Opinión

Oropel

Oropel

Por Óscar Perdomo Gamboa - Escritor


A una cuadra de mi casa hay un centro comercial con supermercado. Por ende, al menos dos veces por semana voy a comprar cualquier cosa, desde un plátano hasta un libro. Como me queda tan cerca, suelo ir con la ropa vieja que uso en la casa: tenis raídos, yines deshilachados y alguna camiseta pálida.

Normalmente, nadie me saluda, menos los encargados de seguridad; no me extrañaría que se quedaran patrullando que no me robe nada. Yo no sufro por eso, claro, no estoy en un desfile de modas; voy, compro lo que necesito y me devuelvo. Sin embargo, en días pasados tuve que ir a un velorio y eso me obligó a vestirme decentemente, con blazer elegante y zapatos embetunados.

Al pasar por el centro comercial, milagrosamente me saludaron los porteros, las impulsadoras y hasta los vigilantes; incluso una tarjeta de crédito me ofrecieron. Me quedó la duda si me hablaban a mí o al traje.

La anécdota la traigo porque esa misma semana asumió el Ministerio de Educación la muy bien preparada Aurora Vergara, mujer que se ha destacado en todos los campos en que ha trabajado y cuya hoja de vida es insuperable. Sin embargo, como es de prever en este país, varias críticas y comentarios venenosos apuntaban a su etnia, su cabello y hasta su vestimenta. No sobra recordar los comentarios racistas y desobligantes contra la vicepresidenta Francia Márquez, encabezados por los más brillantes intelectuales del siempre pluralista Centro Democrático. Como bien lo dijo ella, el odio que llevan algunos por la gente más humilde es enfermizo.

Pero el racismo no se limita a lo que vociferan algunos ignorantes como Luz Fabiola Rubiano, la mujer que, instigada por el rencor uribista, insultó a la vicepresidenta y a todos los afrocolombianos. Esa misma semana fue noticia la presentación de una marca de ropa en Cartagena donde vistieron a mujeres afro como palenqueras, adorno de fondo para las modelos blancas de pasarela, como si aún viviéramos en la Colonia o en el apartheid que tanto desea Paloma Valencia, que quiere a los indígenas del Cauca separados, ojalá lejos.

“Amigo; cuánto tienes, cuánto vales”, escribió el gran Jorge Villamil en su canción Oropel. Pocos versos son tan ciertos como este en Colombia, un país de clasistas y racistas orgullosos de su odio y discriminación en donde el respeto está tan devaluado que se puede comprar con un traje.

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