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Crónicas

¿Cuándo aparecerá Melquíades en la pandemia de la Covid-19?

¿Cuándo aparecerá Melquíades en la pandemia de la Covid-19?

El confinamiento es una especie de catarsis que libera todo tipo de recuerdos, y que a su vez, mezcla temores en medio de una tragedia que purifica el alma de inconfesables pasiones, llevándonos, incluso, hasta la incertidumbre o la esperanza. Al cielo o al infierno. 

Este pareciera el primer círculo de Dante, en una obra más real que la Divina Comedia. Un Limbo sin clases ni categorías sociales, donde nadie sabe qué va a pasar, y solo esperan que aparezca la fórmula salvadora de la pandemia sin importar que sea la ciencia o la alquimia la propietaria de la patente.

Pero mientras esto ocurre, se elevan plegarias al cielo, se buscan explicaciones y hasta se programan los escenarios de  una vida con aislamientos, vestidos de escafandras, nuevas costumbres y relaciones sociales, sin que se quede atrás, una que otra trampa para evadir el virus en los momentos de intimidad y sexo.

En estos tiempos de coronavirus, salen a flote todos los recursos creativos que se pueda imaginar, donde no faltan, obviamente, las sagradas escrituras para traernos un salmo, un versículo o un artículo que nos ofrezca el paraíso, el purgatorio o el infierno.

Pero también existe otro tipo de literatura no religiosa que nos rescata del miedo, el pesimismo y la angustia, y nos traslada a campos más imaginativos y mágicos. Es el caso de Cien años de soledad, la obra cumbre de Gabriel García Márquez, donde a través de Melquíades, un gitano, Macondo se curó de la peste del insomnio, cuyo grado más crítico era el olvido.

Melquíades llegó a la casa de José Arcadio Buendía, y en sus alforjas llevaba jarabes de color apacible con los que recuperó la memoria de su pueblo y lo rescató de su olvido.

Melquíades, en sus alforjas llevaba jarabes de color apacible con los que recuperó la memoria de su pueblo y lo rescató de su olvido.

El gitano Melquíades

Ahora, cuando parece que viviéramos un Macondo global, la obra de García Márquez, adquiere ribetes proféticos y, según los especialistas en el realismo mágico, muchos lectores acuden a Cien años de soledad  para comprender la situación que vivimos, y sobre todo el camino que transitaremos después de la pandemia.

Además de ser un elixir que contagia solidaridad y confianza, Melquíades, el gitano, es también la representación de la muerte, lo oculto y el esoterismo en la obra cumbre de Gabo, según afirman los estudiosos de esta novela.

"También es preciso acotar que Melquíades luce como un personaje que está más allá del bien y el mal, aspecto ligado a su conocimiento profundo sobre el espíritu de las cosas. De igual forma representa al “conocimiento” y a la “memoria”, pues es quien lleva las pócimas para revivir los recuerdos de los habitantes de Macondo luego de la plaga del insomnio colectivo. Los gitanos trotamundos que llegaban a Macondo contaban que la tribu de Melquíades había sido borrada de la faz de la Tierra por haber sobrepasado los límites del conocimiento humano: dominaban, por ejemplo, el lenguaje de la naturaleza", dice un comentario en un portal europeo especializado en cultura.

Y precisamente, es a alguien parecido y con la misma sabiduría que necesitamos con urgencia que aparezca un Melquiades con una vacuna o remedio que nos salve de esta cuarentena tediosa y larga que ya comienza a registrar cansancio.

En esta incertidumbre no sabemos si Gabo era un exegeta o un profeta, de todas maneras cuando escribió Cien años de soledad, nunca había vivido una pandemia. Sin embargo, las pestes existen desde los principios del mundo y, que, recordemos, ya nos han visitado otras como la peste negra, el cólera, y la gripe española, aunque en verdad fue fecundada en un batallón de los Estados Unidos.    

Cada una de ellas también ha traído sus cambios sociales y económicos. La discriminación hacia los enfermos y quienes los cuidan, la desinformación sobre la realidad y las incompetencias de los gobiernos para enfrentar estas crisis. Es una pestilencia que se repite de vez en cuando con nombre distinto.

Por fortuna, en la pandemia de Macondo no hubo muertos, en la actual ya se cuentan por miles, y en Colombia las cifras suben cada día más.

La corrupción 

Aunque pareciera que la obra de García Márquez, estuviera escrita en un lenguaje vivo del presente, olvidó pronosticar que la corrupción que invade a Macondo, en este caso a Colombia, deja más desastres y desgracias que todas las demás pestes anteriores.

En la pandemia actual confinaron a la gente por muchos días, para que no percibieran que a nombre de ella, los ladrones de cuello blanco se estaban llevando todo, y que el presidente del país, un señor Iván Duque, en una de sus charlas diarias por televisión, soltó una cifra de 117 billones de pesos, gastados en la atención de la pandemia, sin dar explicaciones en qué se había invertido semejante cantidad de dinero, cuando los únicos que han beneficiado son los bancos y las EPS.

El resto del país sigue en ruinas, especialmente el sistema de salud, al que  no han llegado los recursos, y donde se habla ya hasta de una mafia del Covid-19, integrada por particulares y agentes gubernamentales que se están llevando parte de esa astronómica suma que dijo el presidente.

Lo único cierto, y que no pertenece a la ficción del realismo mágico de Gabo, pero que la supera, es que mientras la corrupción es más letal y grave que la misma pandemia, los que sufren este tormento son los miles de contagiados, y los que en su lecho de muerte como víctimas del Covid-19, tendrán que emprender ese viaje solitario al oriente eterno.

Entretanto, por la vía decreto y con legislación especial, a espalda de los colombianos y del Congreso, se prepara un gigantesco asalto a las empresas más importantes del país como Ecopetrol, del sector eléctrico y se intenta feriar todo bien que genere riqueza que se haya construido con los impuestos de los contribuyentes.

Se repite la pandemia de la corrupción que vivió el país en los ocho años de gobierno de Álvaro Uribe con la venta de varias empresas entre las que figuran: Telecom, Bancafé, Ecogas, Granahorrar, y las electrificadoras de Norte de Santander, Santander y Cundinamarca, además de acabar con varios hospitales porque no eran rentables.

A nombre del Covid-19, como por encanto, desaparecerán grandes tesoros que en su época no tenía Macondo.

Entonces, que el Melquiades de Macondo, el que tantas veces intentó  disuadir a José Arcadio Buendía de aventuras  alucinantes, aparezca pronto y así como le devolvió la memoria  a Macondo, se la devuelva a Colombia. Pero verdad que Macondo es Colombia.

 
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