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Opinión

Cuando Piedras movió el mundo

Cuando Piedras movió el mundo

Víctor Sánchez - gestor cultural y ambientalista


El pasado 28 de julio, se cumplieron 10 años, de un día de “júbilo inmortal” para los habitantes de Piedras y el corregimiento de Doima en el Tolima. Esa tarde  de domingo, el mundo conoció  que  un municipio de tierra caliente en el Tolima, rechazó en la primera consulta popular de la historia del país, con  2.971 votos por el NO, la  explotación minera  de la multinacional Anglo Gold Ashanti.

No exagero al referir las notas del himno nacional de Colombia. Ese día La comunidad animada por el Comité Ambiental  celebró con fiesta hasta la madrugada , no solo una derrota mundial de una de las empresas mineras más grandes del universo minero, sino que por primera vez se registraba en la prensa, con una noticia positiva en los medios de comunicación, de la existencia de un municipio  de no más de 355 kilómetros cuadrados, de escasos   seis mil  habitantes, que le dijo no al extractivismo depredador.

La gran mayoría de los pobladores de Piedras,  campesinos cultivadores de arroz y cuidadores de ganado, identificada también está población por contar con el atributo y  el privilegio natural de disfrutar  de los charcos y riberas del río Opia y de las ostras de agua dulce, única especie que se mantiene en el país, a pesar de las contaminadas aguas que el uso intensivo de agroquímicos, los descoles de  las alcantarillas de las urbanizaciones y de una planta  procesadora de café, vierten sin control y sin aprecio por   la fauna y demás especies  de la comunidad biológica de esta microcuenca que nace en la meseta de Ibagué.

La movilización social  se gestó unos meses antes, cuando los ingenieros de la multinacional comenzaron  dizque a socializar los beneficios de una oportunidad de oro, que no solo traería prosperidad a Cajamarca, como epicentro de extracción de la mina   La Colosa, sino que bañaría en plata y prosperidad  a otros pobladores del Tolima. La comunidad  enterada por algunos líderes ambientales, del desastre y amenaza que representaba la instalación de una planta de relaves de material inerte en la vereda Camao, cerca de Doima, comenzó a movilizarse contra la empresa minera con pancartas instaladas en todo el pueblo, con masiva presencia en marchas, una audiencia  pública en la Gobernación del Tolima y la organización de un  plantón de las mujeres de Doima, en el puente, a la entrada del pueblo.

Ángela Méndez, una  recia mujer de la vereda Campoalegre, recuerda hoy las duras faenas de esos días y noches. A las mujeres que preparaban  las olladas de comida y  de bebidas  para mantener un retén que impidió por más de seis meses el tránsito de las camionetas de la empresa minera; que un día la caballería del entonces coronel Murillo de la Policía Metropolitana de Ibagué, llegó, apagó los fogones, regó el sancocho y enfureció los ánimos de la población campesina, que no se corrió de su protesta.

 A la profesora Hélida que alertó a los muchachos y muchachas del Comité Ambiental, que se reunían  los sábados por la tarde a la sombra de un  árbol  en la Universidad del Tolima, a los dueños de las haciendas y cultivadores de Piedras, que se la jugaron apoyando la protesta, y que continúan activos, como Julián Viña, peleando contra  la explotación petrolera del fracking, que es una amenaza a la biodiversidad de  ese territorio, donde las empresas petroleras  llevan más de cuarenta años  explotando el subsuelo y entregando a los funcionarios públicos unas regalías infames que engordan la corrupción  y  dejan en la miseria a la población.

Al hacer esta nota, hoy en Ibagué con la incertidumbre de un paro del transporte urbano, siento que la memoria histórica no se  puede perder  entre los afanes electorales, que hay unas luchas pendientes en nuestro territorio  donde el espíritu comunal y comunitario  se debe invocar, ante la existencia de un  liderazgo anónimo y espontáneo que surge y se levanta cuando  siente el riesgo de perder sus derechos, su patrimonio y su dignidad.

Es la memoria histórica y cultural la que nos recuerda que Doima, el principal corregimiento del municipio de Piedras, tiene mucho que contar en los relatos de las grandes haciendas del Tolima, de su origen, como el de  muchos de los actuales centros poblados dominados por  las comunidades religiosas y como escenario de la Guerra de los Mil Días lideradas por el general liberal Tulio Varón.

Hace diez años, en Piedras no hubo un asalto guerrillero, ni una asonada, ni una acción armada, fue una acción civil sin daño, por primera vez, para tomar una decisión frente a un  problema ambiental, el Alcalde, un  exrector de  colegio, Arquímedez Ávila Rondón, ante la presión colectiva, convoca a usar un mecanismo de participación ciudadana expresado en la Constitución Nacional, hace los trámites ante el Tribunal Administrativo y con el apoyo del Concejo Municipal mayoritario, sin miedo ante las amenazas de destitución por  parte de la Procuraduría Nacional, invita a una Consulta Popular, que en los siguientes años se tomó como ejemplo y se regó por otros  municipios del  país  donde también se presentan conflictos ambientales.

Procesos sociales de consulta que fueron apagados por las acciones  y marrullas  judiciales  armadas desde los bufetes de abogados contratados por los empresarios mineros y petroleros.

La comunidad de Piedras, tiene en sus manos ese trofeo que es símbolo y mérito para presentarse como pionera en Colombia, después siguió  Cajamarca Tolima, que con su consulta de iniciativa popular, cierra un capítulo de la explotación del oro en Colombia y detiene, quizá por un momento, la catástrofe ambiental en un territorio donde las  personas  mantienen y conservan su cultura agraria,  trabajan en el campo cuidan el agua y cultivan los alimentos para el consumo de una gran parte del país.

Para celebrar estos diez años invito a todas las personas que promovieron, ayudaron y trabajaron de la mano con el movimiento ambiental del Tolima  a buscar, observar y reenviar los videos y documentos de la época, que son fuentes de aprendizaje, animación y de alegría de una gesta colectiva que marcó la historia de Colombia.

 

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