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Opinión

El gobierno de los tiranos

El gobierno de los tiranos

Por: Edgardo Ramírez Polanía


Los sistemas de gobierno de demagogos y tiranos, se caracterizan por ejercer su función sin controles constitucionales y fiscales, pero con la anuencia de los poderes militares y legislativos que se asocian  para el ejercicio del poder omnímodo y punitivo.

Es común en los gobernantes demagogos y autoritarios la utilización de un lenguaje de reflexión teórica, para los procesos de cambio y desarrollo fantasioso que no hacen posible el equilibrio de la ciencia y su filosofía política.

Otros utilizan símbolos e imágenes de próceres en partidos o movimientos políticos, para atraer con engaño a las masas con propuestas de cambio y bienestar general  o poder de una naciones sobre otras.


Los gobernantes demagogos son histriónicos, déspotas, orgullosos, narcisistas, racistas y soberbios y no se les puede contradecir sus decisiones porque se creen depositarios de la verdad absoluta.

Los demagogos cuando no pueden convencer, se vuelven tiranos y crueles con el poder político que lo fundamentan en el poder militar para reprimir cualquier manifestación de oposición de los intelectuales, los medios de información y todo aquello que vaya en contra de sus decisiones absolutas.
Desde los griegos con Platón, se estableció el desconocimiento de la ley por las intensas emociones de los gobernantes que hacían surgir en la servidumbre la tiranía como deseo.


La autonomía del tirano sobre los demás, resulta de esa manera una perversión, por el repudio a la ley contra los ciudadanos mediante políticas impositivas y novedosas, que expresan un conocimiento fatalmente ligado a actos de gobierno sin transparencia.


Es lo que acontece en Colombia con las reformas que atentan contra los derechos adquiridos y en la vecina República de Venezuela, con quien nos une lazos de sangre desde la independencia y que actualmente se encuentra sometida por el dictador Nicolás Maduro a las peores condescendencias al haber desconocido el resultado electoral que lo removía de su cargo.


La tiranía de los gobernantes se ha fundamentado en estimular la ignorancia de las personas, dividirlas para que desconfíen entre sí y aumentar la pobreza para que exista dependencia permanente. La tiranía fue definida por Jhon Locke como “el ejercicio del poder más allá del derecho” y “Donde termina la ley comienza la tiranía”. 

En Colombia aprobar leyes sin contar sin los procedimientos consagrados en la ley y el reglamento sino a “pupitrazo” es una transgresión de la ley por parte del Congreso como sucedió con la reforma a las pensiones.

En Venezuela, desconocer el veredicto popular de las elecciones presidenciales para Maduro perpetuarse en el poder, es ilegal, inhumano y perverso porque atenta contra la dignidad y los derechos fundamentales de sus ciudadanos.


Colombia y Venezuela deben preservar sus sistemas democráticos y respetar la ley para que sea posible la legitimidad, la libertad y la democracia. De lo contrario, no será posible la sana convivencia de nuestras naciones.
La paz es el resultado del respeto de los derechos de los demás, que no se pueden conculcar por ninguna persona o autoridad por importante que parezca porque viola sagrados principios tutelares de la dignidad y la vida.


Los gobernantes son elegidos no para que hagan lo que les venga en gana, sino que su función está limitada por precisas normas constitucionales y cuando eso no sucede como dijo el Libertador Simón Bolívar: “Cuando la tiranía se hace ley, la rebelión es un derecho”.


Debemos hacer respetar nuestros sistemas democráticos para preservar el futuro de nuestros hijos y nietos y evitar a los gobernantes tiranos y déspotas que no respetan la vida ni la libertad.

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