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Opinión

El incumplimiento

El incumplimiento

Por: Edgardo Ramírez Polanía  


No se trata de un rasgo de agudeza crítica en señalar la existencia de un desajuste del gobierno o el rechazo de los colombianos a algunos actos de sus servidores  y funcionarios públicos. Tampoco la costumbre de no despertar temprano como lo hacía Luis XIV y  sólo  lo sabía su cortesano Colbert.
No lo es, puesto que las consecuencias de los hechos generados del gobierno son evidentes. Esta clase de verdades obvias, de verdades implícitas en la naturaleza histórica de un proceso cualquiera que sea, no se pueden disimular dentro del conglomerado de ciudadanos afectados por las acciones de los poderes del Estado.
 
Ese desajuste entre lo que piensan y hacen los dirigentes y lo que escucha y recibe la sociedad, existe una gran incomprensión, una mutua imposibilidad para descifrar el contenido de las actitudes de quienes integran el gobierno. No se trata si un funcionario llega tarde o se ausenta sin razón o no asista  a las reuniones, sino algo más fundamental, diríase más serio en el desarrollo de las funciones del Estado.

Se trata del incumplimiento de los programas del gobierno ya sea por falta planeación u oposición de los distintos grupos políticos que representan a los grupos económicos que están danto al traste con el normal funcionamiento del país. La frase del presidente Gustavo Petro: “ la corrupción no se combate con frases de Tik Tok, la corrupción se combate arriesgando la vida”, dejó perpleja y confundida a la gente que votó contra esa práctica perversa.

Un amplio sector de la ciudadanía que votó por Gustavo Petro, lo hizo con la esperanza de buscar un cauce al inconformismo social y un remedio a los males de los gobiernos que lo antecedieron y gobernaron equívocamente en las últimas décadas y generaron atraso, desigualdad, despilfarro, violencia, corrupción y venta del Estado, hasta de sus reservas en oro que sumió al país en la ruina económica en que se encuentra.

La frase del presidente Gustavo Petro: “ la corrupción no se combate con frases de Tik Tok, la corrupción se combate arriesgando la vida”, dejó perpleja y confundida a la gente que votó contra esa práctica perversa.

La corrupción continúa enquistada en el gobierno a límites insospechados. La UNGRD, tramitó contratos por más de $1.3 billones  de pesos, que en su mayoría no se llevaron a cabo, sino que los dineros fueron a parar a los bolsillos de funcionarios y congresistas en un escándalo que cada día crece. 

Existen acciones positivas del gobierno, como las intervenciones del Presidente de la República, en los foros internacionales sobre el cambio climático y las políticas energéticas del mundo, mientras que el país oscila entre a necesidad, la violencia  y la desigualdad, que hace incrédula a la sociedad de un futuro mejor,  porque se ha perdido la confianza que sostiene el sistema político y democrático.

La Constituyente tal vez, no es el camino de los mismos con las mismas para lo mismo. La solución al problema institucional que padecemos, no es de normas, es de personas. Quedó demostrado en la Constituyente de 1990-1991, en que el contenido de las sesiones, fueron sustraídas de los computadores, según los secretarios que están vivos y se reconstruyó sobre apuntes que dieron lugar a la Constitución de 1991, que en nada solucionó los problemas que nos agobian.

Al contrario, mediante el Decreto 700 de 1992, se autorizó para citar un solo renglón de la economía, las ventas de las empresas de energía eléctrica del Estado. Se privatizaron la Empresa de Energía de Bogotá que empezó Jaime Castro y después Enrique Peñalosa, Electricaribe, la hidroeléctrica de Boyacá, ISAGEN la generadora de energía de Colombia que fue vendida por el gobierno de Juan Manuel Santos y nos tiene comprando energía eléctrica.

Es cierto, que vivimos una época difícil de la condición humana, que no ha podido buscar el equilibrio entre la ciencia y la política, entre la gente y sus aspiraciones y menos en la posibilidad de encontrar personas sensatas y capaces para gobernar el país con sus distintas razas, costumbres y estratos que la vanidad ha impuesto como barreras sociales.

Necesitamos personas  como aquellas que tutelaron la formación de nuestra libertad y nuestra democracia a golpes de esfuerzo y tenacidad para saber cuál es el mejor camino que consolide una unión en torno a un propósito común sobre lo esencial que es la supervivencia y la vida.

Sólo así, podremos salir de hueco sin salida al que nos han llevado los causantes de la debacle nacional desde hace varios años.

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