Opinión
El cambio de la tradición política
Por: Edgardo Ramírez Polanía
Son evidentes los movimientos reformistas en América Latina y la merma de los partidos tradicionales que han sido el producto de una cultura con un marcado adiestramiento ético y religioso que defiende a los dueños del capital económico y financiero, a su vez, dueños de la tierra, los medios nacionales de comunicación, la energía, hotelería, agroindustria, minería, construcción, lo que ha generado en amplios sectores sociales desigualdades extremas, que han hecho que no exista para el ciudadano del común ninguna solución posible para mitigar su necesidad, porque los sistemas políticos tradicionales no proponen soluciones colectivas que eliminen las marcadas diferencias sociales
América Latina ha progresado en el análisis político y cultural, cada vez que produce una elección mayoritaria contra los grupos tradicionales se crea una oposición férrea que crea mecanismos de oposición y descrédito mundial, que sólo los minimizan la producción de talentos de pintores, literatos, deportistas o cualquier otra manifestación de la inteligencia humana, que se ha singularizado por su originalidad, su belleza, su significado, reconocido, admirado y editado en varios idiomas y muchas veces esos triunfos obedecen al propio mérito y no al impulso gubernamental.
Los partidos tradicionales no tienen en cuenta que se ha venido formando en el mundo y especialmente en América Latina una conciencia de clase que promueve el inconformismo y la ruptura de la tradición, para cederle el paso a la manera de pensar lo que se siente, con tesis, fórmulas y análisis de un realismo social que interpreta las necesidades de las gentes que algunas veces caen en la protesta porque no se les escuchan sus clamores de la desigualdad o los atropellos de sistemas dictatoriales perversos ocurridos como en Chile, Argentina, o la ilegal destitución del presidente del Perú.
La discusión respecto de la conveniencia o no del predominio actual de algunos gobiernos del sur del continente entre ellos Colombia, no es útil, si de ella se saca la única conclusión que el actual mandatario Gustavo Petro debe irse del gobierno, porque es socialista, porque no les interesa el cambio a los grupos económicos ni a los partidos tradicionales para continuar en el poder como sucedió en Chile con Salvador Allende.
Los partidos políticos tradicionales han entrado en un letargo para el cambio. El liberalismo hace años no promueve convenciones para establecer si las directivas continúan o no, lo que hace de ese ejercicio una inutilidad o irregularidad legal. Ha habido desbandada en los seguidores del Partido Conservador y los partidos Verde Oxigeno y Salvación Nacional que obtuvieron menos del 1% en las elecciones presidenciales, están otorgando avales para que se postulen candidatos de esos partidos sin electorado, lo que debe regularse por el Consejo Electoral, porque aunque es democrático no contienen la dosis de calificación debida para intervenir en los debates públicos con opciones de registro aceptables lo que conlleva a gastos inútiles de la Registraduría Nacional del Estado Civil.
La vigencia de los partidos tradicionales se hace más evidente en los acuerdos electorales para la incorporación de nuevas personas al gobierno regional y no en algo más, que explique los fenómenos económicos nacionales y mundiales, las nuevas corrientes del pensamiento crítico de los derechos humanos, del medio ambiente, la salud en manos privadas, la protección a la niñez y la vejez, la distribución de la tierra inexplotada, la incorporación de los indígenas con su lengua al mundo civilizado con la preservación de las costumbres y los ancestros, que no han sido puestos en práctica por el olvido e intereses distintos a aquellos que enaltecen a la persona en su respeto y dignidad.
Esa tradición política cambió desde aquel día, en que la luz del entendimiento y la razón, al son de tambores y cascabeles empezó la danza de la participación política a los excluidos con todos sus derechos, ante la mirada extraña de una sociedad excluyente y déspota que fue la causante de la desigualdad social, que les correspondió aceptar ese nuevo surgimiento social de gentes anónimas dueñas de sus sueños y su destino.
(CO) 313 381 6244
(CO) 311 228 8185
(CO) 313 829 8771