Historias

Los monumentos históricos de Ibagué, en el olvido de todos

Los monumentos históricos de Ibagué, en el olvido de todos

En total abandono se encuentran los monumentos históricos de Ibagué, orgullo de nuestra historia e idiosincrasia. Nadie ni siquiera nuestras autoridades se acuerdan de la importancia de estos y de lo que representan históricamente para la ciudad de Ibagué y el departamento del Tolima.

Muchas leyendas e historias se trenzan alrededor de ellos, sin embargo, son maltratados, agredidos, ensuciados y hasta objeto de escritos vulgares propiciados por hombres o mujeres que desahogando sus angustias acuden a dejar frases inusuales allí.

Uno de ellos es el monumento del español y capitán Andrés López de Galarza, quien el 14 de octubre de 1550 fundo la ciudad de Ibagué, el cual se encuentra ubicado en la carrera quinta con calle 43 a un costado de uno de los puentes más reconocidos como es del Sena.

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El Cronista.co pudo palpar que su rostro está bañado en tinta negra, como si quisieran taparle los ojos para que este hombre no viera la situación de una ciudad con muchas falencias e inseguridad, a un costado se aprecia el escudo del glorioso Deportes Tolima que lucha por conseguir su segunda estrella y al otro lado, sus paredes corroídas por el moho y la falta de pintura para embellecer la estructura.

Además, en la base de este se evidencia la humedad producida por el pasto y alrededor algunos excrementos de animal ya secos por el tiempo. Hacia el costado izquierdo del monumento reposa su nombre, pero por el fuerte invierno y las lluvias registradas los últimos tiempos está generando que su nombre se desaparezca y se vaya cayendo de pedazo en pedazo.

Este hombre es tan sólo visitado por caminantes, consumidores y transeúntes que pasan por allí, pero parece que se hubiera detenido el tiempo porque nadie se acuerda de la importancia y significado de este conquistador, explorador, militar y alcalde curiosamente de Bogotá entre 1555 y 1556.

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Lo cierto de ello es que su mirada refleja tristeza, indiferencia y dolor por el maltrato a que es sometido, ni siquiera en sus tiempos de lucha cuando fue tan reconocido por la realeza española y los gobiernos de la antigua Nueva Granada recibió este trato de los ibaguereños y tolimenses.

Por eso José Orlando Martínez un taxista que transita por el sector, se detiene un momento y a penas nos dice “da vergüenza que nadie se recuerde de ellos, ni siquiera de nuestro fundador, pero lo más triste es que muchas personas no saben quién es este prócer”.

Continuando con el recorrido y en el centro de la ciudad, exactamente en la plazoleta santa Librada, nos topamos con la llamada cacica Dulima, una mujer de cuerpo escultural, de pesadas y gruesas curvas, de brazos firmes y extendidos, con su cara mirando al cielo infinito, quizás para no observar el abandono en que se encuentra y la desidia de unos gobernantes que no quieran saber nada de su historia e importancia.

Una de sus piernas se encuentra vencida quizá por el tiempo o por algún golpe que algún desalmado quiso descargar allí su furia.

Esta escultura otra de las tantas abandonadas en la ciudad, reposa allí en la plazoleta Santa Librada, bajo sus pies tres placas de mármol del Concejo municipal de Ibagué de 1996, corporación que se ha desentendido en rendirle honores. Estas se hallan partidas y así seguirán por muchos años más.

La cacica Dulima monumento elaborado por el escultor Enrique Saldaña en 1996, hace honor a una defensora, guardiana de las tradiciones de su raza, a ratos injustamente olvidada.

Y es que en ese tradicional sector de la plazoleta Santa Librada, donde está la cacica Dulima hay un grupo de ajedrecistas, hombres de unos 70 años, ya dedicados a reposar que se concentran en las bancas para pensar en jugadas estratégicas, dicen que la plazoleta y la cacica están al acecho de los locos, los consumidores y los ladrones.

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Emirio Bermúdez señala que “esta imagen le costó mucho al municipio y que no hay quien vele por su mantenimiento, dijo que “con el respeto que me merecen las autoridades se le debe prestar más atención, mire usted hasta allí sobre los hombros de la cacica Dulima, llegan las palomas para hacer sus necesidades y no hay quien le haga limpieza”

“Además es vergonzoso que llegan turistas a tomarse fotos y miren el estado de esta”, dijo este ajedrecista de 72 años de edad, quien viene asistiendo a la plazoleta desde hace más de 17 años.

La cacica Dulima luchó y murió defendiendo el único patrimonio natural de un indígena, como es la libertad y la indivisibilidad de nuestro territorio.

Y así como ella muchos otros monumentos se encuentran viviendo en el abandono, la indiferencia y la desidia, porque la falta de atención para el monumento a la bandera, el Mohán, Manuel Murillo Toro, Simón Bolívar y otros más se hacen más evidentes cada día sin que nadie o ninguna entidad se apersonen de su conservación de manera digna y justa.

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