Opinión
Grandes interrogantes humanas
Por Juan Bautista Pasten G.
Como hemos planteado en columnas precedentes, la filosofía – más bien, el filosofar – constituye la actividad interrogativa por excelencia. Los filósofos son quienes mejor expresan la inquietud por preguntar, cuyo objetivo es aprender y conocer, lo cual, por cierto, es una tarea constante e inagotable en nuestro paso por el mundo.
Por lo pronto, también, hemos asemejado el preguntar filosófico al permanente interrogatorio que efectúan los infantes - niños en su primera infancia - hacia los adultos. En ambos casos, tanto el afán inquisitivo como la finalidad del mismo es similar, o sea, la imperiosa necesidad de dilucidar lo velado y oculto, de obtener respuestas – ojalá claras y precisas – respecto de lo ignorado.
En otras palabras, tanto niños como filósofos, buscan conocer y aprender, corroborando con ello la máxima de Aristóteles que introduce a su obra “Metafísica”, vale decir, “todo hombre apetece conocer”. En consecuencia, las ansias de saber es una necesidad fundamental para el ser humano desde la temprana edad, necesidad que perdura e incrementa a medida que avanza el nivel cognoscitivo de las personas.
Ahora bien, en este contexto, es indudable que surgen interrogantes de mayor enjundia y/o substancialidad, son aquellas que pretenden resolver las problemáticas y disyuntivas esenciales del mundo, de la naturaleza, del planeta y, fundamentalmente, del ser humano.
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Ciertamente, las temáticas señaladas, han sido objeto de estudio e investigación de la filosofía desde el advenimiento de la misma en la antigua Grecia, en el siglo VI a.C. Sin embargo, como área destacada de tal quehacer reflexivo, podemos localizarla en la medianía del siglo XIX, con el surgimiento de la denominada Antropología Filosófica.
En primer término, es menester definir la ciencia de la Antropología, esta trata acerca de los orígenes, los fundamentos y las manifestaciones del ser humano, tanto en sus aspectos físicos como culturales. La Antropología Filosófica asume y acoge el conocimiento antropológico, añadiendo la interpretación y examen de las comunidades humanas, junto a la proyección del devenir humano en el mundo presente y futuro.
En síntesis, la Antropología filosófica busca develar el origen del hombre, el desarrollo del mismo en la actualidad e intentar el discernimiento del ser humano en el futuro (tanto inmediato como mediato). Todo esto teniendo como cimiento lo biológico, lo económico, lo socio-cultural, lo político, lo ético, lo mental y lo espiritual.
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La Antropología Filosófica concibe las siguientes preguntas cruciales:
- ¿Quiénes somos los seres humanos?
- ¿De dónde provenimos los seres humanos?
- ¿Hacia dónde vamos los seres humanos?
Ciertamente, tanto la ciencia como la religión, han entregado respuestas a las interrogantes indicadas. No obstante, hasta ahora, no han logrado la adhesión total a sus propuestas y conclusiones, tampoco la conformidad de las personas. En efecto, permanecen bastantes dudas y cuestionamientos a ambas expresiones culturales.
Pues bien, la filosofía no pretende que sus consideraciones sean apodícticas ni absolutas, entre otras cosas, porque se considera al Saber cómo algo siempre susceptible de ser ampliado y enriquecido. De hecho, la Antropología Filosófica analiza – crítica y objetivamente - todas y cada de las respuestas aportadas por las ciencias y las religiones, mostrando los aspectos positivos e insuficientes de ellas.
En lo personal, pensamos que los cuestionamientos acerca del ser humano - así como de todo lo que nos rodea como especie – ameritan ser resueltas mediante la constante profundización del conocimiento alcanzado hasta hoy. Existen aún muchas dudas no dilucidadas ni por la ciencia ni la religión. Es necesario avanzar en el saber, no quedarnos estancados en ideas y creencias impuestas desde el exterior, a través de siglos. Es pertinente rescatar elementos descubiertos, pero, además, debe profundizarse su entendimiento y comprensión.
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A nuestro juicio, un creciente quehacer inquisitivo, reflexivo, consciente e integral, posibilitará aumentar el conocimiento y la sabiduría para develar nuestra verdadera Identidad - como seres particulares y genéricos - con todo lo que ello implica. Sólo de esta forma estaremos capacitados para construir, habitar y ser personas sólidas, justas y verdaderas.
Efectivamente, la Educación debe apuntar hacia el descubrimiento de nosotros mismos, en cuanto seres plenos e integrales. Es una tarea a realizar por cada ser humano, por tanto, hay que motivar el desarrollo de la Autoestima, la Resiliencia y la Empatía. Así y solo así, creceremos física, emocional, mental y conscientemente.
La Educación – formal e informal – es el sustrato del crecimiento personal, de los pueblos, de las comunidades y la humanidad en su conjunto. La transformación individual es el fundamento de los grandes cambios sociales.
“La transformación personal es la más grande de las revoluciones”. José Antúnez, pensador latinoamericano, siglo XX.
“Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”. Jean Paul Sartre, filósofo francés, siglo XX.
“Cuando hay amor, las leyes son innecesarias”. Platón, filósofo, siglo IV a.C.
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