Opinión
El voto en blanco
Por Carlos Alberto Estefan Upegui
Para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Colombia el próximo 17 de junio, se ha ido configurando con bastante fuerza un protagonista que aunque juridicamente sus efectos no podrán trascender si llegase a convertirse en mayoría, su incremento sobre el promedio histórico políticamente puede tener un impacto muy importante, porque representa la voluntad de colombianos que piensan diferente.
Aquellos quienes deseando votar por el mejor no podrán hacerlo, porque ese era aquél por quien ya votaron en la primera vuelta y no ganó.
Además, porque la razón para no inclinarse por alguno de los dos aspirantes actualmente en contienda, según sus propios argumentos, es por ser "coherentes con sus principios" y "no van a cambiar de parecer solo por acomodarse a las circunstancias".
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Las afinidades ideológicas con alguno de los candidatos no los motivan, porque a pesar de buscar objetivos similares, la forma de lograrlos difiere de las suyas.
Tampoco depositarán su voto "en contra", simplemente lo hacen en blanco, recurriendo a ésta alternativa constitucionalmente válida en nuestro país para demostrar su insatisfacción.
De haber previsto la posibilidad de votar por Gustavo Petro o por Iván Duque, lo hubiesen hecho en la primera vuelta y no en ésta, aunque se diga que es esa la razón de la segunda, pero en el caso colombiano no se está definiendo sólo entre dos personas, sino entre dos corrientes totalmente opuestas y extremas. Esa es su forma de pensar. La decisión ya está tomada.
Explicaciones adicionales consideran no tienen porque suministrárselas a nadie más, ni siquiera a sus amigos y allegados que seguramente hasta el último instante pretenderán hacerlos cambiar de parecer.
Conservar su independencia es la clave, sin subordinación, ni discusión. Por el contrario, piden respeto por su proceder libre y espontáneo; saben muy bien lo que hacen y las razones que los mueven a hacerlo.
Determinación que no cambiará por las presiones de alguien. No quieren compartir razones que no sean de su gusto. La decisión está tomada.
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Entre tanto, la reconciliación de todos los colombianos se plantea como el mejor paso hacia una paz estable y duradera; no así la intransigencia ni la terquedad, tampoco las retaliaciones ni los resquemores; entonces no es bueno dejar llegar las diferencias hasta deteriorar la unidad de un gran conglomerado que aspira el cambio luego de muchos años de lucha.
El país necesita madurar políticamente, respetar las diferencias siendo un poco más prudentes, moderando su lenguaje, y por sobre todo, controlando la agresividad, y permitiendo el derecho al disenso.
No es justo dejar concentrar el poder ni la riqueza en medio de tanta inequidad y pobreza, pero tampoco se trata de inventarnos a como dé lugar nuestro propio "Robin Hood Criollo", para quitarle el dinero a los que con esfuerzo han conseguido labrar su propio patrimonio, y no premiar la eficiencia y el esfuerzo empresarial con justicia social.
Más bien, se trata de estimular el trabajo digno y la riqueza bien habida, comprometiéndose a luchar contra la corrupción y por la redistribución de las oportunidades.
Estos son ciudadanos que sin abstenerse de participar, materializaran su descontento en las urnas votando en blanco, y representando una línea de pensamiento que se perfila en el inmediato futuro como una alternativa democrática equilibrada, moderada, ecuánime y serena; respetuosa de quienes actúan de buena fe y alejados de los extremos.
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Siendo lo más saludable, y práctico, independientemente de quien gane las próximas elecciones, propiciar y mantener el diálogo, y el interés de seguir trabajando por el bienestar de todos los colombianos.
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