Columnistas
Sexo multitudinario: Un cuerpo contra 1.057 cabezas
Por Germán Eduardo Gómez Carvajal
*Comunicador Social- Periodista-Unibagué
Hay una noticia de esas triviales que desnuda la sociedad en la que vivimos. Bonnie Blue una creadora de contenido para adultos estableció un nuevo récord mundial al tener relaciones sexuales con 1.057 hombres en un periodo de 12 horas.
No quiero pasar por mojigato, y no quiero señalar a la creadora de contenido desde mi moral, porque bajo su lógica su actuar tiene sentido, un sin sentido con algo de propósito que uno logra comprender si lo intenta.
Desde su lugar de enunciación muy seguramente busca ser recordada como una máquina sexual, hacerse más famosa en la industria a la que pertenece, ganar dinero por montones y como bonus, opacar a Lily Phillips quien estuvo a penas con 100 hombres en una hora y fue fuente de su inspiración.
Efectivamente Bonnie, dueña de su cuerpo, logró su cometido y obtuvo su versión propia de éxito, una noción rampante y corriente que podemos tener más cerca de lo que pensamos, bajo valores trastocados que campean por la cultura actual de occidente.
Pero hay otros incentivos más difíciles de descifrar en este récord, como el de los 1.057 tipos que acceden y hacen parte de esa fila, ¿Qué tienen en la cabeza?, me pregunto. Esa aceptación al llamado es mucho más bizarra y más compleja de entender.
¿Qué los motiva a sumarse a ese bochorno?, ¿qué gratificación tiene hacer fila entre fluidos, olores y hedores?, hermanarse en leche, como decimos en Colombia, con una recua de sujetos, capaces de hacer espera por más de 3 o 10 horas para coitar específicamente en ese escenario.
Ahí no hubo dinero, no hubo reconocimiento, mucho menos podio masculino, no hubo reflectores personalizados para ninguno de los tipos. Ahí no hubo una transacción, un trueque, algo que le permita a uno enmarcar el proceder de la jauría masculina participante.
A la luz de lo simple las razones de los sujetos pasan de agache porque el foco es ella, pero hay uno motivos más preocupantes que movilizan a los tipos. Los más simplistas reducirían el alcance de la convocatoria a una simple calentura de los figurantes, pero esa lujuria, con inscripción y espera prolongada no es un simple desliz, es la ventana abierta para que individuos excluidos del placer en el día a día, con la realidad distorsionada, ejecuten sus delirios.
Es entonces, ese escenario recreado y mediático la plataforma perfecta para que muchos hombres con problemas de autoestima, tengan un pico de nueva satisfacción al asistir encapuchados y robustecidos tras aglomerarse en una gran masa masculina, convirtiéndose en un solo monstruo de 1.057 cabezas, con el objetivo principal de castigar a gusto la ignominia de la figura de la mujer que los reta y les permite poner en práctica su capacidad de embestir y dañar a ese objeto de deseo, a esa drama trajinada que en cansancio notorio le asegura sentirse fuertes, vigorosos y emancipados de toda flaqueza.
Un bocado de reina para sujetos que el placer les es esquivo porque, aunque estén cargados de sevicia y efervescencia, su biología no les da para ser tan violentos como sus pensamientos les dictan.
De ahí que expertos señalan que la castración biológica para violadores, es apenas un paño de agua tibia, porque el criminal lacerará con lo que pueda y es su pene un simple accesorio de poca monta.
Para estas personas les es complejo encontrar mujeres o hombre prestos a lidiarles sus gustos. Por lo general nadie les aguanta el ritmo, pues tienden en su desequilibrios y excesos, a ser flojos en la cama, holgazanes en la vida y maquiavélicamente activos en su cabeza.
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Esa lógica retorcida moviliza la mente criminal de tipos como Rafel Uribe Noguera, quien tenía todas las condiciones para estar con la mujer o las mujeres que quisiese, con los cuerpos que quisiese, sin embargo, allí no estaba su clímax, su deseo más profundo de deleite era la tortura, zanjar las carnes, reducir a lo sumo una presencia inmaculada como la de una niña de 7 años, de baja extracción, de fragilidad notoria que lo hiciera más prepotente, más ruin, más extravagante.
La asociación del placer con el daño es lo que permite a psicólogos forenses la creación de perfiles predictivos de sujetos propensos a crímenes sexuales. La tendencia a la preferencia a las relaciones tormentosas, el daño físico en carne propia, hábitos de autodestrucción como alcohol y drogas y la fijación delirante y coercitiva frente a otros, son alertas.
Bonnie sin lugar a dudas ganó, fama y dinero, pero también, un centenar de locos a cuestas de los que debería cuidarse.
El machismo exacerbado nos lleva a polemizar el porqué Bonnie asume estos retos, pero la incógnita más retorcida y velada es la de los 1.057 parolos, babeantes y campantes que fueron a cumplirse el desequilibrio, y los millones de vistas de otros pajeantes que desde casa sueñan con coger a un individuo frágil en manada en emulación del récord tan pregonado como hazaña.
Como periodista uno no sabe si peca por poner en discusión estos temas tan guarros, pero tan bien sabe uno, que la carencia de reflexión y la ausencia de análisis de contenido de todo orden, es una prolongación del silencio, ante el bullicio que normaliza fenómenos culturales que conducen y promueven lo descabellado para luego preguntarnos, ¿de dónde sale tanto loco?
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