Opinión
Las vallas de los gobiernos
El fin de semana pasado llevé a mis hijos a Ambalema. La otrora ciudad colonial con su historia, sus columnas, y uno de los puntos de la tan cacareada ruta Mutis que se quedó en meros anuncios. Tomé la vía rumbo al norte y justo en el momento en que debo girar a la derecha para tomar camino de la antigua capital económica del virreinato, una valla. Gigantesca. Una foto panorámica en la que sobresalen los logos del gobierno nacional, del ministerio de turismo, del gobierno departamental y más cosas que a estas horas no sabía siquiera que existían. Me emocioné. Iba rumbo a un paraíso. La valla era el anuncio de las grandes cosas que han hecho por el municipio que puede ser un polo de turismo en el Tolima.
Lo que me encontré fue… bueno. Difícil describirlo: una carretera en pésimas condiciones, un pueblo al que se le caen las columnas y las casas y el planchón de cruce de vehículos al otro lado del río, en ruinas. Los viajeros que pasan a toda velocidad por la variante, no tienen la posibilidad de un alto en el camino, cruzar el río y visitar un lugar bello, incluso en medio de las ruinas. Un municipio agobiado por la drogadicción, sin oportunidades y una ciudadanía escéptica y sin esperanzas.
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A mi regreso, llegando a Ibagué, me encontré con otra valla turística en el Salado. Pueblito tolimense, dice. Quizá el tan mentado proyecto lo habían terminado y teníamos una versión del pueblito paisa en nuestra ciudad musical. Decidí cruzar por el lugar al que no visitaba hace mucho tiempo. En efecto, me encontré un pueblito tolimense: las calles destruidas, las cantinas llenas de borrachos escuchando reguetón y música popular, basura y tristeza.
Seguí mi camino. Quise mostrarles a mis hijos la biblioteca que lleva el nombre de su tío bisabuelo, Alfonso Viña Calderón. Allí, otra vez las vallas con imágenes hechas en computador de los escenarios deportivos. Parece que sólo le cambiaron el nombre del gobierno de turno. Las puso inicialmente Luis H, las mantuvo con todo el corazón Jaramillo y ahora llevan el logo azul que vibra de Hurtado. Pero de los escenarios, nada. Sólo vallas.
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Regresé a casa con la sensación de que me gustaría vivir en esas vallas y anuncios maravillosos y que sería más bonito estar en un lugar donde las cosas se hacen más de lo que se anuncian. Pero nada… ya saben… a los gobiernos les gustan las vallas.
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