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Y San Juan agachó el dedo

Y  San  Juan agachó el dedo

La pandemia en el pasado mes de junio,  acabó  con chicha , calabazo y miel; dejó a las candidatas con los crespos hechos, a los operadores  de fiestas   sin contrato, a la  carrera tercera en silencio, mandó al chorizo las ventas ambulantes, dejó a San Juan  agonizante entre las hojas  de los  días del  tamal, del sombrero y de la lechona y a Ibagué  como la capital musical del desempleo.

Fueron variadas las expresiones para mantener viva las expresiones artísticas y culturales  con  promociones  en plataformas virtuales , en las estaciones radiales, animadas por  unos cuantos  espíritus parranderos y por las  secretarías de cultura  de los gobiernos para no dejar morir  las tradicionales  celebraciones  del folclor  en  el Tolima.
Pero los  comentarios en  las  redes sociales y en un plantón cultural  frente  a la biblioteca Soledad Rengifo realizado la semana anterior,  los  artistas  continúan reclamando,  como sector más afectado por la  emergencia económica social y ambiental decretada por el Gobierno,  la  revisión  de  las políticas y  planes gubernamentales  parael sector y en especial para el  Festival Folclórico Colombiano, como patrimonio cultural y artístico  de la nación.

Sus reclamos, como siempre,  quedan en el aire. La arrogancia  y  la mezquindad con que  han sido tratados la mayoría de artistas por los administradores de  estas populares fiestas, son proporcionales a  la bancarrota y a los enredos judiciales que embargan a esta Corporación y  una gran parte sienten que les dan un trato igual que a  la carroza escoba al final de los desfiles .   

A quienes  han tomado las fiestas como  negocio fiduciario, financiado en gran parte con recursos  públicos, les vale un llamado de atención para  que escuchen, reflexionen y cambien de actitud. Pero también a quienes  nos paramos a ver  pasar el desfile.

Ya el maestro Guillermo Abadía Morales, autor del Compendio general del folklore colombiano, una vez lo advirtió cuando vino a Ibagué  a dar una “muenda de folclor, en la Darío Echandía”, que  este es, en esencia la suma de conocimientos populares , de las tradiciones y costumbres que le dan  identidad a un país  multiétnico y pluricultural, como lo reconoce la  Constitución de 1991, y por lo tanto, como patrimonio y memoria colectiva no debe ser apropiado por un solo y caprichoso sector gremial. 

Con un enfoque histórico, Margarita Enciso de Rangel  en su Estudio de folclor un proyecto de identidad regional, invita a conocer y comprender los elementos que conforman  el imaginario de  ésta región, no solo un espacio geográfico, el paisaje, la historia, sino además las tradiciones y costumbres de sus habitantes, sus leyendas, mitos , ritos y fiestas.
No es malo  atender las opiniones y visiones calificadas. El  Festival Nacional del Folclor, en esta pausa pandémica, debe ser evaluado y revaluado, tanto en la producción como en la proyección  de un evento artístico y cultural. No solo son reinas, desfiles, carrozas y caballos. Cómo integrar  a la  academia  con sus estudios e investigaciones ,a los artistas con  sus ingeniosasiconografías  y  coreografías, a los maestros y maestras incentivando a los estudiantes  a consultar y preguntar por las tradiciones y  por la memoria colectiva, a las comunidades campesinas  guardianes de la naturaleza y productores de comida como invitados especiales de la fiesta  y por su puesto a los gremios económicos, a los  operadores y prestadores de servicios turísticos y a los gobiernos.

Con todas las dificultades  y carencias  de la situación presente, es imperioso trascender  el  momento de  incertidumbre, pesimismo,  de indiferencia o de resignación; hacer un esfuerzo común y aprender a pensar , planear y actuar en  un proyecto de re - creación   colectiva, al paso de  otras comunidades humanas  que han demostrado capacidad de  autocrítica  y de  aprender a  conversar  y  actuar  en la diferencia.

Recuperemos el espíritu del folclor, de lo contrario nos tocará seguir agachados, sufriendo  cada año con las fiestas de los que mandan.

 

  • Por:  Víctor Sánchez , Gestor cultural

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