Opinión
La escuela-empresa y la movilizaciòn total
21 de Aug, 2019
Opinion
Por Julio Cesar Carrion
En respuesta a Claudia Nayibe López y su interesada propuesta neoliberal acerca de la educación...
Hoy las empresas están seriamente comprometidas con el desarrollo de la educación, pero no de una educación para la autonomía, ni para la formación integral de los seres humanos, sino una educación para la adecuación y calificación del personal requerido para sus procesos productivos y mercantilistas. Es tan serio este compromiso que incluso muchas de estas empresas tienen, ya no sólo sus propios institutos de formación técnica y ocupacional, sino instituciones de educación superior ligadas a su razón social. Es decir, las empresas no buscan exclusivamente mejorar el “recurso humano”, para garantizar en el corto plazo su desarrollo, sino que, dada la permanente innovación y sofisticación de las tecnologías, precisan ahora educar para la adaptación a dichos cambios y preparar su personal para las futuras demandas de calificación.
Como la educación formal que históricamente ha sido ofrecida por las instituciones públicas o privadas, no garantiza estar al día con los requerimientos y exigencias del desarrollo científico y tecnológico, surge la necesidad de que las empresas intervengan directamente en la educación y asuman su administración y manejo, para poder mantener sus niveles de competitividad, ya sea creando sistemas de “donaciones”, becas, inversiones directas, incubadoras empresariales, pasantías, etc., o estableciendo, como se ha dicho, sus propias instituciones educativas.
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Si bien es cierto las universidades siempre han estado al servicio de los procesos productivos y de la economía en general, no se había presentado antes un movimiento tan explícito de subordinación y dependencia total. Los nexos universidad-empresa antaño estaban determinados, principalmente, por los contratos de investigación, la prestación de servicios, y la capacitación, pero ahora lo que se presenta es una fusión, llegando incluso a que grandes establecimientos y corporaciones industriales, comerciales o de servicios, tienen sus propias instituciones universitarias, para el entrenamiento y capacitación de sus estudiantes-empleados. En este orden de ideas el concepto de mejoramiento de la calidad educativa se ve reducido, desde la óptica empresarial, a la adaptación y establecimiento de unos contenidos académicos acordes con las “competencias” más significativas para el desarrollo empresarial; las entidades prestamistas y “auspiciadoras”, terminan fijando los “estándares de calidad” y hasta las asignaturas y programas, según su conveniencia, y de ello depende la asignación de los recursos. Así la educación como un derecho fundamental ha sido eliminada, reduciéndose a un simple “servicio”, manejado, por supuesto, con criterios empresariales, gerenciales. Los patrones de rendimiento, eficiencia y rentabilidad pasan a constituir los elementos claves para la prestación de dicho “servicio”, respondiendo a la lógica economicista del costo-beneficio y no a las obligaciones y funciones de un Estado social de derecho.
La reingeniería, la instalación de pequeñas unidades de producción especializadas y la reestructuración del llamado “capital humano”, ha convertido el sistema educativo en subsidiario de las empresas, del mercado y del complejo industrial-militarista que domina al mundo. Se ha creado una nueva cultura empresarial-educativa, que busca formar el personal requerido para moverse en un amplio espectro de posibilidades laborales, efímeras y precarias, sin seguridad social ni estabilidad, sin prestaciones, sin calificación duradera, pero eso sí, “competitivos”, audaces y hábiles; carentes de sentimientos de solidaridad y de autonomía e inscritos en una medianía generalizada.
La idea de una generalizada ilustración de los sectores populares, como principal propuesta emancipadora, que manejara el viejo liberalismo, ha entrado en decadencia, como lo ha precisado el profesor Jorge Gantiva Silva (1999): El concepto de la democracia liberal moderna consistente en garantizar la cobertura educativa, universal y gratuita para todos, ha sido incumplido históricamente. Bajo la receta de la banca mundial, la ya menguada y reducida educación pública es objeto de un recambio institucional, financiero y pedagógico al amparo de la ‘desregulación’, la privatización y la flexibilización. El rumbo de la política educativa internacional conduce al desmantelamiento de la escuela pública y con ello toma cuerpo un sistema de segregación y estratificación social discriminatorio, el cual lesiona severamente el derecho fundamental a la educación.
El papel actual de la escuela en la microfísica del poder es reducido. La nueva relación escuela-mundo laboral, debido a la globalización, a los cambios tecnológicos, al poder de las armas y a esa nueva y tendenciosa psicología que imponen los “tiempos modernos”, manipulada por los centros de poder y los mal llamados medios de comunicación, conduce irremediablemente a la movilización total, esto es, a una total identidad y unidad de acción entre los gobernantes y sus pueblos, a un enrolamiento generalizado del pueblo en servicio de los intereses y del engranaje estatal-empresarial. Para cumplir estos requerimientos del poder, se pasó del abnegado maestro “apóstol” -disciplinado él pero a la vez disciplinante y disciplinador- y de los animadores del tiempo y los espacios escolares, al biomaestro, al maestro regularizador que puede ser cualquiera, que no reclama una específica formación pedagógica y profesional, pero que debe estar sometido a los códigos empresariales de eficiencia y rentabilidad y a los nuevos patrones de domesticidad laboral. Se trata de los administradores de unos currículos que son pensados e impuestos, de manera uniforme, por los tecnólogos de las empresas multinacionales y por los llamados “centros de excelencia” de esa sociedad del conocimiento que promueve el capitalismo tardío. Este tutelaje organizativo, este proyecto de conducción total, nos permite sentir que los principios establecidos en los campos de concentración tienen entera vigencia, que Auschwitz no fue una situación pasajera, transitoria y excepcional, sino un proyecto de supresión permanente de la libertad, bajo poderes imperiales que quisieran fragmentar el mundo entero en campos de concentración y de exterminio, con individuos totalmente sometidos a los caprichos de sus verdugos. Distribuidos hoy entre gente servible e inservible, asistimos a la universalización del espíritu empresarial de Auschwitz -la enorme fábrica de muerte que instauró el nazismo-. Desarraigo, subalternidad absoluta, deportaciones, exclusión, incremento de zonas tuguriales, marginalidad y aniquilamiento de un lado, y presunción de superioridad intelectual, cultural, racial, imperial, del otro.
La piedra angular de las nuevas prácticas pedagógicas y de dirección empresarial, es la formación de seres humanos recluidos, concentrados, estatuidos según los lineamientos imperiales y procurando solamente cumplir con los modelos y estándares de vida que les son impuestos. Habitantes de "un mundo feliz", cómodos, tranquilos, sometidos, serenos, mansos, flexibles, pero profundamente manipulados, hasta en la elaboración de sus más íntimos deseos.
El sistema pedagógico-social basado en los campos de concentración y de exterminio se ha venido perfeccionando después de la caída del nacional-socialismo. Podemos afirmar que Auschwitz ha tenido continuidad y permanencia, que se ha mejorado, tanto bajo el capitalismo tardío, como en el llamado socialismo real soviético, que incorporó -con las purgas políticas, la psiquiatría represiva y los campos de exterminio- nuevos modelos de control social y otras formas de horror y de barbarie, a la historia universal de la infamia. Imre Kertész (2002, 61-62) escribió que el escenario numero uno del holocausto, Auschwitz, se convirtió para todos los tiempos en el nombre colectivo de los campos nazis, aunque funcionaran otros cientos de campos y aunque sepamos que en el propio Auschwitz fueron recluidos y exterminados decenas de miles de personas no judías. Igualmente es cierto, aunque las motivaciones y formas de expresión del poder y del horror fuesen distintos, que el Archipiélago Gulag de los soviéticos es su equivalente, como lo viene siendo el campo de prisionerode Guantánamo, para la actual administración norteamericana. Cumplen funciones semejantes: aniquilación del individuo y reducción del ser humano a su nuda vida. Como lo ha dicho Kertész (Ibid): podemos definir como rasgo más característico del siglo XX precisamente el haber barrido de manera completa a la persona y a la personalidad (…) El proyecto de Auschwitz tiene futuro y no sólo en los campos de concentración y de exterminio, o en los sucedáneos campos de reeducación. Esta propuesta nacida en las entrañas de los regímenes colonialistas y racistas, hoy se está universalizando, bajo el amparo de la regulación poblacional, la pedagogización del mundo de la vida, la conversión de las empresas en escuelas y viceversa; el uniformismo gregario que impulsa el “nuevo orden mundial”, la nueva administración empresarial de las sociedades y las más diversas formulas ensayadas por el bio-poder con sus tecnologías de la muerte, la homogeneidad cultural y los Estados carcelarios.
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