Opinión
Colegios… Atención firrrmes!!!...... Amén.
Por Oscar Javier Arciniegas Garzón y Felipe Loaiza Montealegre
En pleno siglo de avances en pedagogía, psicología, materia jurídica, y aun debemos pensar si el colegio es un lugar de interacción, aprendizaje social o un lugar para la obediencia, el adiestramiento y la doctrina.
La educación en Colombia, es un servicio público, incluyente, defensor de la democracia y los derechos a la igualdad (como ciudadanos) y a la diferencia (como seres autónomos y autodeterminados), por lo menos en el discurso de las cátedras de ciencias sociales de algunas instituciones educativas del país. Los horizontes institucionales de un gran número de colegios dan cuenta de la misión de la educación: formar para la autonomía, el ejercicio y el respeto por los derechos. No obstante, ello se contrasta (incluso de forma dramática) con prácticas pedagógicas bien particulares que parecieran muchas veces desatender los objetivos de la educación y la misión institucional de los colegios y más bien, mantener estructuras antiquísimas que difieren de la actualidad educativa en las comunidades y que poco o nada responden a la cotidianidad y las relaciones sociales naturales en las mismas.
En un colegio a pocos minutos de Ibagué, por ejemplo, el presente año escolar inicio con lo que denominan “concentración del personal” en la que llaman “plaza de banderas”. Allí, durante casi media hora una docente, micrófono en mano, lanzaba a gritos órdenes a los estudiantes recién llegados de sus vacaciones: “Cubrir”…. “Firmes”….. “Discreción (excreción, extorción, o alguna palabra similar) ”….. “cubrir”…. “tres pasos al frente –ar”…… “alinien, ar” , mientras que algunos de sus compañeros docentes intentaban explicar a los estudiantes lo que se esperaba que hicieran con cada instrucción.
A pocos kilómetros, en otra Institución Educativa “moderna”, el profesor de educación física, mostraba a toda su comunidad educativa lo que es tener voz de mando, a la vez que repetía las ordenes de la otra docente, pero sin micrófono, a lo mejor recordando sus días en el servicio militar.
Como tiempo más tarde, el “orden del día” indicaba “agradecimientos al señor y oración del día, a cargo del profesor de religión”, lo que dio la entrada para el tradicional en nombre del padre, del hijo, etc …… que generó la protesta de un estudiante entusiasta y bien informado que manifestaba que de acuerdo con su religión un dios no podía dividirse en tres, por lo que no podía hacer culto a la trinidad (considerada santísima o no), reclamo que fue ágilmente silenciado por la profe de sociales con la frase que resume la inclusión y la convivencia educativa: “Todos los dioses son el mismo dios”
Por otro lado, entre otras muchas situaciones, como instituciones donde sobrevive el imaginario de un cuartel militar, haciendo fila para marchar a la sala de sistemas, para tomar el refrigerio, donde no se puede mirar hacia ningún lado porque si no vienen los gritos y los castigos. O bajo aquel argumento de seguridad se instalan mallas por todo el rededor, circuitos cerrados de televisión y concertinas en los muros no solo para los amigos de lo ajeno, si no para que los estudiantes no se escapen de la Institución.
Debemos insistir en que este no es un ataque al orden, una oposición a los homenajes a los símbolos patrios y muchísimo menos un llamado a la anarquía escolar. Más bien es una reflexión respecto a lo que año tras año, mes a mes, se reproduce en nuestros colegios. Vigilar, adoctrinar a gritos e instrucciones y castigar la diferencia, no pueden seguir siendo los estandartes de los encuentros formativos, lúdicos y pedagógicos en las aulas o patios escolares. Insistir también, en que quizá hace años estaba bien equiparar la escuela con los cuarteles militares o con instituciones confesionales, con todo y su obediencia estricta. Muchos de nuestros docentes recibieron así su educación y en ese momento histórico del país, estaba bien. Sin embargo, para la Colombia de hoy, para los fines educativos de hoy, para la comunidad educativa de hoy, para la actual cotidianidad, se espera que los centros de educación básica y media realmente sean formadores de valores como el respeto al otro y a lo otro por conciencia y no por miedo a la represión, respeto a la diferencia, más allá de tolerar (o aguantarse) a quien es, piensa o actúa diferente. Colombia necesita y espera una educación para la convivencia más que para seguir doctrinas. Finalizamos con un ajuste a una frase popular que muchas personas mencionan con ahínco “todo pasado fue mejor” y realmente no es así todo pasado fue diferente, el cual le abre un espectro a pensarnos la educación de una forma diferente.
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