Por Felipe Ferro - Presidente de la Asamblea del Tolima

Dos años del gobierno de Petro han sido suficientes para ver cómo una empresa, antes dirigida con criterio técnico y excelencia, se transforma en una sombra de lo que fue. Hoy, el gobierno de Petro, cuál capitán de un barco al borde del naufragio, ha puesto a la mayor empresa del país en la deriva hacia la ruina.

El cambio de timón en Ecopetrol ha sido brutal. Lo que alguna vez fue un modelo de gobierno corporativo independiente y de altísima calidad, ahora está controlado por títeres de Petro, sin la capacidad ni el conocimiento necesarios para llevar las riendas de una empresa de tal envergadura.

El mercado ha respondido con frialdad: la acción de Ecopetrol ha caído un 40% en los últimos dos años, perdiendo más de 50 billones de pesos en capitalización bursátil. El valor de la acción, que en 2022 superaba los 3.120 pesos, hoy apenas alcanza los 1.900 pesos. ¿Cómo hemos llegado a este punto? La respuesta es simple: cuando las decisiones ideológicas reemplazan la razón técnica, lo bueno se acaba.

El caso de Ecopetrol sigue el mismo guion trágico que ya hemos visto en otros países bajo gobiernos de izquierda. En Venezuela, el Chavismo acabó con PDVSA, una de las petroleras más grandes del mundo. Aquí, Petro parece decidido a replicar ese desastre. Bajo discursos ambientalistas vacíos, promesas irreales y consignas al estilo capitán plantea, se está sacrificando la estabilidad de una empresa que, además de ser la más grande de Colombia, es una fuente crucial de ingresos fiscales. Sin Ecopetrol, el país pierde no solo una parte esencial de su economía, sino también los recursos para financiar programas sociales que benefician a los más vulnerables.

Lo que está en juego no es solo la estabilidad de una empresa, sino la de toda una nación. El daño a Ecopetrol ya está afectando la confianza de los inversionistas. JP Morgan, uno de los bancos más influyentes del mundo, ha reducido en un 30% el precio objetivo de la empresa, sumando más de 25 billones de pesos en pérdidas a la capitalización bursátil. La razón no es solo la inestabilidad generada por grupos armados ilegales, sino también las erráticas decisiones gerenciales avaladas por el gobierno nacional.

Ecopetrol es mucho más que una empresa. Es el corazón económico de Colombia, y su destrucción tendrá repercusiones devastadoras, sobre todo para los más pobres. La pregunta es: ¿Permitiremos que Petro la lleve al abismo, como ya lo hicieron en Venezuela con PDVSA? El tiempo lo dirá, pero la dirección que ha tomado este gobierno nos deja pocas esperanzas. Lo que una vez fue oro, hoy se desmorona como arena entre los dedos.