Por Carlos Alberto Estefan Upegui  - ExGobernador del Tolima

Se entiende como «Falacia ad hominem» o contra el hombre, hablar mal del otro en lugar de controvertir sus ideas.

Ante la falta de argumentos para rebatir sus puntos de vista, se le agrede recordándole sus defectos, su pasado, ridiculizándolo por su familia e incluso decir falsedades sobre su persona. Se traen a colación aspectos de su vida personal para reducirlo y avergonzarlo.

Todo esto, con el fin de desviar la atención de la discusión creyendo que con desacreditarlo se descalifican sus tesis y sus propuestas para no ser tenidas en cuenta.

La aversión por alguien nubla la razón, no deja espacio para el discernimiento y se pierde la objetividad en la reflexión y el análisis.  Si además se actúa con ira, fácilmente se pierde el control y muy posiblemente termine en violencia.

“Preocupa el tono y la agresión personal que se utiliza en el debate político”, decía recientemente Luis Fdo. Velasco, Ministro del Interior.

Y agregaba: “no nos debe incomodar la controversia si se hace con argumentos, aun con diferencias fuertes, pero respetando al contrario”.

Así mismo, censuró la utilización de adjetivos como paraco, ladrón, guerrillero, incompetente y otros semejantes usados en los debates. No falta el insulto reiterado que se volvió costumbre.

• Puede leer: Las pensiones no son un regalo

De otro lado, vemos que luego de tantos años tratando de conseguir la paz mediante acuerdos, para que la insurrección dejase las armas y optara por la política, tal como sucedió con la firma del Acuerdo de Paz entre el Gobierno de Virgilio Barco y el antiguo Movimiento M-19; diligencia exitosa de finales del siglo pasado, hace 34 años, más exactamente el nueve de marzo de 1990 en Caloto, Cauca. Decisivo en el devenir político del país y que conllevó un gran esfuerzo oficial y mucho trabajo para definir su desmovilización hasta lograr su incorporación a la vida civil.

Es inaudito que ahora vengan a sacar el “refrito” de Gustavo Petro “guerrillero”, quien recurrió a la política como otros y lo cumplió, debiendo respetársele integralmente tal cual fue lo pactado en ese entonces, pues además de haber sido alcalde de Bogotá por elección popular gracias a ello, ha sido congresista varias veces y ahora Presidente de La República.

Entonces, se trata de un estribillo con el que pretenden de mala fe deslegitimar la restitución plena de sus derechos y deberes constitucionales y legales.

Pero adicional al ataque personal, agresivo e hiriente, han llegado a decir que este Gobierno cuando habla de los robos y demás problemas de contratación indebida de años atrás, lo hace dizque “... para distraer la atención de los que han sucedido en su periodo presidencial”.

Y es tal la tozudez de sus oponentes ideológicos y políticos, que prácticamente solo quieren se les conceda la razón que creen tener, llegándose a tal grado de fanatismo e intolerancia que con su apasionamiento hacen difícil cualquier intento de concertación.

• Lea también: Gobierno y Poder

Para no hablar de la discriminación por parte de esa misma corriente de oposición en el resto del país, en cuanto a clases sociales, razas, religiones, sexo u otros inherentes a la diversidad humana, aspectos que trata de defender el actual gobierno de Colombia.