Columnistas
La victoria pírrica del nuevo Alcalde de Melgar
Por Humberto Leyton
Las circunstancias particulares del desarrollo de las elecciones atípicas del pasado 17 de agosto en Melgar, no se pueden analizar embriagados por emociones políticas ni menos por aspiraciones personales.
El triunfo de Francisco Bermúdez, no constituye ningún cambio ni transformación para Melgar; simplemente es una transmisión de mando sin mayor importancia, donde el municipio puede quedar peor de lo que estaba si se tiene en cuenta el tipo de compañía que adelantó el triunfador.
Los millones de pesos invertidos por el exalcalde de Ibagué, Andrés Hurtado en dicha campaña, que es obvio permearon la transparencia del proceso electoral, serán multiplicados con creces. Seguramente esa plata será recuperada vía contratos, convenios y licitaciones, y los contribuyentes de Melgar serán los verdaderos damnificados de esta victoria costosa no solo para los ingenuos votantes, sino para toda la población veraniega.
A través de las licitaciones y contrataciones direccionadas, como lo hizo en Ibagué, Hurtado impondrá el sello de la corrupción en la administración de Bermúdez, que será la nueva marioneta del nefasto exfuncionario que dejó a la capital del Tolima en la ruina.
Melgar no debe esperar nada bueno de la nueva administración. El futuro que le espera es incierto, y el hecho que se cambie el apellido Martínez o Rodríguez por Bermúdez o Hurtado, no significa más que una renovación de nombres, no de costumbres políticas ni menos de estilo de gobierno.
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Ahora lo que tienen que hacer los habitantes de Melgar, es promocionar y gestionar el surgimiento de veedurías y mecanismos de control ciudadano para vigilar las licitaciones, contratos y convenios, para que estos cumplan los requisitos de ley. Que las inversiones sean planificadas y correctamente invertidas.
Pero además de los negocios o negociados que se puedan realizar en la administración Hurtado-Bermúdez, incluyendo el volteo de tierras y de la venta del agua del río Sumapaz para llevarla a las urbanizaciones campestres de su vecino Carmen de Apicalá, también hay aspectos políticos y de mecánica electoral.
Además de quedar endeudado, Francisco Bermúdez con su socio de viaje Andrés Hurtado, la ventaja raquítica de 256 votos sobre la señora Yolanda Pérez, no significa un triunfo arrollador que le ofrezca una holgada victoria y de peso contra el “barretismo”.
Claro, no hay que desconocer que la pérdida burocrática para el Representante Alejandro Martínez, puede poner en riesgo su curul para las elecciones de marzo de 2026, pero la estructura tanto organizacional como política del senador Óscar Barreto, pese a dos elecciones atípicas que ha perdido últimamente (Coyaima y Melgar), no la afecta en mucho, menos para decir que el sector mayoritario del Tolima se vino a pique.
Coyaima por ejemplo, no estaba en los planes del “barretismo”, en las elecciones de hace dos años, fue una ganancia extra que le llegó por azar.
Esta población siempre ha estado gobernada por los liberales o por la izquierda, y eso no es un secreto.
Lo de Melgar, era algo previsible puesto que el candidato ganador, Francisco Bermúdez, llevaba prácticamente en campaña tres años, incrementada con el ingreso de los millones de pesos que gastó Hurtado sin ningún control de las autoridades correspondientes, donde en los últimos 10 meses, el hoy alcalde de Melgar, contó con dinero de sobra para realizar eventos y celebrar fiestas casi todos los días, repartiendo regalos, mercados a sus electores.
Solo en las elecciones legislativas de marzo del 2026, se sabrá con certeza si el “barretismo” está en declive. Este será el verdadero termómetro para medir la fuerza electoral de este movimiento.
Sabemos de sobra que no existen los muertos políticos, y a los que han enterrado antes de tiempo, han resucitado más vivos y vigorosos que nunca. La lógica política no permite sepultar a ningún adversario antes de haber sido vendidos en las urnas.
Por el momento, y a manera de conclusión, el pueblo de Melgar debe estar atento y vigilante sobre el verdadero destino de sus recursos y bienes, no vaya a ser que los buscadores de guacas en el tesoro público los dejen peor que lo que estaban.
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