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Opinión

El amor, la eutanasia y la importancia de morir a tiempo

El amor, la eutanasia y la importancia de morir a tiempo

Por: Juan Sebastian Giraldo
Comunicador social


A lo largo de la historia de la humanidad, las diferentes culturas han coincidido, aunque desde distintos puntos de vista, en que la vida y la muerte son dos piezas de un mismo baile. Los budistas creen que la muerte es solo una antesala para la reencarnación, los cristianos aseguran que hay un lugar en donde se vive después de la muerte, para los vikingos morir en batalla es solo el pase directo al Valhala, mientras que para los ateos puede la vida ser concebida como el viaje hacia un mismo destino: la muerte.

“Eros” y “Thanatos”, las dos pulsaciones que rigen los caminos de la humanidad, son el amor/vida y la muerte que parecen estar en constante disputa, pero necesitándose la una a la otra, porque sin vida no puede existir la muerte.

De allí, desde vocablos griegos, podemos partir hacia “eutanasia” palabra que deriva de "eu" cuyo significado es bueno y de "thanatos" que significa muerte, por consiguiente, su significado etimológico es "buena muerte".

Los procesos de constitución de las sociedades modernas y sus respectivas leyes datan desde hace varios siglos ya; sin embargo, no fue sino hasta hace un par de décadas que los países empezaron a legalizar la eutanasia, la cual fue estigmatizada como un suicidio/pecado por parte de las facciones más conservadoras de la esfera pública.

En los Países Bajos, la eutanasia se legalizó en el año 2002, modificando así el artículo 293 del Código Penal holandés, el cual sancionaba con penas de prisión o multa, a quien terminara con la vida de otra persona, aun contando con el consentimiento de esta. En Colombia, la Corte Constitucional despenalizó la eutanasia en 1997; no obstante, una serie de ironías legales impidieron que el sistema de salud la respaldara hasta 2015.

El 3 de julio del 2015, tras recurrir a una tutela para garantizar un derecho que ya era legal en Colombia, el padre del caricaturista Matador pudo acceder a la eutanasia y se convirtió en el primer colombiano en usar ese derecho con el respaldo del sistema de salud. Este suceso el caricaturista lo narra como “el más duro, pero al mismo tiempo el más bonito de su vida” pues por fin pudo ver a su papá descansar en paz. A pesar de ello, sectores ignorantes y conservadores en nuestro país lo llaman asesino por haber ayudado a su padre a acceder a la eutanasia.

Antes de 2015, las eutanasias se realizaban de manera clandestina, con ayuda de médicos cercanos a los pacientes moribundos o sus familias. Entonces había que escuchar una retahíla sobre que Dios es el único que da y quita la vida y luego seguir rogando para que, por favor, les dieran una muerte digna.   

A sus 93 años y justo después de celebrar sus 70 años de matrimonio, Dries van Agt y su esposa Eugenie Krekelberg eligieron morir juntos ante el deterioro en su salud. La pareja se practicó una eutanasia a dúo y fallecieron mientras estaban tomados de la mano. Dries van Agt y Eugenie Krekelberg entendieron a lo que el escritor colombiano, Mario Mendoza, se refería con “La importancia de morir a tiempo”.

Al igual que él, comparto la idea de que “no solo no estamos preparados para morir, sino que no tenemos una educación al respecto. Pensamos que hay que prolongar la vida a toda costa, a cualquier precio […] Si la vida es algo digno, si es una lucha en la que vale la pena dar lo mejor de sí todos los días, bienvenida sea. Pero si es una situación indigna, sucia, humillante o tortuosa, y no hay marcha atrás, no veo por qué hay que afirmarla”.

Así mismo, desde los medios de comunicación y nuestra misma cultura se enaltece el sufrimiento de las personas. Crecemos viendo la imagen sangrienta de un hombre postrado en una cruz muriendo lentamente y lo asociamos con el respeto y la adoración. Nos complace el sufrimiento de los protagonistas en las películas y evoca en nosotros interés y admiración. Los noticieros abren con la historia del campesino de 80 años con un par de enfermedades crónicas encima y la columna desviada que se levanta cada día, a las 5 de la mañana, a llevar un racimo de plátanos hasta el pueblo; y nos enorgullece, decimos “esta es la gente echada pa’ lante”, “un ejemplo para estas nuevas generaciones”. En vez de avergonzarnos e indignarnos, nos conformamos con la simple contemplación que roza con la admiración.

Pero no solo nos falta educación sobre la muerte, sino también sobre la vida. Creo que el mayor acto de amor con la vida es vivirla y no solo estar sobreviviendo como por costumbre. Hay que aprender a alegrarse, crecer y conocer sin sentir culpa, sin estar pensando en si estamos desperdiciando nuestra vida o no. Todos somos efímeros e irrelevantes en este universo y el valor de nuestra vida es el que nosotros mismos le pongamos.

No se trata de un llamado al suicidio ni mucho menos. Simplemente deberíamos tener control sobre nuestra propia vida. Ser conscientes de la misma. Ver lo que tenemos por delante y lo que dejamos atrás.

***

Finalmente, quiero traer a colación algo que quizá no esté del todo relacionado con lo expuesto anteriormente, pero que evoqué tan solo unos segundos después de leer lo ocurrido con la muerte del exministro holandés y su esposa. Se trata de un capítulo de la serie Rick y Morty. En este capítulo, ambos personajes aparentemente enfrentan sus mayores miedos en una especie de dimensión alternativa. Rick tiene que volver a vivir un romance con la que alguna vez fue su difunta esposa y a quien no pudo salvar de morir. Allí, uno de los interlocutores, encargado de administrar los temores, tiene el siguiente diálogo:

—Todo el mundo le teme al amor. Tú eres tonto y por eso no temes ser feliz. Cuánto más listo eres, más consciente eres de que la felicidad es una trampa porque no es para siempre. Imagina que tienes la dicha de conocer al amor de tu vida. De todos modos, va a terminar, ya sea por una enfermedad o un oso mientras haces senderismo. Ya sea por la corrosión de ambas personalidades que se erosionan hasta ser incompatibles o por un extraño en un bar que dice las palabras adecuadas en el momento justo. La felicidad siempre termina, en el mejor de los casos con la muerte simultanea de ambos.

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