Opinión
El agua de los Pijaos
Por: Edgardo Ramírez Polanía
El agua de los aborígenes Pijaos era limpia y las diminutas olas de sus ríos parecían peces de plata al ser iluminadas por el sol. Los ríos eran asombrosos e inspiraban un respeto profundo en el alma de los indios porque con ellos formaban un sólo ser.
Los indios Pijaos preferían asentarse cerca de los ríos y quebradas que serpenteaban entre bosques tupidos, bajo el sol y la luna que adoraban en una silenciosa imploración como expresión del miedo y el sufrimiento.
El agua de nuestros ríos era celosamente cuidada por los Pijaos, que la consideraban suya en cada bahía, en cada recodo fluvial, en cada ensenada, en todo ese líquido de imágenes indecisas de su corriente, que bañaba silenciosa las planicies sedientas y los valles resecos en los sitios lejanos donde no habían llegado los conquistadores sino la vida.
Desde los inicios de la civilización, podría decirse que nuestra cultura tolimense es de origen acuática y musical. Por sobre las aguas del rio Magdalena, debió llegar hasta al territorio patrio el mensaje de Occidente, que anuló con la fuerza física, el balbuceante mensaje de los cantos y danzas de nuestros indígenas, pero no sus formas culturales de sus chirimías, flautas, tamboras, esterillas y tiples que se reproducen en nuestra música ascendente e inmortal.
El río Magdalena ha inspirado en el alma de nuestra raza las más sensibles expresiones espirituales y ha sido soporte de las confrontaciones por nuestra independencia y objeto de expresión artística de novelistas, pintores, escultores, músicos y poetas que lo han descrito con belleza y precisión.
Los tolimenses orgullosos descendientes de los Pijaos, hemos tenido una relación ancestral con el agua y la música y no hemos tenido tiempo para detenernos en excesivas finuras intelectuales, en la búsqueda del camino de los conquistadores en sus ríos, sino en el arte y la música para dejarlas impresas en el pentagrama del ensueño.
Además, de haber disfrutado con intensidad, generosas experiencias históricas, políticas y literarias en la formación de nuestra República, con el intelecto y la protesta de espíritu noble, en caballos briosos y canoas hechas de ceiba colorada, manejadas por curtidos bogas en sus raudas corrientes, hacia vegas iluminadas con luceros pescados en el rio.
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Nuestro río grande expresa en su ruido el lamento por su contaminación, sin que la civilización escuche su protesta en sus cauces desbocados, que arrasan bohíos y platanales en su floración violácea de bellotas encendidas, mientras los obnubilados dirigentes y gobernantes se solazan en el ejercicio del poder político incompleto.
Los ríos tienen voces y grandeza soberana en las expresiones de su movimiento inalterables hasta que se interviene en sus cauces, su integridad y su destino. El hombre hace cambiar la naturaleza y medio ambiente por su voluntad, su pericia e irresponsabilidad para sostener la vida de un país en han querido anular la gracia del misterio, de la preservación de los derechos adquiridos, de las relaciones pacíficas entre los hombres y la salud que los bárbaros de todas las épocas aspiran convertirla en otro negocio de la muerte.
Un claro ejemplo son los habitantes de los municipios del El Espinal, Flandes y Chicoral, que sufren de racionamientos de agua por la disminución del caudal del río Coello, porque la empresa Usocoello, la utiliza para los cultivos de arroz de sus asociados y una vez contaminadas con fungicidas, caen contaminadas al río Magdalena.
Las gentes de 125 municipios de las riberas del río Magdalena, reciben sus aguas contaminadas, sin que las autoridades nacionales y regionales, ejerzan un mantenimiento eficaz de las cuencas hidrográficas y de vigilancia de los venenos, detritus y químicos que se vierten a sus aguas, lo cual hace necesario imponer un impuesto tasa o contribución a los contaminadores que sirva para ayudar a mitigar el daño ambiental.
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Cuidar el río es una necesidad inaplazable para el desarrollo del país. Sólo así, podremos cumplir con las generaciones venideras en preservar el agua para que puedan vivir en progreso, saludables y felices.
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