Opinión
Epifanía, experiencias cumbres
Por Juan Bautista Pasten G.
Habitamos en un mundo donde la tecnología, en especial, la de carácter electrónica, domina tanto las interacciones sociales como el pensamiento, las ideas y los sentimientos de las personas. Sin embargo, esta racionalidad aplicada no impide que existan hechos y situaciones que trascienden y superan toda percepción y explicación científica.
Aludo, por cierto, a eventos y/o manifestaciones que no encajan, necesariamente, en la comprensión razonada de la realidad, fundamentalmente, aquellos que acaecen en la existencia particular e íntima de los seres humanos. Son vivencias que acontecen muy pocas veces en nuestra vida, aunque – si estamos atentos y alertas – pueden ser motivo de cambios substanciales de nuestras creencias, ideas y quehacer en el mundo.
Pienso que estos acontecimientos reales, pero “inexplicables”, acontecen en no más de dos o tres ocasiones en la existencia de cada individuo. Incluso, muchos no logran comprenderlos del todo, por lo cual suelen quedar en el olvido o resultan irrelevantes y superficiales. Empero, en algunas personas producen transformaciones radicales en sus vidas, pensamientos, sentimientos y acciones.
Por lo pronto, nos referimos a lo que el psicólogo estadounidense Abraham Maslow, que vivió a mediados y fines de siglo XX, denominó – a nuestro juicio, de modo acertado – como “experiencias cumbres”, entendiendo por éstas a aquellas que, de una u otra manera, “muestran”, “sorprenden” o “manifiestan” una realidad inédita, simbólica, mágica y a-racional. Suelen ser expresiones más allá de lo meramente físico (metafísicas), por tanto, de lo habitual, cotidiano o común.
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Como señalé anteriormente, estas vivencias son potentes, alucinantes y hasta fantásticas. No obstante, quienes las experimentan, están conscientes de que sucedieron, que fueron momentos reales y maravillosos – siempre breves - aunque no logran examinarlos ni entenderlos del todo. La sensación experimentada suele ser, al principio de temor (se ignora lo que está aconteciendo, las causas de lo experimentado), para, luego, entrar en un contexto vital de plenitud, armonía, paz, regocijo, inmanencia y trascendencia.
Al respecto, Maslow define a las “experiencias cumbres” del siguiente modo: “Son vivencias en las que las personas se sienten en completa armonía consigo mismas y con lo que les rodea; durante estas experiencias suele haber desconexión con la consciencia espacio-temporal y se experimenta un profundo bienestar y una fuerte sensación de felicidad”.
En efecto, son instancias transitorias, momentos de actualización extática de la percepción, la sensibilidad, la mente y que impregna todo nuestro ser. Son momentos en los que la persona se siente plena, integrada y consciente de sí misma y del mundo. En el contexto del pensamiento de Maslow, se considera a estas experiencias como manifestaciones del proceso creciente de evolución y autorrealización.
Ahora bien, suele confundirse la “epifanía” con la “teofanía”, pues son episodios vitales semejantes, pero no iguales. La teofanía esta referida, textualmente, a la manifestación de Dios o la divinidad, en cambio, la epifanía significa, en sentido etimológico, “algo que aparece, se muestra o emana por encima” de quienes lo perciben, algo que surge de improviso y que, por tanto, sorprende, asombra y maravilla.
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Ciertamente, intentos de explicación de estos “fenómenos” siempre pueden existir, van desde lo sublime a lo vesánico, de lo trascendental a lo alienante. Para algunos son mensajes de lo más profundo de la interioridad humana, de lo desconocido, lo inconsciente; para otros, son intuiciones de lo supra humano, de lo universal y divino. No obstante, también hay quienes los consideran como meras expresiones temporales de desequilibrio mental e, incluso, anuncios o proyecciones de insanias de la consciencia.
Como sea, son situaciones que acontecen a todos los seres humanos, a lo menos un par de veces en su vida. Si estamos atentos y alertas, nos daremos cuenta de ello y podremos darle sentidos y significados y, por qué no, generar, a partir de estas experiencias, cambios fundamentales en la concepción del mundo y de la humanidad.
En lo personal, recuerdo dos vivencias de este carácter, quizás hubo más de ellas, pero dos marcaron, en gran medida, mis ideas, mis creencias, mi quehacer, mi participación en el mundo. Fueron situaciones subjetivas, por lo cual, difícilmente, puedan ser creídas, asumidas y comprendidas por otros seres humanos. Sin embargo, solo puedo señalar que, para mí, fueron y continúan siendo profundamente reales y verdaderas.
Ambas experiencias se produjeron en instantes cruciales de mi existencia y transformaron, positivamente, mi forma de vivir y de ser.
Para finalizar la presente columna, quiero señalar e instar a los lectores a vivir plenamente la vida, con todos sus avatares y problemáticas, a vivirla con Amor, con amplitud de Consciencia y con Esperanza activa.
El ayer se fue, con sus alegrías y pesares, el mañana es incierto y desconocido. Solo estamos seguros de que estamos Aquí y Ahora, mientras nos mantengamos firmes y perseverantes en esta verdad, viviremos de modo auténtico y pleno.
“Impregna tu existencia de eternidad”. F. Nietzsche, filósofo alemán, siglo 19.
“La felicidad no está en otro lugar, sino aquí y ahora”. W. Whitman, poeta estadounidense, siglos 20/21.
“No te conformes a este tiempo, sino transfórmate mediante la renovación de tu mente, para que compruebes la voluntad de Dios, agradable y perfecta”. Pablo, Carta a los romanos.
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