Opinión

Cultura y costumbres

Cultura y costumbres

Por: Edgardo Ramírez Polanía

La cultura ha sido el modo de adquirir buenos hábitos para perfeccionar el carácter de los individuos y se confunde a veces con la educación que es un instrumento de trabajo y la costumbre que es una actividad que se impone por la tradición.

En las sociedades actuales ha imperado la creencia que la educación y la cultura de la gente,  es más fácil llevarlas a cabo, rebajando sus expresiones a un nivel de costumbre en su imitación, como la música ininteligible a aquella espontanea de la tarde campesina  de cultura autóctona de formas más simples y puras como producto de la observación.

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El común de las gentes, en su mayoría, prefieren escuchar la música mexicana que ha estado arraigada a nuestro ser iberoamericano. También llegó el reggaetón, el rock el hip hop, por la generalización de la música extranjera de perfiles de rebeldía y expresión personal y promover la justicia social, distinta a nuestra música autóctona.

Un arpa, un tiple, una bandola o una guitarra, como acompañamiento de una cumbia, un bambuco, un bunde, un vallenato o una guabina, deberían ser escuchados con mayor entusiasmo en los actos populares como expresiones de nuestras costumbres y cultura, pero es común observar la imposición de la música extranjera.

Desde luego, que el arte implica muchas veces una manifestación de inconformidad, pero ello no da amplitud al argumento de que nuestros pueblos, que no tienen el mismo nivel cultural de otros más avanzados, deban recibir sin beneficio de inventario toda obra musical, sin que la afición popular tenga la manera de analizar donde aparece disimulado pero evidente el cambio de nuestras costumbres como el más peligroso atentado contra la cultura de nuestros pueblos.

La cultura propiamente dicha, empieza cuando las formas del arte han pasado de su estadio inicial del acuerdo de costumbres transmitido a un diseño más puro, más incorruptible y más firme. Se dirá que las  expresiones extranjeras en la música son formas más explícitas en su demostración. Corresponde a los expertos en explicar esas expresiones, pero que no sea la televisión y las redes sociales porque hacen parte del caos  de la desinformación.

El equívoco sobre lo que debe ser el sentido democrático de la cultura, conduce a espíritus no claros ni agudos, a una deformación del criterio sobre la cultura y las costumbres. Se supone que un pueblo con amplios sectores que no están ligados con las verdaderas expresiones culturales por falta de recursos o desconocimiento de sus expresiones, deberán tener oportunidad de tener acceso a ese experimento intelectual, para no caer en la barbarie.

Las telenovelas de sicarios, como “El patrón  del mal. “Sin tetas no hay paraíso” o “Griselda”, y mujeres prepago no son cultura, sino  la explotación comercial de zonas populares del mal gusto colectivo para dar pábulo que al arte cinematográfico que  se manifiesta de esta manera para envilecer las mentes y lastimar la honra de mujeres y hombres colombianos.

Ese gusto contra los valores culturales lo impusieron los narcos por el culto al varón a caballo de paso fino con poder y dinero fácil, que acarrea supuesta fama y prestigio. Algo así, como una gloria circunstancial para efímeros incautos del esplendor y la gloria pasajera en que están representados en esos precarios y ordinarios ideales estéticos.

Existen artistas nacionales que cantan melodías de variados géneros que son asimilados por las gentes, sin que a veces, se evidencien los géneros de música autóctona colombiana. México es un ejemplo del respeto por  sus cultura y sus costumbres ancestrales podríamos tratar de ser parecidos en eso ya que los colombianos somos excepcionales para la imitación y creer que todo lo extraño es mejor.

La cultura y las costumbres pasan por un mal momento. El odio, la violencia y la corrupción se han querido apoderar del país, a tal punto, que los medios de comunicación se dedican a difundir la desinformación, las altas Cortes, la Fiscalía y la Procuraduría en hacer lo que no les corresponde y criminales en escalada a quemar las serranías y bosques de las ciudades como expresiones de las perores deformaciones de la sociedad.

Necesitamos un cambio sustancial y permanente para rescatar nuestras costumbres y valores culturales para el desarrollo nacional.

 

 

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