Historias
El tolimense que produce el mejor café de Sudamérica
Por: Alejandro Hernández
Entre las montañas de San Juan de la China, sobre el lomo de la cordillera central, se produce el mejor café de Sudamérica y hasta del mundo. Su artífice es Milton Leonardo Monroy López, descendiente de una estirpe de campesinos cafeteros.
Con los cafés especiales que cultiva junto a su familia en la finca San Pedro, ubicada a una hora en carro de Ibagué, Milton se alzó con tres premios en la World Coffee Challenge, una prestigiosa feria internacional que se realizó recientemente en Madrid, España. El tolimense se trajo para su tierra los premios en las categorías Mejor Café Especial, Mejor Café de Sudamérica y Mejor Café Natural Arábigo.
Milton tiene 44 años. Nació en el Líbano, norte del Tolima; tierra de tradición cafetera por excelencia. Creció en el campo, entre cultivos de aguacate, caña, cacao, y por supuesto café. Recuerda con cariño cómo desde niño acompañaba a su padre a las arduas jornadas de trabajo, con canasta a la cintura y sombrero en la cabeza.
La remembranza de su infancia le produce gran satisfacción. Cuenta que se graduó en el colegio San Antonio María Claret, insigne institución del Líbano, de marcada tradición clerical. Estudiaba jornada completa, y en los ratos libres respondía al llamado de su convicción agrícola, que desde muy niño la descubrió.
“Soy caficultor de tercera generación. Mi abuelo empezó con la caficultura en Boyacá, después mi papá se vino de joven para el Tolima y se enamoró de estas tierras. Gracias a esto nací yo en el norte del Tolima”, apunta Milton.
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Más adelante, hacia el 2002, el joven libanense se trasladó a Ibagué para estudiar en la Universidad del Tolima. Respondió al llamado de la tierra y de su sangre campesina. Estudió Ingeniería Agroindustrial, profesión que en buena medida le ha ayudado a desempeñarse en su oficio.
“Necesitaba una profesión relacionada con la agricultura. Creo que no podría vivir sin estar vinculado con el campo y especialmente con el café”, recalca.
Finca ‘San Pedro’
En el 2006 fue cuando Milton y su padre decidieron comprar la finca San Pedro, en la vereda San Cayetano. Los achaques de salud de su padre reclamaban una mejor atención médica, por lo cual la familia se trasladó a la capital. Sin embargo, sentían la necesidad de continuar vinculados al campo.
“Arrancar fue muy difícil. Solo teníamos el capital para comprar la finca, pero no para sostener a la familia y tampoco poner a andar el proyecto. Al principio hubo muchas tristezas, frustraciones; sin embargo, gracias a Dios pudimos sortearlas y salir adelante”, expresa.
¡Qué los precios del café estaban por el piso!, ¡qué los gastos por las nubes!, ¡qué el café mojado era un dolor de cabeza!...Se encontraron con un sinfín de obstáculos. Estuvieron cerca de tirar la toalla. Las deudas apremiaban. La quiebra parecía inminente. Hasta que en el 2011 empezaron a trabajar con los cafés especiales.
Se dieron cuenta que tenían las condiciones ideales para cultivar cafés de muy alta calidad: una finca entre los 1.750 y 1.850 metros sobre el nivel mar, asentada sobre la cordillera central, la misma que acoge la exuberante caficultura del Huila y Antioquia, los departamentos de mayor tradición cafetera en el país.
“El café es especial por su clima, por su variedad, por su proceso, pero también por quien lo produce. Si uno lo hace con esfuerzo, con amor, con dedicación, con verraquera, las cosas se van dando. Ya hemos vendido cafés especiales a Australia, Arabia Saudita, Corea del Sur, China, Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, y muchos más”, destaca.
La finca San Pedro también destaca por su innovación. Excelso caficultor, pero mal arriero. Esto obligó a Milton a pensar en un mecanismo para sacar el café de su finca. Se le ocurrió instalar una de las populares garruchas, para lo que obtuvo el apoyo de un inversor extranjero.
Sobre los cielos de San Juan de la China se ve la garrucha de 600 metros que transporta los sacos de café de San Pedro. Imagen que evoca aquel legendario cable aéreo que iba de Mariquita a Manizales, que se convirtió en un hito de la ingeniera en la primera mitad del siglo XX.
Milton es optimista. Confía en que se dé la renovación generacional en el campo. “Las nuevas generaciones no pueden seguir haciendo lo mismo que sus padres y abuelos; si seguimos así no auguro un futuro próspero. Pero con los cafés especiales que tenemos, en calidad podemos superar a Huila y Antioquia”, sostiene.
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Los recientes galardones internacionales, para Milton, parecen más un comienzo que una meta. Ganarles a los mejores cafés de Brasil, Costa Rica, Indonesia, Etiopía y otros países, fue combustible para seguir en carrera. “La verdadera meta es consolidarnos como el mejor café de Colombia y el mundo”, concluye.
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