Opinión

¿Innovación Social en el Tolima?

¿Innovación Social en el Tolima?
Por Oscar Javier Pulido Mahecha

Mg. en Territorio, Conflicto y Cultura. Lic. en educación con énfasis en Ciencias Sociales

Desde hace algunos años, la ciudad de Ibagué me acogió bajo su techo, he experimentado recorrerla y no perderme entre la jerga particular de los nombres de sus calles, carreras y barrios (Ambalá, Guabinal, Tamana, Mirolindo, Calambeo, Varsovia, Onzaga, entre muchos otros) y toda la posibilidad de sus infinitas combinaciones –“eso es cerca de la ambalá con la tobogán”.

He aprendido a transitar por sus imaginarios, una ciudad que se teje en la anhelo de lo que fue, el miedo de lo que es y la esperanza de lo que quiere ser; he observado las prácticas de su gente, sus historias y me he deleitado escuchando su música “la capital de Colombia”, que circula entre lo distinguido que puede ser la música clásica, lo nostálgico de lo tradicional, lo masivo de lo popular y lo irreverente de los géneros urbanos.

Como un extranjero, durante estos años, me he mantenido en el anonimato, en el silencio respetuoso que implica ser extraño, en la actitud del que ve y no se atreve aún a hablar (por lo menos públicamente) de un lugar que hasta ahora está conociendo. Un punto de vista que a veces puede generar incomodidad en el regionalismo que se percibe en toda Colombia y del cual, los tolimenses, no son un caso aparte, así no lo digan, en el Tolima si lo practican, la xenofobia, el miedo a la competencia externa, que termina reflejado en frases como y porque contratan a alguien de afuera para hacer eso”, “En Ibagué hay gente que hace lo mismo” o “No diga que usted es de otro departamento, porque a la gente de pronto no le gusta. Es común encontrar como nuestro país se ha construido bajo la ambivalencia, que se hace evidente, una cosa es lo que decimos y otra, lo que hacemos. La doble moral de este país es perversa y es la que no permite que nos situemos sobre un escenario honesto, constructivo y positivo; ese puede ser el gran desafío cuando estamos hablando de un nuevo periodo nacional, una era bajo la premisa de la paz.

Aquí parece que la norma es aparentar, nos convencimos más de la estética y olvidamos la ética, no queremos que realmente pase, aquello que decimos que queremos que pase. Que SI, que NO, pero si es SI, con un NO y si es NO, con un poquito de SI. Estamos divididos, presos de una lógica comunicacional mediatizada, nos ponen a “opinar” sobre cosas que pocos comprenden y al final todos tienen razón, no hay “día-logos”, existen “mono-logos”, y seguimos afirmándonos desde los escenarios de la diferencia y la distinción, renunciando al camino del “comunis”, del común, de la comunidad, de la “coynoné” (común unión). Queremos unidad bajo el amparo de una filosofía individualista. Queremos cambios, sin el mínimo sacrificio individual, y aquí, las escusas siempre quedan a la mano de cualquiera.

En esta lógica sofista, es donde quiero concentrar mi atención. Somos presos de una retórica redundante, esnobista, adornada de extranjerismos bajo la premisa de una falsa identidad por lo nuestro. Por un lado, redundante, ahora todo es paz, arte para la paz, música para la paz, pedagogía de la paz, foro para la paz, la palabra “paz” se convirtió en la fórmula perfecta para asegurar el “recurso”, la financiación, “póngale paz si quiere que se lo apoyen”, en verdad a muchas instituciones no les preocupa la paz, les preocupa quedarse por fuera de los enormes recursos que vienen para el posconflicto.

Por otro lado, el extranjerismo, hacemos un uso de palabras de otros idiomas para sobresalir y aparentar ser más que el otro, para demostrar el nivel de educación o para ser estratégico, y al aparecer, funciona. Aquí la gente paga por ir a un seminario de “coaching” pero no asiste de manera gratuita a un curso de educación experiencial. Nos convence más alguien que hable en términos “empowerment”, “projec managent”, “comunity manager”, “outsourcing” que un líder comunitario que busca compartir su experiencia. Otro caso pueden ser algunos que decían ser cuenteros, ya no son cuenteros, ahora hacen “stand up comedy” para cobrar más caro. Se le paga mejor al extranjero o entre en un colombiano y un extranjero, ¿qué preferimos? Seguramente el extranjero o si no, ¿Por qué nuestros programas de tv terminan siendo presentados por extranjeros?

Deberíamos reflexionar sobre ello, estamos llenos de ejemplos donde se usa las palabras y lo extranjero como ese lugar de distinción, queremos ser auténticos copiando los modelos de los demás. Se nos olvidó que la dominación empieza por el lenguaje, y hace ya muchos años de la invasión de los españoles, donde nos “impusieron” su idioma, la diferencia es que en ese entonces fue a las malas, ahora aquí lo elegimos voluntariamente. Este es en definitivo asunto de otro escrito, prometo profundizar en él.

¿Innovación Social en el Tolima?

Por último, y lo que en concreto es el objetivo de este primer escrito, el esnobismo lingüístico, por llamarlo así. La moda de hablar de cosas, o poner cosas en lo que hacemos por la moda del momento, así no sepamos muy bien de qué hablamos.

Desde hace tres años estoy vinculado a un proyecto de INNOVACION SOCIAL en el Tolima, la aventura ha sido maravillosa y el conocimiento adquirido valioso. Comprendí que en la innovación social está la respuesta a una verdadera trasformación de la ciudadanía, sin embargo, he notado cómo en el Tolima, se empieza a usar este concepto para adornar procesos, políticas y proyectos, pero en el fondo no se comprende su verdadero sentido.

Lo primero que debo decir es que la Innovación social no es lo mismo que Innovación, otro concepto altamente divulgado por los gobiernos y el sistema de CIENCIA, TECNOLOGIA E INNOVACION. Estamos de acuerdo que, en esta tríada, reposa la clave del desarrollo y la trasformación de la sociedad. Pero como lo dije antes, una cosa es lo que se dice y otra, lo que se hace, sugiero revisar a fondo como se aplican estas políticas.

En la Práctica la tecnología y la Innovación, están siendo reducidas a acciones limitadas en algunos sectores. Por ejemplo, la Tecnología en la educación, que para muchos se considera en la aplicación e implementación de soportes con base digital (TIC´s), en el Tolima hay lugares donde se cree que ser “tecnológicos”, y estar a la vanguardia, es tener internet y que cada joven tenga una Tablet o un Smartphone. En el campo de la Innovación, la cuestión es distinta, se cree que innovar es crear cosas nuevas y para rematar, hacer cosas nuevas implica el uso de las tecnologías especialmente las digitales, y volvemos a lo mismo, generando una asociación y un ciclo de confusión, que termina en acciones reducidas y limitadas.

Ahora bien, La Innovación social es más compleja de lo que parece, para comprenderla de entrada debemos estar de acuerdo con que “innovar” no significa crear algo nuevo, significa mejorar o agregar valor. El concepto es fácil de aplicar cuando se trata de una empresa, se aplica innovación a un proceso o producto, un ejemplo de ello, los celulares, productos en un permanente estado de innovación. Pero cuando agregamos la palabra social a la innovación ¿a qué concretamente nos estamos referimos? ¿Qué busca la “innovación social”? ¿Cuál es el “producto” o “proceso” que estamos transformando?

 Lo social implica, las comunidades, las organizaciones comunitarias, las instituciones sociales, los grupos, pero al fin de cuentas, detrás de ellas las personas. Sin malinterpretar, y en el ánimo de la analogía, lo que él debe entender es que el “producto” social son las personas y lo que ellas hacen.  Por eso al hablar de Innovación Social estaríamos hablando de “mejorar” las personas, suena raro y feo, pues no podemos reducir ni comparar la complejidad humana a un producto. Las personas no se “mejoran”, pues son el resultado de la cultura, y la cultura no es solamente el folclore, la música o el arte, como otros la ven. Para no profundizar, la cultura es el conjunto de valores sobre los cuales hemos construido nuestra manera ser, pensar y hacer. Entonces, la innovación social implica la transformación y mejoramiento de nuestra manera de ser, pensar y hacer.

Aquí esta lo verdaderamente complejo, solo basta con preguntarnos, que tan dispuestos estamos a cambiar nuestra manera de pensar, que tan proclives estamos a cambiar nuestra manera de hacer las cosas. ¿Un profesor estará dispuesto a cambiar sus métodos de enseñanza aprendidos durante 20 años de vida docente? O mejor ¿podemos cambiar las maneras de hacer de alguien que lleva haciendo lo mismo durante toda su vida? ¿Estamos dispuestos a trasformar las maneras de enseñar? ¿podemos cambiar la forma de hacer política? ¿podemos cambiar la manera de ser y hacer de alguien? Es más ¿podemos cambiar nuestra propia manera de ser y hacer? y si lo podemos, ¿cómo lo hacemos? Y eso que hacemos, ¿lo podemos transferir a otro totalmente distinto a mí? Quiero cerrar este escrito con estas preguntas retoricas, que no esperan una respuesta inmediata, pues el inmediatismo no nos ha llevado nada bueno, solo a ser buenos reaccionarios.

Mi intención es provocar un escenario de discusión y acción práctica, que nos sumerja en un estado de reflexión permanente, a no tragar entero, a ser coherentes con lo que proponemos, a ser rigurosos y conscientes con lo que decimos, a asumir con responsabilidad nuestra co-rresponsabilidad en la construcción de la ciudadanía.   A respondernos con pensamiento crítico ¿existe innovación social en el Tolima?

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