Columnistas
América Latina frente a la política de Trump
Por: Edgardo Ramírez Polanía
Ha sido una vieja costumbre de algunos gobernantes y jefes políticos colombianos, en rechazar con su mano de soberbia los derechos de los demás, por la adulación que reciben sobre sus falsas apariencias de efímero orgullo que cambiará con el nuevo estilo de gobierno de Donald Trump.
Esa actitud era propia del absolutismo de las cortes en la Edad Media que tuvo su auge del siglo XVI y en la Edad Moderna en Europa occidental, hasta el siglo XVIII, en que los reyes eran el poder y hoy son unas instituciones inútiles de adorno político. En esa época, el poder lo tenía el rey o la reina, sin restricciones legales como lo hizo Luis XIV, al decir: “El Estado soy yo”, porque desde su infancia se le inculcó que era proveniente de la divinidad.
El cortesano se descubría para atravesar las habitaciones vacías del rey con actos de culto y reverencia y era quien escogía a los ayudantes para vestir al monarca de entre las 100 personas que le servían y podían presentarse ente él con sus prendas envueltas en seda blanca, que ordenaba el chambelán y sólo el jefe de ropero podía ayudarle a abrocharse el cinturón.
La corte representaba la cumbre de la civilización y del refinamiento en las 20.000 personas que vivían en el palacio de Versalles en 1682, que trabajaban de manera silenciosa, secreta y sutil, para lograr sus objetivos de seducción y encanto, que se empleaba para hacer aparecer los actos, decentes y civilizados por parte de los nobles y sus ministros, que pasaban largos días discutiendo un asunto y se lo exponían al rey y siempre su respuesta era: “ya veré”, para crear diferencias y majestuosidad.
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Nuestro mundo contemporáneo trae imitaciones como mostrar los zapatos Ferragamo del presidente Petro y su carácter autoritario, o la riqueza del presidente Trump, porque los medios de comunicación se encargan de hacer pública la vida privada de los gobernantes, debido a la costumbre española en admirar más las apariencias que la realidad, por una falta de objetividad en el análisis de las categorías.
En nuestro medio no ha existido el refinamiento en los viejos edificios del Capitolio Nacional y la Casa de Nariño, ni el exceso en las buenas costumbres, sino la ramplonería que ha imperado en los últimos cinco lustros en los actos de algunos jefes de Estado. Un ejemplo, ha sido el abuso en la aprobación de las leyes y la forma de gobierno a “espaldas”, que ha existido desde la Constitución de 1991, en que se han vendido las empresas del Estado y hasta sus reservas en oro, pero no existen investigaciones ni sanciones, excepto para funcionarios de menor rango como los ministros y otros funcionarios, que algunos de ellos, también se consideran parte de una élite importante y dinástica por un viejo apellido, pero esas tradiciones desaparecieron por la imposición de nuevas costumbres sociales.
El nuevo gobierno del presidente Donald Trump, hará cambios en algunas políticas de Latino América, como la migratoria que está causando desazón en los indocumentados que ascienden a 12 millones en EE.UU y en los gobiernos de izquierda, especialmente Cuba, Venezuela y Nicaragua, que han tenido regímenes dictatoriales, absolutos y arbitrarios.
Se espera un análisis de fondo de los entendidos, sobre la manera cómo podrían afectar las futuras relaciones de Estados Unidos hacia Colombia y otros países del centro y sur del continente americano, y la posición contraria de Gustavo Petro en el manejo de la política de los hidrocarburos que es prioritaria para el nuevo gobierno norteamericano, la migración hacia EE.UU, el tratamiento a grupos ilegales y la lucha contra el narcotráfico.
Por el carácter autoritario de los mandatarios de Colombia y Estados Unidos, las relaciones no podrían ser las mejores, si persiste la contraposición en los programas entre las dos naciones, que hacen necesarias las buenas relaciones que deben estar por encima de cualquier diferencia política y que beneficia más a Colombia, si el Canciller Luis Gilberto Murillo utiliza su talante conciliador, debido a que el nuevo secretario de Estado norteamericano Marcos Rubio, piensa solucionar los asuntos internacionales imponiendo la fuerza por sus posturas conservadoras y de oposición a los gobiernos de izquierda de América Latina.
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Es posible que el nuevo Secretario de Estado norteamericano, endurezca su posición conservadora y de oposición a los países de izquierda de esta región, entre ellos Colombia en asuntos relativos a la calificación de las FARC como grupo ilegal a quienes niegan desmovilizarse, la certificación en la lucha contra los narcóticos, que es requisito para el desembolso del 20% de los recursos que anualmente desembolsa Estados Unidos a Colombia, La posición justa de Colombia frente a Palestina, la ayuda económica y tecnológica que pueda recibir nuestro país, que se pueden ver afectadas por las diferencias ideológicas, que requieren transacciones y acuerdos que permitan la expansión comercial a través de la influencia sobre las grandes corporaciones extranjeras y el turismo.
Colombia debe enfatizar su política de cooperación transnacional y para ello, puede ayudar con Panamá en evitar el paso por el Darién de personas con antecedentes criminales hacia Centro América, que ha sido el problema migratorio en Estados Unidos, colaborar con otros presidentes de la región en solucionar el conflicto político y social que existe en Venezuela, liderar con los países que abarcan la zona de la Amazonía, la preservación del medio ambiente en su contaminación y deforestación, donde habitan más de 40 millones de personas y 410 grupos indígenas, en un área de dos millones de kilómetros cuadrados donde existen inversiones de infraestructura de China.
Es necesario un acuerdo sobre el manejo de los cultivadores de coca, que mientras Trump exige “mano dura” contra el narcotráfico y otros delitos transnacionales como lo expresó en su campaña, el presidente Petro propone que debe existir una política más social que represiva contra los campesinos cocaleros. Es probable que si existen buenas relaciones bilaterales, Estados Unidos pueda contribuir a que nuestro país sea socio de la OTAN, reforzar la cooperación militar e intercambiar información para fortalecer la seguridad, inversión de tecnología, infraestructura y ayuda económica.
Colombia debe continuar siendo socio estratégico de EE.UU en la región con su política de combatir el crimen organizado, la inmigración ilegal, el narcotráfico y el medio ambiente, que conduzcan a la disminución de la pobreza y la paz total, que son de vital importancia para el país, porque los ideales deben tener correspondencia con la realidad social.
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