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Opinión

Oposición y medios de comunicación

Oposición y medios de comunicación

Por: Edgardo Ramírez Polanía


Desde la formación de la organización social, ha existido la costumbre en las agrupaciones que no están conformes con las decisiones de gobierno, en organizar grupos de protesta, ya sea para defender intereses propios o de extraños.

Hoy, esa protesta se realiza desde la televisión y revistas que no consultan el espíritu periodístico, sino el amarillismo mediático para formar oposición sin ideas ni conocimientos, contra los gobernantes y las instituciones sin el suficiente soporte de credibilidad.

 El periodismo en Colombia sigue siendo personal se diría que íntimo, con una especie de narcisismo de la televisión que conduce al descrédito de los gobernantes  y de los actos que lo configuran, porque lo dicen los noticieros de propiedad de los dueños de los medios de comunicación nacional.

 Algunas revistas como Semana publican periodismo íntimo y confidencial, lo que parece un contrasentido en razón a que el periodismo es lo público. Ese periodismo confidencial de lo íntimo de las personas, de conocer las providencias judiciales antes que los mismos investigados y enjuiciados, es triste y deplorable, porque avanza hacia lugares restringidos de la intimidad de una persona, de una familia o de un gobierno, que al volverse público, adquieren de esa manera la noticia sus mínimas dimensiones, su doméstica categoría, su modesto relieve y su mínima calidad.

 Esa clase de periodismo al aire libre y sin estrictas pruebas como lo hace de manera sesgada Semana, una revista nacional de contenido político de banqueros llenos de ampulosa vanidad, que se enloquecen con saber que son dueños del prestigio de la gente, le hace daño a la sociedad, porque desde esos medios de comunicación hacen presión para defender sus privilegios. El hombre medio de nuestra época, sumergido en el anonimato y la necesidad de esa información, se defiende en sus propósitos únicamente con el periodismo independiente y no comprometido de la provincia.

 El periodista y el literato se dan a veces en una misma persona con sutil diferencia y óptimo resultado. En nuestro periodismo de revista  y de televisión no ocurre ese fenómeno, porque el periodismo como consecuencia de la inmediatez, del odio, de llevar la contraria para aparecer como adalides de una supuesta moral, y dedicadas a propalar el escándalo y el odio, sin la verdad como debe ser el verdadero periodismo.

Las gentes se oponen y sublevan, en defensa de su igualdad, de su prestigio y contra el predominio político de una clase poderosa dueña de los medios de comunicación, del capital financiero del país, de uno empresarios y políticos intocables por que pertenecen a las familias tradicionales o aquellas que han mantenido el poder, formando un círculo interminable que quiere eliminar todo aquello que no esté de acuerdo con sus intereses.

Lo que buscan quienes se unen para derrotar un gobierno desde los medios de comunicación, es buscar el desprestigio, lo hacen para alcanzar más fortuna y honores. Pero, la mayor obstinación es mantener los privilegios   y los negocios con las personas de siempre o de un grupo que deciden el destino de los demás no en beneficio de los necesitados sino de quienes siguen detentado el poder económico y político y donde la justicia opera para el ciudadano del común y no para la clase privilegiada.

 Las causas de las protestas en ésta época, están conformadas por el odio, el desprecio y el rechazo a todo cuanto suceda en el gobierno, porque la falta de poder y decisión convierte al individuo de la oposición en un ser con sentido de finalidad, que deja de ser aquello que le ha causado admiración de los demás, la libido imperandi en funcionamiento, que es un deseo irrefrenable por el poder que ya no tiene, pero lo ejerce a través del periodismo servil de los grandes capitales para perseguir y deslegitimar a quienes pretenden hacer los cambios que el país necesita.

 Es ostensible ver sin la menor dificultad y con plena evidencia, la importancia que genera el odio, la descalificación de los candidatos o gobernantes, a través de los medios de comunicación de propiedad de los sectores financieros del país, que estaban acostumbrados a señalar con el índice quienes eran los presidentes de la República y sus ministros y que debían hacer los congresistas para evitar mayores impuestos a las grandes empresas y sus bancos.

 Las desigualdades han producido enormes protestas en el mundo. Desde las calles de Hong Kong hasta La Paz, Quito, Barcelona, Beirut y Santiago de Chile, Estados Unidos donde hemos presenciado una gigantesca marea de personas, entre ellas algunos violentos patanes, que toman las calles para ejercer su derecho a protestar y exigir el poder, así hayan perdido las elecciones.

La razón de las primeras líneas que se levantaron contra los anteriores gobiernos y que se accedieron en la protesta, hasta convertirse algunos en vándalos, tuvo su origen en el desgobierno de Juan Manuel Santos e Iván Duque, el desempleo, la corrupción estatal y la exclusión con la acumulación de capitales en unas pocas manos, como el grupo antioqueño, los Gillinski, y el grupo Aval de Luis Carlos Sarmiento Ángulo entre otros.

Los opositores del gobierno que protestan tranquila y pacíficamente como lo han hecho la ciudadanía que se opone a los cambios sociales del Presidente Petro, están en su legítimo derecho y se les debe garantizar su protesta. Pero deben dejar gobernar y no oponerse ciegamente a proyectos gubernamentales que desconocen.

 Quienes deseen hacer oposición que la hagan, pero no irreflexivamente, por cuanto no es saludable para los colombianos ni para la marcha normal del país, ni para el beneficio de los colombianos utilizar los medios de comunicación para hacer señalamientos sin veracidad y que deseen suplantar a la justicia y los organismos de control en sus funciones y decisiones.

 Esa actitud temeraria e irresponsable sólo genera enfrentamientos y discordia, que son el elemento esencial para que no exista paz ni concordia entre los colombianos.

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