Historias
Ana Forero, 42 años de tradición en una arepa
Por Marcelo Andrés Prada Vela
Son las tres de la mañana de un lunes cualquiera, mientras muchos de nosotros aùn descansamos Doña Ana se levanta pide a Dios por un buen amanecer, se da un baño, se viste y organiza su cocina para empezar la labor diaria de preparar las arepas que vende en su negocio; muele el maíz fresco, y luego prepara la masa, pone a freír el tocino, alista el queso y con su molde circular empieza a armar los productos. Les pone quesillo justo en el centro y la cantidad precisa de chicharrones, lo que hace de sus arepas un deleite por ese toque particular.
Alista sus implementos de trabajo, sale de su casa en el barrio El Salado aproximadamente a las cinco y media de la mañana para llegar como cada día de lunes a viernes al punto comercial, el paradero de buses ubicado en la entrada principal del colegio San Simón, carrera 5 con calle 32, durante 5 días de la semana se moviliza desde su hogar con su asador, su mesa, sus recipientes y su carro de dos llantas con los que muy ordenadamente realiza su travesía para estar lista a eso de las seis y veinte, hora en que se abren las puertas del colegio para que los estudiantes ingresen.
Allí se instaló desde mil novecientos setenta y siete cuando por recomendación de amigos y vecinos los cuales degustaban ocasionalmente los deliciosos fiambres que preparaba sugirieron estos que debía venderlos. Con mucho que perder y sin muchas expectativas esta mujer emprendedora decidió conseguir un asador prestado y comenzó a vender entre diez a quince productos diarios para probar, fue tanta la aceptación que hoy en día se ha convertido en más de cincuenta arepas multipropósitos, y cien si hay entrega de boletines en el colegio.
durante los años que ha sacado su negocio en este mismo sitio, ha sido testigo de todo tipo de eventos que de alguna u otra manera han dejado huella en la ciudad, desde marchas estudiantiles, de maestros, trabajadores hasta el cinematográfico robo al banco Ganadero en 1998 donde los asaltantes aprovecharon la hora de salida de los estudiantes para poder hacer su huida.
Desde su puesto de arepas ha presenciado el crecimiento de la ciudad y los aciertos y desaciertos de las administraciones, a los cuales con su sabiduría adquirida en sus años cree es de las mejores para vivir siempre cuando el tema del desempleo recurrente que presenta mejore en un mediano plazo.
Y es que a sus 80 años esta empresaria oriunda de Palmira, Valle del Cauca, parece que la edad no se aferrara a su piel, conserva el mismo empeño, tenacidad y fuerza con la que por más de 42 años ha mantenido su negocio, este mismo empuje es el que le ha permitido luego de muchos años de lucha ser beneficiaria de un subsidio para adquirir su vivienda propia, en la misma que esta madre y padre a la vez sacó adelante a sus tres hijos, todos como bachilleres del colegio San Simón, y educó como personas de bien los cuales ahora también tienen sus propios hogares, comenta doña Ana.
Pudiéramos pensar que esto es suficiente para ella pero no lo es, esta aguerrida mujer no solo tiene su negocio de arepas, en las tardes luego de hacer las tareas de su hogar se dedica a la cría de pollos y patos para la venta, atiende a sus nietos conversa con sus vecinas y ya después de las seis de la tarde deja organizado su hogar para luego descansar en la noche y comenza de nuevo a las tres de la mañana.
Ojala muchos ibaguereños nos impregnáramos de esta verraquera, constancia y tenacidad con la que doña Ana enfrenta la vida y dentro de nuestros propios proyectos de vida aprendiéramos a ser persistentes para poder construir un futuro sostenible para las próximas generaciones.
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