Columnistas
La Influencia de las redes sociales
Por: Edgardo Ramírez Polanía
Doctor en Derecho*
El pensamiento occidental ha puesto de presente la libertad, la importancia del respeto y la dignidad del individuo. Sin embargo, las redes sociales, así sean útiles para la actividad comercial y entretenimiento, exhiben a la sociedad la información personal de las gentes, como una forma de comportamiento e influencia de conductas y sentimientos que resultan por lo público inconvenientes y peligrosos.
No parece que sea un rasgo de agudeza critica la existencia de un desajuste absoluto de la información artificial, entre la actitud, el criterio, la sensibilidad y el estilo del mundo técnico dominado por los motores de búsqueda de internet y la televisión, que disponen qué debe hacer el ser humano de nuestro tiempo, puesto que las redes sociales y la televisión están capturando la atención y creando un concepto equívoco del modo de ser de la sociedad.
La manera de orientar las tendencias y los gustos del individuo a través de las redes sociales, ha sido reconocida por esos mismos sistemas operativos de búsqueda, computación y comercio electrónico, que están disponibles para influir en los adultos y los niños que son aplaudidos cuando se les compra un celular para uso sin ningún control, porque la sociedad ha sido permisiva y los gobiernos no han hecho nada a través de entidades gubernamentales para reglamentar en la niñez el acceso libre y pernicioso a todas las páginas de la internet dispuestas en todo aquello que desee conocer la mente humana.
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Los padres de familia son quienes deben ejercer un control sobre el uso de las redes sociales por parte de los niños, y los gobiernos crear normas que establezcan las fronteras legales, debido a que esas redes sociales, falsifican la verdad, sirven para el insulto, la calumnia, y el delito, bajo el amparo del anonimato, además del ofrecimiento sexual, aberraciones y encuentros que están a disposición de las mentes frágiles que no están preparadas para seleccionar esa información, y por lo mismo, pueden entrar en una pérdida de los valores esenciales del comportamiento humano que pervierte los cánones de una cultura como modo de afinar el carácter de los individuos.
Toda civilización es ceremonia y está regida por cánones de respeto y si se extirpa del seno de las civilizaciones ese respeto y normas de uso y conducta, lo que sigue, simplemente, es una barbarie técnicamente eficaz. Pero no civilización en el sentido obvio de la palabra. Y como la civilización comienza con las palabras, es también obvio que sin el respeto que demanda la niñez que mira sin filtro los aconteceres de un mundo cada día salido de los cauces de la razón, que deben vigilar los padres, pierde su razón de ser de la formación, porque cuando se le quiera dar a la educación un sentido sólido o espiritual, los fundamentos de la importancia educativa de la juventud se dispersa, al someter a personas débiles por su edad al predominio de las redes sociales.
Tampoco es conveniente para la sociedad, que la televisión y la información esté en manos de los grandes grupos económicos. Porque al decir, de Hobbes “quien tiene la información tiene el poder”. Y además porque distorsionan la verdad de acuerdo con su interés, como acontece con las novelas de narcos y prepagos que le dan la vuelta al mundo y desacreditan la honra de nuestras mujeres y el respeto de los hombres de bien que son mirados en el exterior como bandidos. También esos medios ayudan económicamente a los políticos para dirigir el país conforme a sus conveniencias económicas, lo que constituye un atropello a la libertad.
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La televisión nacional y las redes sociales son igualmente defectuosas, de baja calidad, y casi todas de mal gusto. Hay insólitas excepciones, es cierto, sin nada extraordinario, cuya aparición no cuenta para nada en la masa global de las realizaciones y, por lo mismo carecen de significación dentro de un diagnóstico general de la calidad de la televisión. Lo mismo ocurre en las redes sociales y su contenido y sobre el uso o mal uso de los celulares en los niños y la influencia de estos aparatos en su mente y adicciones que van en contra de la formación de su personalidad y carácter.
Desde luego, son indiscutibles los beneficios de la información, los lazos sociales que se crean, pero más allá de este beneficio existen daños en el comportamiento de los menores, fraudes, contenido inapropiado y escasos niveles de seguridad, que para la inmensa masa de personas sin suficiente escuela que se embelesan con lo que se afirma en las redes sociales y la televisión colombiana, y dan como ciertos los fenómenos culturales, económicos y políticos que se anuncian o se afirman por personas denominados politólogos, analistas o personas anónimas que no tienen la suficiente capacidad para transmitir información confiable y veraz.
Según el New York Times, en su artículo “Virtualidad para estúpidos y pobres”, existen sicólogos y neurobiólogos que trabajan para compañías tecnológicas destinadas a lograr que los niños y jóvenes fijen sus ojos y la mente en los dispositivos lo más rápido posible. El destacado economista tolimense Beethoven Herrera Valencia Phd, afirma que el citado artículo apunta que “la digitalización va dirigida a la masa social más baja, clase media pobre”. Y que la clase alta de Estados Unidos rechaza los servicios digitales (teléfonos inteligentes, compras en línea, redes sociales) y evitan escuelas que utilizan dispositivos electrónicos”.
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Es un deber ineludible del Estado proteger la mente de la niñez, para que no albergue en ella información indeseable que pueda causar problemas en su raciocinio, y al contrario, su intelecto se llene de conocimientos que generen capacitación y decencia, como elementos indispensables si queremos formar una legión de personas que sirvan en un futuro para un país de progreso, en paz y más feliz.
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