Historias
Punk y literatura: los encuentros del Panóptico
Por: Lourdes Carolina Romero
Tomás Sierra es ingeniero electrónico, exponente de neopunk, hardcore punk y otros ritmos experimentales. Ha trabajado como docente universitario y desde el año 2021 se ha dedicado a promover con su proyecto Las Analfabetas, espacios de cine, debate y lectura en la ciudad de Ibagué. Estos últimos, realizados mensualmente en los exteriores del Panóptico bajo el nombre de “Encuentro de literatura para chirris”.
En la noche del último viernes de febrero, se realizó el encuentro más reciente. Llegaron más de veinte personas ansiosas por escuchar las diferentes perspectivas sobre un cuento de Florencia Monfort acerca de la maternidad del cual se había hecho lectura previa. Tomás alza la voz en medio de la comunidad agrupada en forma circular, brinda un contexto de la autora y lanza una pregunta para abrir la discusión. No se adueña de la palabra ni busca demostrar una superioridad intelectual utilizando términos rebuscados.
—El sentido de un parche pedagógico en la calle es precisamente romper con el sistema de jerarquías y la formalidad que se propicia en los espacios institucionales. —defiende Tomás.
Hay quienes llegan a compartir una cerveza o una botella de vino mientras se desarrolla la actividad, otros dejan el humo de cannabis impregnado en el ambiente, y están los que solo se dedican a escuchar. No hay respuestas correctas, ni posturas más valiosas que otras. Más que alzar la voz, el ejercicio consiste en prestar atención a las diferentes miradas de una misma historia que trasciende la fantasía y se puede aplicar en la lógica de la vida misma para ampliar la cosmovisión.
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Tomás se inspiró en la práctica punk del hazlo tú mismo para organizar los encuentros. Comprendió que la cultura local no crece gracias al Estado, sino a las personas de a pie que habitan las ciudades. Fue ahí cuando sintió el llamado para proponer espacios de su propio gusto en Ibagué, un lugar donde según él ‘no pasaba nada’.
La inclinación por el punk comenzó en 1999 a sus diez años, gracias a uno de sus hermanos mayores, quien le dejó escuchar por primera vez los CDs de The Offspring y Blink-182. Este último sería su más grande influencia creativa a lo largo de los años por el papel del guitarrista Tom DeLonge, quien desde la sencillez de acordes y letras elocuentes logra transmitir sentimientos e ideas personales.
Más adelante, en su adolescencia y etapa adulta Tomás conformó bandas con amigos, mezclando el interés literario de retratar la cotidianidad ibaguereña en las letras de sus canciones, con sus conocimientos electrónicos para generar sonidos experimentales; de las cuales resaltan Cinco Sentidos, Richard Tex Tex, El Último Vareto del Mundo y su proyecto más reciente Insoportable.
Al pasar los años, la música ha seguido presente; pero más allá del gusto, Tomás recibió la influencia del punk como movimiento contracultural, por tal razón desde temprana edad comenzó a cuestionar los discursos establecidos por figuras de autoridad tales como la existencia de Dios, la alimentación con animales y las preferencias políticas.
—Siempre tuve la duda de si Dios existía y fue el punk el que me llevó a entender que, si existe no es el mismo que nos dicen los católicos. —me cuenta en su balcón mientras tomamos una taza de café.
Sin embargo, su postura frente a estos temas se consolidó gracias a la lectura de autores como Fernando Vallejo y George Orwell. Al escritor antioqueño lo descubrió a los 29 años, momento en el que tras leer sus novelas decidió hacerse vegetariano y comprendió a profundidad por qué el dominio en el poder es necesariamente malo. Orwell lo hizo cuestionarse sobre la política desde una perspectiva diferente al fanatismo de izquierda o derecha.
—Empecé a incursionar en la lectura en Transmilenio retomando la saga completa de Harry Potter y 1984, la novela de Orwell que me recomendaron dos punkeros rolos. Ahí fui escalando: vinieron cada vez más libros y se creó un vicio que no tuvo vuelta atrás —dijo Sierra mientras recordaba su trabajo como docente en la Universidad Distrital y los largos trayectos en transporte público..
Sin saberlo, años más tarde este sería el punto de partida para los encuentros de literatura que ocurren hoy en día. La idea comenzó una noche en el Parque Murillo de Ibagué, cuando Tomás, sentado con un amigo, se percató de lo interesante que era juntarse a charlar sobre libros. No obstante, supo que recomendar una novela completa sería una gran responsabilidad a largo plazo y por ende lo mejor sería comenzar con la socialización de cuentos cortos para atraer más público.
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Así fue como en octubre del 2021 se llevó a cabo el primer encuentro en la calle.
Comenzó en la plazoleta Darío Echandía, luego en las escaleras del BCH, después en el exterior del Museo de Arte del Tolima, en el parque Belén y finalmente en el Panóptico por ser el lugar de más fácil acceso y flujo vehicular. La única condición siempre fue que se llevara a cabo en un espacio no institucional, para así defender la autenticidad de las opiniones sin importar si coinciden o no con la mayoría.
La idea de Tomás es inspirar a los asistentes para que repliquen el proceso a futuro en caso de no estar conformes con algo, o que tengan que moverse a otras ciudades, así como ha ido ocurriendo en Cali, Bogotá y recientemente Valledupar, donde personas que conocieron la dinámica en Ibagué realizan los encuentros simultáneamente el último viernes de cada mes en dichos lugares.
—Lo bacano de los encuentros es que se puedan expandir: Si a alguien no le gusta algo, pues que cree su propio espacio. Lo importante es mostrar que existe la posibilidad de salir de la rutina, mientras se estimula el pensamiento crítico. —concluyó.
Por eso no es gratuito que el eslogan de Las Analfabetas sea “leemos porque odiamos la realidad”.
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