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Que el estado se apiade de nosotros

Que el estado se apiade de nosotros

Las situaciones que se están experimentado en la actualidad a escala global podrían hacernos imaginar que son otros tiempos los que estamos viviendo. Con el debilitamiento de la economía moderna y la epidemia de un virus que no tiene cura, el cual se propaga con agresiva velocidad, podríamos imaginar en medio del pánico y el terror que se siente por estos días, que tendremos la misma suerte que tuvo el mundo en el siglo XIV, donde la epidemia de la peste bubónica cobró la vida de no menos de 100 millones de personas entre Europa, Asia y África. Es comprensible que el aglomerado de las circunstancias (económicas, sociales y políticas) decaigan los ánimos y arrebate la esperanza en medio de esta coyuntura. 

No es para menos, aunque alejado de esa aterradora cifra, los más de 219.000 casos en 168 países y las ya superadas 8000 muertes por Covid-19, encendieron una alarma universal para que los estados, organismos internacionales y demás actores adoptaran medidas contundentes para detener la propagación del virus y proteger la integridad de las ciudadanías del mundo.

El cierre de fronteras terrestres, el cierre de aeropuertos, la construcción de hospitales en tiempo record, la adaptación de hoteles y otros espacios para la prestación de servicios de salud y los toques de queda, son algunas de las medidas que los gobiernos han adoptado para mitigar el riesgo. Además de esto, hay algunos países que han accionado medidas sin precedentes para enfrentar los efectos económicos de la pandemia. Francia asumirá el pago de créditos bancarios, ha suspendido los cobros de los servicios públicos, y los alquileres; Italia que es el país con mayor número de contagios después de China ha optado por la suspensión del pago de impuestos e hipotecas; por su parte, Estados Unidos redujo las tasas de interés a casi cero y lanzó un programa de estímulo de US$700.000 millones en un intento por proteger su economía; Alemania decretó liquidez ilimitada para las empresas, con el fin de evitar despidos masivos y el cierre de las mismas, países como España y Holanda han adoptado medidas similares a las anteriores.

Es absolutamente comprensible, el fenómeno del Coronavirus como los demás malestares de la globalización se ha convertido en un asunto de clase y son las clases menos privilegiadas quienes carecen de las condiciones básicas para protegerse del inminente peligro de la propagación. Teniendo en cuenta esto, cuesta creer que un país como Colombia donde habitan no menos de 47 millones de vidas y cuenta con un sistema de salud agonizante, no se esté teniendo en cuenta ni la tercera parte de estas medidas. En estos días de incertidumbre y turbulencia emocional, lo que aclama la nación es la figura de un líder que a través de las decisiones correspondientes y las palabras adecuadas, enaltezca la moral del pueblo y genere tranquilidad en los territorios. 

Lamentablemente los colombianos estamos recibiendo todo lo contrario, evidenciamos que con el mismo autoritarismo de su maestro político y con la misma indiferencia de su padre Biológico frente a situaciones similares, el presidente Iván  Duque se ha adjudicado todas las competencias para que desde el ejecutivo se tomen las acciones para el manejo del virus en el territorio nacional, sin embargo al día de hoy, el presidente se ha negado a dar la orden del cierre total de los aeropuertos en el país y las fronteras terrestres, no ha dado a conocer a la opinión pública un plan de acción lo suficientemente estructurado e ilustrativo para alivianar los ánimos de las personas, al día de hoy con 128 casos confirmados de coronavirus en Colombia.

Iván Duque no ha decretado el confinamiento absoluto y por el contrario levantó las medidas de toque de queda que alcaldes y gobernadores habían adoptado para proteger a los ciudadanos del contagio, al día de hoy nuestro presidente no ha si quiera contemplado una medida económica que nos permita a las colombianas y colombianos protegernos y cuidar de nosotros sin tener que pensar en el tedio de las cuentas y las obligaciones que azotan a la clase media y azotan a la clase trabajadora a diario en este país. Tal vez esta sea la manifestación de la ausencia de liquidez que tiene la nación para financiar programas sociales o atender emergencias de este tipo, dada la naturaleza de nuestra economía que aun insiste en la dependencia del petróleo y la depredación de los ecosistemas.

¿Negligencia?, ¿desconocimiento?, ¿inexperiencia?, ¿indiferencia?, ¿falta de empatía?, ¿Cómo podemos interpretar la conducta del presidente de la republica frente al pueblo que lo eligió como máxima autoridad? Evidentemente  el estado colombiano no está mostrando nada diferente a lo que siempre ha sido, un estado débil, especialmente este gobierno demuestra que las instituciones son de papel y actúan en función a los intereses de un muy reducido sector de la sociedad. Ni siquiera en esta coyuntura de escala global, en esta crisis que ha puesto al planeta entero a hablar un mismo idioma, en medio de este fenómeno que no distingue entre ricos y pobres, nuestro gobierno deja de primar la ganancia por encima de la vida, siguen tratándonos con desprecio mientras la estabilidad y el espíritu en los hogares se están debilitando cada vez más con el pasar y el pesar de los días. 

Por ahora, el único paso a seguir es hacer un gran esfuerzo por elevar nuestra conciencia ciudadana y asumir con deber y responsabilidad todas las medidas de precaución que nos permitan protegernos del contagio y la propagación, mientras que el estado se apiada de nosotros, es importante reflexionar sobre la importancia de construir una sociedad fundamentada en la empatía y la solidaridad. Crisis como esta nos ofrece una gran catedra sobre la importancia de las elecciones.

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