Opinión

Escritores y lectores

Escritores y lectores

Por: Edgardo Ramírez Polanía
Doctor en Derecho


El escritor al plasmar sus ideas, exterioriza su belleza interior para el deleite del espíritu del lector. Ambos constituyen esa simbiosis humana necesaria para subsistir en el mundo de las palabras escritas, que han utilizado los autores de sus obras para trasmitirlas al conocimiento de la sociedad.

La escritura y la palabra ha sido a través de los siglos, una de las maneras más indispensables de la comunicación. Sin ese elemento del razonamiento no hubiera sido posible la publicación de las grandes obras maestras de la literatura, que perduran a través del tiempo en la medida que han superado el interés del lector o de la crítica.

Según los expertos en escribir, para ser buen escritor se debe ser buen lector, creativo, tener su propio estilo, sólida argumentación, imaginación, amplio conocimiento de los géneros literarios, la sintaxis y la gramática, léxico amplio, manejo de las metáforas, las conclusiones y ante disciplina e ingenio para crear y convencer.

Los escritores universales en la medida que se leen van quedando en la historia de donde ya no saldrán como muestra de su talento y capacidad, porque “Nunca sabemos cuál es la faz verídica de los dones divinos”. Nada más.

Los colombianos hemos tenido prolíficos y destacados escritores que, con estilo propio, se dirá que influenciado por otros, han llegado a las cumbres de renombre mundial como el nobel Gabriel García Márquez.

Existen entre otros, escritores como Álvaro Mutis, William Ospina, Carlos Orlando Pardo, Abad Facio Lince, Santiago Gamboa, que en sus novelas, poemas y ensayos, se siente ese gesto intelectual para revelar todo un orden estético, una entera formación de sabiduría y belleza que encierran el peso y la densidad de las ideas que se corroboran en cada una las páginas de sus obras.

El escritor tolimense William Ospina, se ha destacado a nivel nacional y podría decirse, que sus ensayos lindan con aquellos del mismo género de La Bruyere, en Los caracteres que se emparentan con los del escritor de “El país de la canela”, que ambiciona expresar e interpretar el mundo de nuestros antepasados ante el salvaje abuso español, descrito con maestría de prosa poética.

Los escritores y lectores siempre están acompañados de un sentido crítico, como una manifestación comparativa del conocimiento, que   el imperioso paso del tiempo desdibuja como los recuerdos e impregna de pátina los muros de las calles de nuestro mundo, que nos enseñan que todo es mutable y lo que escribimos o leímos cambia por el ambiente o la misma perspectiva de la vida.

Por eso, aquellos episodios de la lectura que nos deslumbraron en tiempos pasados, dejan de apasionarnos para convertirnos en críticos introspectivos de aquello que se leyó en otra época y hoy cambian de sentido o emoción para formar nuevas concepciones de un orden de estratificación de valores culturales que sirven a los lectores para evaluar la calidad de los escritores o simplemente para dejar de lado las lecturas que no alcanzan el refinamiento requerido.

Igual acontece con otros fenómenos de la vida que el paso de los años ya no despierta el ánimo de lo que se ha visto y palpado. Por eso, las ensoñaciones de la juventud, perecen ante la lógica y la experiencia, que se adquiere a través de las manifestaciones de la vida donde nos volvemos más serenos por los años y por lo mismo más exigentes.

Ninguna obra literaria se impone artificialmente como una marca de cerveza. La verdadera justicia del arte llega para quien la merece. No ha habido, no hay y no habrá genios desconocidos, genios inéditos o genios sofocados por la adversidad histórica o la animadversión de sus críticos o de sus enemigos.

Si una literatura como la nuestra ha empezado a ser importante, es porque en ella existen escritores geniales o de gran talento, y ese hecho no se podrá ocultar. Se impondrá obviamente por sus lectores.

Sólo los escritores mediocres suspiran por una campaña de propaganda en la tediosa televisión, las revistas de moda o en las paginas literarias de los viejos periódicos impresos que languidecen por la carencia de calidad y el avance de las comunicaciones.

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