Columnistas
Bipolaridad
Al expresidente le dieron casa por cárcel por el proceso de los falsos testigos y el país, como siempre, como en los tiempos de la eterna violencia cuando se mataban liberales y conservadores, se partió en dos. Los partidarios de Uribe despotricaron y los opositores festejaron. Unos y otros están montados en una fiesta a la que no quiero pertenecer.
Los uribistas se fueron lanza en ristre contra la justicia, la institucionalidad, la separación de poderes, hablan de injusticia, de conspiración, de que la izquierda se tomó el país. En realidad, ninguno se ha leído el proceso: son más 2.400 hojas de material probatorio y más de 27 mil horas de grabación legales, pero en este país en el que todos son abogados, técnicos de fútbol y médicos, aprovechan las redes para sacar conclusiones indignantes desde argumentos falsos o, al menos, ignorantes: No conocen las pruebas y hablan más con las vísceras, con su gusto, con su idea de país, que desde la razón.
Que los exguerrilleros están en el senado y que Uribe el gran colombiano en la cárcel, que qué injusticia. Que Uribe ha hecho mucho por el país. Peras y manzanas. Los exguerrilleros se sometieron a un proceso de paz. Son procesos diferentes. Quizá, si Uribe estuviera en la cárcel por los Falsos positivos, tendría más sentido la comparación. Si se les perdona los crímenes a los guerrilleros, también hay que perdonar a los militares y a los políticos que, como Uribe, promovieron esos programas que acabaron con la vida de 4 mil colombianos, sólo en su gobierno. Pero de eso se encarga la JEP. Si Uribe quería el mismo tratamiento: ser perdonado y seguir en la vida pública, se debió someter a la Justicia Especial. Que es un gran colombiano. Puede que sí. En este país, todos somos grandes colombianos. ¿Que ha hecho mucho por la patria? Seguramente. Todos los políticos mucho o poquito, han hecho algo. Pero eso no da patente de corso para cometer delitos.
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A Uribe no lo están acusando por los delitos de guerra, sino por delitos otros de los que hay pruebas que llevaron a la corte a iniciar el proceso que hoy lo tiene recluido en su finca. La democracia necesita de la separación de poderes y del respeto al estado de derecho (no al estado de opinión como Uribe proclamó para librarse de la justicia, como si los gritos, esos que acusan y perdonan con base en sus gustos personales, fueran el imperio de la ley).
Los opositores están de fiesta. Una fiesta apresurada, a mi parecer. Quieren ver a Uribe en la cárcel de cualquier manera, ya sea en la Corte Suprema o en la Corte Internacional. Están en su derecho de exigir justicia. Pero el proceso hasta ahora inicia y me asustan otras cosas. Si con el triunfo de Duque se dispararon los asesinatos a líderes sociales, ¿qué nos puede esperar con un Uribe condenado? ¿Se envalentonarán aún más los antiguos paramilitares (quienes han hecho pública su adhesión a las políticas de Uribe), hoy llamados bandas criminales? ¿volverá la mano negra a gritar con muerte Uribe libre?
La bipolaridad del país, siempre visceral y nunca racional, nos ha hecho matarnos a lo largo del tiempo. Necesitamos contarnos la verdad entre todos, así haya perdón. Lo que necesitamos no son las cárceles llenas de gente. Necesitamos la verdad, la justicia, la reparación. Yo perdonaría a Uribe. Que lo cuente todo, que arranquemos un nuevo país, un nuevo pacto social. Se que no es posible, porque este país que surgió de la sangre y convive con ella, sólo quiere la paz de los sepulcros y sólo habla con las vísceras y no con la razón.
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