Opinión
Astutos pescadores en los agitados ríos
Por: Oscar Amaury Ardila Guevara
El oportunismo es una conocida característica de las pirañas que van buscando el momento conveniente para hacerse a su comida de manera ventajosa, fácil y gratis. De igual forma, como en todas las acciones de los seres humanos, existen ciertos individuos especializados en aprovechar las ocasiones que la situación les ofrece, y sin contemplaciones van calculando en cada circunstancia las estratagemas suficientes para sus botines, con perfidia y marrullería.
Los primeros en sacar las cañas de pescar en el significativo Paro Nacional, fueron los auto-denominados coalición de la “Esperanza”; coalición de quien y esperanza para quien, fueron las grandes preguntas de las mayorías, al conocerse que un grupo de personajes de centro derecha pretendían mostrarse como el canal de intermediación entre el movimiento social y el corrupto gobierno uribista. De hecho, no fueron ni han sido los únicos en calcular réditos particulares para sacar ventajas en lo político, como pudimos constatar en las exhibiciones y presencias físicas y virtuales de personas en lo nacional y en territorio durante las masivas jornadas del 21.
Los ladinos pescadores de la anhelada imagen pública, los rebuscadores de favores económicos del sistema y acumuladores de caudales electorales, se van agazapando a la sombra de las comunidades y del virtuoso movimiento social para convertirlo en un actor más de lo utilitario, multiplicando con gran sagacidad sus beneficios particulares dentro del medio ambiente o del rio donde suelen navegar; aunque en esta baraúnda politiquera se puedan observar ciertos niveles de quehaceres y categorías, los pescadores más regordetes suelen ser hipócritas y mentirosos sujetos que viven del trabajo ajeno y las apariencias propias; los que al relacionarse con gente influyente (alternativos o dueños del poder) aseguran sus dividendos políticos y comodidades económicas para sus empresas de vida.
Son expertos en llamar la atención de la opinión pública con una que otra barata frase de cuño y se ufanan de tener la más connotada representación de las comunidades. Casi todos en sus pretensiones de protagonismos exprés y falsos reconocimientos, andan vendiéndose en todos los escenarios públicos y privados, como los llamados a ser los seres indispensables de las causas populares.
Luego del impacto positivo de la movilización social y la valiosa resistencia a las políticas gubernamentales retardatarias, estos avatares dentro de la movilización ciudadana venidos de los controvertidos liderazgos, va visibilizando con sus vanas actitudes las posibles mayores debilidades de un gran esfuerzo de unidad y lucha popular; la perdida de la brújula colectiva por algunos posicionados y de la otra parte la utilización feroz de los aparatos de poder del establecimiento en todas sus expresiones (instituciones, comunicaciones, fuerzas MM y de policía, otros), amenazan flagrantemente los avances de concienciación de las masas en este histórico momento. Pareciera que las magnánimas consignas sociales reivindicatorias se fueran diluyendo con el tiempo y los multiplicados peces luego de soñar con aguas frescas y limpias, nuevamente se van acostumbrando a las injustas condiciones del estanque que ha conocido toda la vida.
Su trivial convicción (la de aquellos) de creerse la figura redentora de todos los problemas, escudados en sus discursos, títulos o determinadas gestiones, no hace más que diezmar la fuerza de lo popular en toda la extensión de su palabra. Lo que la experiencia ha demostrado es que tal malicia criolla solo busca de manera interesada y calculada aprovecharse del entorno especial donde se desenvuelve, asumiendo para ello esa particular catadura al momento de adecuar dicho comportamiento; el culto al individualismo, un débil desarrollo integral cognoscitivo, características egocentristas antiéticas, avocan a estos sujetos hacia la abusadora práctica de la ganancia personal en escenarios externos de tiempo, modo y lugar, a costa de lo que pudiera ganar la mayoría.
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Aunque se encuentran en todos los contextos, donde se hacen más relevantes los astutos pecadores de los caudales nacionales y/o cazadores de tierra firme, es en la actividad política de la “democracia representativa”, induciendo sin cortapisas la voluntad, valores y principios sobre las expectativas de otros.
Son arteros elementos que centralizan las perspectivas y la sensibilidad de los sectores sociales, mediante la apropiación de banderas colectivas, los argumentos e iniciativas ajenas. Esos rasgos psicopáticos reflejan la pérdida de una autentica sensibilidad si la hubo, la ausencia de una honesta empatía con las masas y la carencia de algún sentimiento de culpa a la hora utilizar la coerción emocional ante las necesidades de la población.
Cuando se pierde la disposición de ser un gregario más en la lucha popular, lo del egoísta es escalar no importa a cuántos deje en el camino por sus propios intereses; son devotos partidarios de materializar la máxima que “el fin justifica los medios”, por lo que son capaces de proveer las estrategias de pesca más astutas, que les permita cumplir sus ambiciones personales y finiquitar sus metas.
A riesgo de encarnar el cuestionado radicalismo o alentar la sospecha generalizada, tal vez cometer una que otra prevención, es preferible pecar por acción que por omisión si de lo que se trata es hacer algo sustancial para ayudar a construir un mundo diferente. Ahora que se aprestan jornadas electorales se asoma de nuevo el debate si la solución a las problemáticas sistémicas del establecimiento se encuentran en las condiciones particulares de algunos individuos cobijados por cualquier ente partidario o en su defecto, será la fuerza del movimiento popular la que en determinadas circunstancias y cualificación política de los sujetos sociales “vuelva la tortilla” según las estrofas liberadoras.
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Dentro de las dinámicas locales, nacionales y sectoriales se van desmoronando algunos “héroes” que perfilaban los ejemplos más idóneos del liderazgo social, pero que por infortunio para los procesos van cayendo en esa protagónica tentación; la decisión de saltar del movimiento social a lo electoral es un atajo complejo y confuso que no asegura la transformación de la realidad, pero si diezma la integridad de lo social organizativo y reivindicativo. El movimiento social como expresión innata y plural de la población, en su magnificencia, debería seguir confrontando al establecimiento tradicional, dado que éste, a pesar de algunas apuestas de reconciliación y paz, sigue reafirmando su carácter clasista, privado y neoliberal. Las transferencias personales para la acción pública, se están proveyendo sobre todo desde el bloque ambiental, dado su gran aceptación general ante los trágicos augurios de futuras calamidades; no siendo la única fuente sectorial de extracción de líderes, lo ambiental si viene siendo un particular escalón desde donde se hace tránsito de lo social a lo electoral (no pasar a lo político como la costumbre suele llamarlo). Candidaturas varias a la presidencia, a la rama legislativa, a los poderes públicos regionales entran en esa discordante confluencia, como fue la relevante experiencia en la tierra Pijao, donde el acumulado político del Comité Ambiental terminó con la asunción representativa de un diputado y un concejal; pero además la jornada del 14 de mayo del Paro Nacional (marcha del 14M), en su mismo nombre, fue disfrazada de carnaval desnaturalizando la integralidad de la lucha, bajo sus recurrentes lógicas del aprovechamiento del momento político, para su carpeta de servicios corporativos y familiares.
En modo arca de la victoria de los pueblos, navegar los turbulentos ríos tendrá que ser “con todos” como la canción; que le permita al pueblo un día de estos disfrutar de las abundantes subiendas de la vida y la naturaleza con prosperidad general, justicia, igualdad, protagonismo colectivo.
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