Opinión
El Gatopardismo
Por: Julio César Carrión Castro - Politólogo.
Se denomina “gatopardista” a quien interviene en las cosas de la política, del gobierno, de los negocios del Estado o de la administración, como avezado maestro del continuismo, del acomodamiento y la simulación, a quien siempre está al tanto de qué movimientos hacer para seguir vigente, para continuar en la escena, a pesar de los diversos acontecimientos y de los cambios ocurridos. Son los atentos conocedores de los rumbos del quehacer político, aquellos que desean conservar las ventajas adquiridas en administraciones o procesos anteriores y que saben que, para mantener dichas ventajas, deben presentarse como actualizados, cambiados, renovados y, por ello mismo, están dispuestos a entregar o prometer algo a quienes reclaman algunas modificaciones o reformas.
Cambiar algo para que todo siga igual, ha sido el proyecto institucional y la consigna de los politiqueros desde hace muchos años en este país tan históricamente subordinado, a la clerigalla de la Iglesia católica y de otros negocios de la fe, a los feudales “dirigentes” de los movimientos y partidos políticos, que continúan arreando a sus electores y militantes cual rebaños y, en general, a los viejos y nuevos gamonales, incluido ese lumpen-empresariado de hoy, que mantiene a sus trabajadores como siervos atados a la gleba.
“Un linaje difícil de suprimir porque en el fondo se renueva continuamente y porque cuando es necesario sabe morir bien, es decir sabe arrojar una semilla en el momento del fin… si como tantas veces ha sucedido, tuviera que desaparecer esta clase, se constituiría en seguida otra equivalente, con los mismos méritos y los mismos defectos” (Guissepe Tomassi De Lampedusa).
El concepto se origina en la trama de la novela “El Gatopardo”, escrita por el príncipe Giuseppe Tomasi de Lampedusa, publicada póstumamente en 1958 obra que, además, fue llevada al cine por Luchino Visconti en 1963.
Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa (1896 – 1957), miembro de una vieja familia de la aristocracia de Palermo, en su novela narra con nostalgia la caída de la aristocracia y el ascenso de las nuevas clases adineradas, luego del desembarco de Garibaldi en Sicilia en 1860; retrata la decadencia de esa aristocracia, que anacrónicamente, se obstinaba en presentarse como fuerte, opulenta y con la ilusión de perennidad, de permanecer por siempre, a pesar de los avatares políticos.
El gatopardismo, como hemos dicho, es una expresión muy corriente empleada hoy en lenguaje político, se refiere a la profunda confianza acerca de su continuidad, que poseen los sectores conservadores, reaccionarios y retardatarios frente a la idea de la transformación y el cambio; tiene su origen en la paradoja expuesta en la novela:
“Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie... Todo esto no tendría que durar, pero durará siempre. El siempre de los hombres, naturalmente, un siglo, dos siglos… Y luego será distinto, pero peor. Nosotros fuimos los Gatopardos, los Leones. Quienes nos sustituyan serán chacalitos y hienas, y todos, gatopardos, chacales y ovejas, continuaremos creyéndonos la sal de la tierra”...
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Este tipo de expresiones se sustentan en la idea de que todo tiempo pasado fue mejor y gracias a ellas se suceden procesos de reformas regresivas que buscan reinstalar la sociedad en los pretéritos tiempos, cuando supuestamente todo era mejor, se añoran las viejas épocas de las administraciones (políticas, económicas, empresariales, culturales, académicas, educativas, etc.) supeditadas a las disposiciones de los conspicuos líderes politiqueros del tipo Rafael Núñez, Laureano Gómez, Turbay Ayala, o peor aún, de Álvaro Uribe Vélez, se busca el retorno y adscripción de las diversas entidades, públicas o privadas, a las directrices de orden autoritario, confesional e inquisitorial que nos legó el régimen colonial y hacendatario y su continua vigencia histórica, como aconteció con las “reestructuraciones” político-administrativas regresivas, como las denominadas en la historia de Colombia, como la “Regeneración”, el “Frente Nacional” o la “Seguridad Democrática”...
¡La historia se repite!
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