Por Oscar Viña Pardo

Triste resulta ver como se sigue polarizando la ciudadanía entorno a uno u otro candidato, y como en ese fervor o lambonería con su jefe muestra un sectarismo desproporcional con, incluso, quienes fueran sus amigos antes del proceso electoral.  Se llega hasta episodios de histeria colectiva en sus escritorios pensando que los cargos son para siempre. 

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La historia reciente en el departamento ha demostrado que lejos de llegar a ser los súper amigos como lo creen algunas personas que se comen el cuento de los titulares de prensa a partir de las palabras que dicen los políticos, hay diferencias que deben ser el punto de partida para la construcción de nuevos escenarios dentro del contexto local y regional. 

Para nadie es un secreto que el alcalde de Ibagué Guillermo Alfonso Jaramillo Martínez y el gobernador del Tolima Óscar Barreto Quiroga, tienen diferencias desde lo ideológico abismales, y los tres años que pasaron de sus gobiernos, se recordarán por la no comunicación, tolerancia, trabajo en equipo en pro de la ciudad. Las razones miles y las conocen mejor ellos que nosotros. 

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El ciudadano de a píe se pregunta, pero, ¿estos dos no se odiaban?, ¿porqué ahora son los súper amigos?.  ¿me perdí, qué pasó ahí?. Y recuerdan ese compañero de trabajo en la anterior administración, o el amigo del colegio al que le dejó de hablar, porque en esas calurosas disputas de quién va a ganar el uno le dijo al otro que su candidato era deshonesto y se armó la gorda. 

El ser político lleva a los políticos a compartir la misma mesa una y otra vez y reconocerse desde sus diferencias. El político siempre tiene en su mente GANAR, y para hacerlo justifica las alianzas que tenga que hacer a partir del acuerdo programático, así a sus seguidores no les guste el nuevo mejor amigo, les huela a feo, los acuerdos programáticos son más votos y posibilidades para llegar al cargo de elección popular al que aspiran.