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Hay que oírlos

Hay que oírlos

El 33% de jóvenes de Colombia a julio del presente año, ni estudia ni trabaja. Reveló también que el 21.8% de la población nacional, tiene una edad entre los 14 y 26 años. Es decir, una población joven.

Existen problemáticas endémicas en nuestra juventud, tema drogas, falta de educación, puestos de trabajo, desigualdad, abandono por parte de sus padres (solo el 44.14% vive con los dos padres). Hay una juventud sin oportunidades, muchos de ellos se sienten rechazados, sin gobiernos que les den las garantías de educación y empleo.  Situación que les genera falta de entusiasmo para luchar por sus anhelos y metas.

Hoy gran parte de la juventud a pesar de las inequidades, se está capacitando de una mejor forma que generaciones anteriores, tienen unas mejores herramientas en tecnología y comunicación para enfrentar las transformaciones económicas y sociales del presente.

El Congreso de Colombia aprobó la ley 1622 el 29 de abril del 2013 o ley “Estatutaria de Ciudadanía Juvenil”,  cuyo propósito es  garantizar a todos los  jóvenes el goce efectivo de sus derechos en el ordenamiento jurídico interno, la adopción de políticas públicas necesarias para su realización,  protección y sostenibilidad y para el fortalecimiento de sus capacidades y condiciones de igualdad de acceso  que faciliten su participación e incidencia en la vida social, económica cultural y democrática del país, entre otras.

Es el momento de cambiar este desalentador porcentaje que nos da el DANE sobre nuestra juventud y entenderles su reclamo.

Ley bastante extensa y completa que de cumplirse solo el 20% de lo aprobado tendríamos una juventud en otras circunstancias, no tan marginada de las grandes decisiones en lo nacional, regional y municipal. Como muchas otras leyes solo quedó la constancia. A nivel del Congreso cumple con lo mínimo y obligatorio, cual es la conformación de la respectiva comisión para el desarrollo de la misma y pare de contar. Qué decir de los gobiernos en lo nacional, departamental y municipal. Muchos alcaldes conocerán la existencia de esta importante ley, pero muy seguramente sin estudiarla en su contenido, limitándose a formar comités sin función alguna y elecciones que la misma ley obliga. La realidad es que sus objetivos para lo cual fue creada no se cumplen. Es decir, no tiene operatividad.

Cuántos jóvenes en el país conocen esta ley, sin equivocarme podría decir que muy pocos. Al no conocerla pues también como reclamar sus derechos allí consignados.

Los adolescentes no pueden ser interpretados desde una sola óptica por circunstancias particulares tales como región, clase social, género, formas de interrelacionarse entre ellos. Haciéndolos diferentes pero todos jóvenes. Están actualmente viviendo una etapa de transición por cuenta de la globalización y el conocimiento de la noticia al instante y la comunicación inmediata entre ellos a través de las redes sociales, muchas veces siguiendo comportamientos diferentes, como otro tipo de valores distintos a los aprendidos en su hogar.

Hay que diferenciar entre la juventud responsable, pensante, que exige y reclama sus derechos a tener un mejor país, con una justicia honesta, ecuánime, que levanta su voz ante la corrupción, que exige un Congreso que haga leyes que mejoren la vida y den solución a los verdaderos problemas, seguridad ciudadana, que garantice y se respete el derecho al disenso. Demandas que se pueden hacer dentro del respeto, acatando la ley, sin destruir bienes públicos ni privados. Es deber de los gobiernos escuchar y entrar a buscar soluciones concertadas.

Otra cosa es el vandalismo, la asonada de aquellos que escudados en su edad se dedican a cometer toda clase de delitos, manipulados por estructuras dedicadas a desestabilizar un gobierno legítimamente constituido.

Los jóvenes son el futuro de una nación y de ellos depende el que se logren buenos resultados en desarrollos económicos, sociales, ambientales, una sociedad más honesta y justa. Para lograrlo es imprescindible darles las herramientas necesarias para que se capaciten, sin el sesgo económico que relega a jóvenes con grandes potenciales por no tener los recursos necesarios para una buena educación.

Es el momento de cambiar este desalentador porcentaje que nos da el DANE sobre nuestra juventud y entenderles su reclamo. Hasta el momento quienes están aprovechando su inconformidad son unos pocos vándalos que tienen intereses diferentes, enfocados solo en generar terror, caos, muertes, para deslegitimar  nuestras instituciones y nuestra democracia.

 

 

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