Opinión
El cambio y la burguesía
Por Edgardo Ramírez Polanía
Se afirma que algunos colombianos se consideran burgueses porque poseen un vehículo o viven en un sector aparentemente mejor. Es el sentimiento de nostalgias aristocráticas sin que tenga esa ascendencia. El sentimiento de prestigio y de sentirse poderosos en una democracia burguesa y capitalista no se compara con ningún otro. Es superior al del líder político, al del demagogo, al del estadista, al del millonario así sea en pesos colombianos.
El título de rico o solvente económicamente lo equiparan con la nobleza que colma la capacidad de admiración del burgués colombiano. De ahí, el aumento de las ganas del poder económico, social y político, que muchas veces desborda el marco funcional de la ley, que hace calificar a los gobiernos con desmesura, como ocurre en Colombia, por quienes dicen que el actual gobierno es comunista, que piensa acabar con el país porque lo dicen los noticieros de televisión y algunas emisoras de radio que defienden unos intereses económicos y desconciertan a la opinión nacional, debido a que el actual gobierno propone algunos cambios que han privilegiado a sectores que dominan la economía.
Anteriormente parecía que no existían cambios en Colombia, sino los nombramientos de ministros y gobernadores antes de su elección popular. Como decía el cofrade Alfonso Palacio Rudas. “Se tenía una visión telúrica de la vida”.
Anteriormente el deseo de las familias, era adelantar un capital con base del esfuerzo a través de los años, cumplir una tarea oficial, un reglamento con la educación propia y de los hijos. Hoy, gran parte de la juventud tiene otras perspectivas quizá más amplias de vivir, divertirse y mirar la sociedad como un lugar donde todos comparten un parecido modo de ser, al cual la anterior sociedad no esperaba ni estaba preparada para ese cambio cultural imperioso y contemporizador, donde el dinero debe adquirirse velozmente para atender las exigencias del consumo.
- Puede leer: La servidumbre como problema de Estado
Pero lo importante es que esa nueva juventud esté en sintonía con los adelantos del mundo en propósitos comunes de bienestar social porque los necesitamos como una nueva generación que conducirá el destino de nuestra nación.
Nuestra sociedad de esta manera ha entrado en la necesidad de un cambio y todo aquello que no corresponda a esos patrones de conducta es señalado de retardatario por febriles imaginaciones que consideran que lo futuro e incierto siempre será mejor. Otros consideran que el cambio debe modificar en un todo la estructura del Estado, sin averiguar a fondo las consecuencias de tal decisión.
Excelente sería, que el Congreso no se desbordara en suspender las sesiones para cumplir con la aprobación o negación de las leyes y no se conviertan en estadistas, sabios, políticos, oradores y un poco de todo, como el Fiscal General, que pontifica y da baculazos a diestra y siniestra, mientras la delincuencia se toma las calles y la policía es arremetida por criminales.
El país requiere de dirigentes con la cabeza fría y los nervios disciplinados que pongan en cintura a los corruptos, delincuentes y periodistas pagados para desacreditar, como también lo hacen las llamadas redes sociales que se apoderaron del análisis, la opinión sería y reflexiva, donde perdura una temperatura pasional sin justo equilibrio que le hace daño a la comunidad, porque no le permite deponer lo resentimientos bien o mal fundamentados y entender que la salvación nacional se encuentra en un entendimiento global.
La negativa de darle curso a los proyectos de ley en el Congreso y la petición de su renuncia del presidente de la República, por los viudos y viudas del poder, ha hecho que el presidente se presente con fogosidad para despertar los ánimos de las masas que lo llevaron a la jefatura del Estado. Actitud que si bien debe ser en las convenciones o las consultas de los candidatos, no queda bien en el gobierno. Todo lo contrario, debe aparecer una tranquila fuerza intelectual como una certidumbre de raciocinio, de lógica, de análisis, de examen exacto de la realidad, de la posibilidad, de la imprevisibilidad. Su persistencia y su constancia deben ser sus compañeras y no los viejos lagartos de la política tradicional.
La persistencia y paciencia de un gobernante del cambio en un mundo político alternativo, ondulante y ambiguo, deben ser metas precisas mediante el análisis de quienes son los compañeros de ese viaje sinuoso y difícil y no aquellos que desde el gobierno hacen asonadas ebrios de irresponsabilidad que perjudican su normal desarrollo. Así, adquirido razonablemente un propósito, nada lo desvía de su cumplimiento inexorable y para ello debe utilizar el tiempo así sea con largueza y entereza para que se cumplan sus programas sin menoscabar el derecho de los débiles.
En el estado de cosas y dificultades por las que atraviesa la nación debido a las incomprensiones, odios y convencionalismos que siempre acompaña a los colombianos, no debe existir en el futuro un desperdicio de oportunidades y ninguna ayuda verdaderamente eficaz a la comunidad que deba aparecer visiblemente incómoda porque el Estado se justifica si está al servicio de los ciudadanos.
No existe más pétrea estructura que el rigor de pensamiento, un orden moral para gobernar, expresado y definido más allá del estado misterioso que recela a toda personalidad. Los ciudadanos han estado expectantes de las razones y consecuencias de los escándalos que han rodeado el gobierno del presidente Gustavo Petro, como el caso del ex embajador Armando Benedetti y la secretaria de gabinete del presidente de la República, que fue constituido en un problema de Estado por los acuciosos comentaristas, como igualmente ha sucedido con el suicidio del Coronel que atendía las funciones de avance del presidente Gustavo Petro, que ya los opositores lo califican de asesinato.
Los colombianos han sido susceptibles de suponer hechos como producto de una costumbre ancestral de la malicia que resulta de la imaginación para afirmar aquello que no ha sucedido como cierto. Tal es el caso de las dos personas que iban a testificar en el caso de los contratos y sobornos de Odebrecht y la ruta del Sol que fueron envenenados en la época de la Fiscalía de Humberto Martínez Neira y cuyos dineros se dice fueron a parar a la campaña de Juan Manuel Santos.
- Le puede interesar: La Corruptoneta
Colombia no puede continuar en una confrontación personal y política de radicalización y extremismo donde todo lo propuesto por el gobierno es malo y tampoco que lo dicho por la oposición es la verdad inmutable e incontrovertible. Esas acciones en nada ayudan al progreso nacional. Sin embargo, es el momento de dar un viraje pronto y radical a las relaciones con el Congreso para buscar fórmulas que lleven a la realidad los programas sociales que aves agoreras de la inutilidad social consideran imposibles porque antes se debe sacar del gobierno al presidente Gustavo Petro.
Eso sería posible el día que se presenten los crímenes de lesa humanidad como lo dice en su libro de Genocidio Político Jorge Enrique Freyter, en que analiza depredación sexual de niñas en el conflicto armado, la demonización y la presión política y el terrorismo judicial que tanto daño han hecho a la nación y que persiste como una lepra que se resiste a desaparecer.
Pueda que existan dosis de éxito del gobierno en empezar los diálogos de paz con el ELN, que manifiesta un cese al fuego de seis meses y que dicen de manera absurda que si es necesario no dejaran de seguir cometiendo delitos, como si el Estado fuera un mostrador donde se negocia la voluntad y la libertad de los ciudadanos.
Otro avance del gobierno han sido la baja de los precios de varios artículos de la canasta familiar, del dólar y el hermoso acto de las FFAA con ayuda de indígenas que encontraron a los niños perdidos en la selva del Guaviare, donde estuvieron 40 días y los héroes de su encuentro caminaron el equivalente a 2.650 kilómetros, son hechos que persuaden por la solidaridad de los colombianos en esta clase de operaciones.
Queda por investigar y sancionar a los instigadores y ejecutores de delitos y aquellos que los ocultan. De lo contrario, la verdad como herramienta esencial de gobierno quedaría en el vacío con un gran pérdida de confianza de la sociedad. La gente debe deponer los resentimientos en un país carcomido por el delito, la corrupción y el odio. De lo contrario, estará llamado a padecer la miseria y la ruina que otras naciones han padecido en similares circunstancias.
(CO) 313 381 6244
(CO) 311 228 8185
(CO) 313 829 8771