoy agradezco a la universidad, a compañeras y muchos otros que a través de la discusión y la lectura lograron que en mí, encontrara sensibilidad sobre estas conductas totalmente rechazables y combatibles. A mi hermana, a mi madre, a mis compañeras, a las mujeres, al feminismo, excusas desde el privilegio de hombre; a los machos, nada más que decir que tarde o temprano se caerá ese óleo machista y se pintará el mundo de feminismo.
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