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Opinión

Repugnante racismo

Repugnante racismo

Por Óscar Perdomo Gamboa - Escritor


Este racismo ya había sido exhibido por personajillos ignorantes que, orgullosos de su vileza, la insultaban en redes sociales. Una de estas personas, una seudocantante cuyo nombre no escribiré por pudor, tras su insulto fue premiada por un canal nacional con el protagonismo en un programa de televisión.

Esa es una gran prueba de que Colombia es un país racista cuyas élites promueven y avalan tales comportamientos que en cualquier sociedad medianamente equitativa serían reprochados y castigados por la ley.

El odio emanado por ciertos sectores del uribismo hacia todo lo que sea progresismo, feminismo y avance social ha llevado a que el presidente Petro y su círculo cercano, desde su hija menor hasta su vicepresidenta, sean blanco constante de ataques rastreros.


“El problema es que una negra, que debería ser muchacha del servicio, sea su Vicepresidenta”


No olvidemos que la prensa comprada suele quejarse por los zapatos del mandatario o la ropa de Márquez. Eso es pan envenenado de cada día. Sin embargo, el rencor desmedido hacia la Vicepresidenta saca a la luz algo más turbio: el racismo soterrado y escondido que tienen tantos colombianos y que ahora, con el aval de los escándalos fabricados por esos medios y sus amos, pueden disfrutar a sus anchas.

El problema no es que Francia Márquez se desplace en helicóptero donde su familia en un sector elegante gastando dinero del erario. Para estos mamasantos de la moral ajena, el problema es que una mujer afro, que debería estar apretujada en un bus barato, vuele en helicóptero; el problema es que una mujer humilde, que debería vivir en una invasión, viva en un conjunto costoso; el problema es que una negra, que debería ser muchacha del servicio, sea su Vicepresidenta. Ese es el verdadero y vergonzoso estado real del racismo en Colombia.

¿Exagero? A las pruebas me remito: los hipócritas, que hoy critican a la presidenta, callaron cuando la esposa de Iván Duque usó el avión presidencial para viajar de Cartagena a Bogotá y de regreso para cambiarse un vestido, o cuando la misma primera dama montó en el mismo avión a los amiguitos de sus hijos para una fiesta de cumpleaños en Panaca. Ahí no dijeron nada, porque era una de sus cómplices. Ni qué decir de las veces que narcotraficantes o presidentes autoproclamados montaron en aviones y helicópteros de la Armada y hasta se tomaron fotos, dichosos de gozar la corrupción e impunidad.

De estos personajes no podemos esperar nada, pero lo que más insulta al país es que el colombiano de a pie, con sangre negra e india en sus venas, aprovecha la ocasión para blandir un contradictorio y repugnante racismo: ¿La vicepresidente viaja en helicóptero? Si es blanca, sí tiene derecho; es una mujer empoderada, de carácter, que hace valer su autoridad. Si es afro, no tiene derecho; es una igualada, despilfarradora y grosera que se atreve a contradecir lo que el patriarcado blanco le impone.

Si usted pertenece a esa categoría que, quizá inconscientemente, se plegó al odio por Márquez por un racismo soterrado que, por fin, puede exhibir impunemente, revísese. Primero, revise su ADN y, estoy seguro, encontrará huellas de África en su ser; segundo, revise su siquis a ver qué trauma o complejo de inferioridad está sublimando con ese odio proyectado; y tercero, revise su rol como ciudadano al evitar con su racismo retrógrado el avance de Colombia como un país íntegro, pluriétnico y multicultural.

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